Aunque los seres humanos somos animales muy visuales, el olfato sigue siendo uno de los sentidos más importantes con los que contamos. Su procesamiento en nuestro cerebro comprende toda la estructura de este órgano: cada parte ayuda a interpretar y responder a los diversos y complicados matices del olor.
Este sentido está tan presente que un reciente estudio comprobaba un hecho interesante e inquietante: cuanto peor es nuestra capacidad de oler, mayor es el riesgo de morir. Especialmente entre las personas más mayores. ¿Qué razones hay tras estos resultados?
Oler peor y morir antes
Según el estudio, realizado por la prestigiosa Universidad de Michigan, un peor sentido del olfato está relacionado con una mayor probabilidad de morir (como suena) en los siguientes 10 años. En concreto, la cifra sube hasta el 50%, que no es nada despreciable, para los ancianos. Aún más curioso es que, cuanto más saludable eran las personas estudiadas, mayor era la mortalidad probable, según los cálculos.
Otro aspecto importante es el hecho de que esta relación no se ve afectada ni por el sexo ni por la cultura o la raza de la persona. Esto es bastante significativo, pues quita muchos factores complejos de la ecuación: hay algo en el sentido del olfato que se relaciona, sin que se vea afectado por otras cuestiones, con la mortalidad.
Los investigadores, como comentaremos más adelante, no saben cuál es, exactamente, la razón de que esto ocurra. Pero tienen claro que ocurre, según sus resultados. ¿Se deberá a una cuestión de comportamiento? El olfato es un sentido importantísimo. Nos ayuda a distinguir venenos y productos en mal estado. También nos alerta de situaciones de peligro, como un escape de gas.
¿Será por estas cuestiones? En realidad, las circunstancias peligrosas de las que hablamos parecen demasiado anecdóticas como para conformar un elenco de razones de peso. Detrás de este hecho, sin embargo, podría encontrarse otra cuestión, más sutil y relacionada con el cerebro.
Parkinson, demencia y otras enfermedades neurodegenerativas
El cerebro "olfativo" es complejo e implica a algunas de las estructuras más importantes de nuestro sistema nervioso: la amígdala y el hipocampo, entre otros. Es un sentido muy afinado, desarrollado para la supervivencia, por lo que tiene mucho sentido que se aprovechen estructuras vitales del cerebro para su correcto funcionamiento.
Asociado al resultado de estos investigadores aparecieron otras relaciones interesantes: junto a la peor capacidad olfatoria, también aparecían problemas neurodegenerativos. No es la primera vez que se encuentra la relación entre la capacidad de oler y enfermedades como el párkinson, la demencia o el alzheimer.
La razón es clara, aunque poco concreta: el fallo en la capacidad de oler podría ser una manifestación, directa o indirecta, de un problema neurológico incipiente. Un problema que podría convertirse en algo mucho más serio. Por otro lado, los investigadores no han llegado a concretar las razones de que esta pérdida olfatoria se relacione con la mayor mortalidad. Desde luego, hay un gran número de personas cuya razón está en el cerebro. Pero, ¿y el resto?
Esto es solo una pista
El estudio fue realizado, principalmente, con gente mayor y sirve solo como aproximación. No obstante, el hecho de que ni el género ni la raza o el factor cultural afecte al resultado es indicador de que la relación puede ser más consistente de lo que parece. Esto nos lleva a una cuestión inexorable: ¿qué solución ponemos?
La cuestión es relativamente sencilla: un examen olfativo. Los investigadores apuntaban en la nota de prensa del estudio que un sencillo análisis de nuestra capacidad olfativa sería suficiente para detectar y atajar un posible problema de salud. Este tipo de pruebas resultan sencillas y baratas, pero el beneficio podría ser muy grande.
En primer lugar, los problemas neurodegenerativos y otros similares asociados a la pérdida de células neuronales pueden ponerse de manifiesto antes. Así, puede optarse por un examen especializado para detectar de manera temprana este tipo de patologías. Con una detección temprana se puede limitar el impacto de ciertas enfermedades, mejorando la esperanza y calidad de vida.
Por otro lado, también se pueden detectar otros problemas y soluciones. Entre los resultados del estudio se observó una pérdida mayor de olfato entre personas fumadoras y que bebían, pero, curiosamente, la mayor mortalidad se observó entre los individuos más sanos que también perdieron la sensibilidad olfatoria. Este detalle podría estar apuntando a nuevos descubrimientos. En cualquier caso, un examen olfativo de rutina es sencillo y poco costoso, y podría ayudar enormemente a prevenir y mejorar una condición patológica incipiente.
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