Por qué ya no puedes comprar ibuprofeno de 600 mg en la farmacia sin receta

Santiago Campillo

Colaborador

Licenciado en Biología, divulgador científico y autodidacta a tiempo parcial. Gentilhombre del S. XXI. La Comunicación Científica es mi pasión y también mi profesión cuando se deja. Inquieto por naturaleza, cómodo por vicio y creativo por enfermedad.

Hace cuatro años, el Real Decreto Legislativo 1/2015 "refundía" la "Ley de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios". Desde entonces, ni los antibióticos ni los antiinflamatorios pueden ser vendidos a la ligera.

Sin embargo, no hace mucho que el ibuprofeno está empezando a ser la comidilla de los clientes de farmacia: ya no se puede adquirir si no es con receta. Sin embargo, hace apenas unos meses, sí que se podía. ¿Qué está ocurriendo?

Nada, solo se está aplicando la ley

Si tratamos de hacernos con una caja de ibuprofeno de 600 miligramos, genérico, a poco menos de dos euros la caja, será casi imposible si no llevamos receta. Por el contrario, sí que podremos hacernos con una caja con menos grajeas y de 400 miligramos, de marca.

La razón, como explicábamos, está en la "Ley de garantías", la cual impide la venta sin prescripción médica de todos los medicamentos que puedan presentar un peligro, directa o indirectamente, incluso en condiciones normales de uso, si se utilizan sin control médico. El ibuprofeno es, sin duda, uno de ellos.

Una intoxicación aguda del mismo puede suponer un fallo orgánico severo, muchas veces letal. ¿Por qué sí que se puede vender el de 400 miligramos, entonces? Las cajas de 600 miligramos contienen más pastillas y mayor cantidad, permitiendo una dosificación abrumadoramente mayor.

Por otro lado, también son bastante más caras (en torno a los cinco o seis euros) ¿por qué razón? Es sencillo: estas cajas son comerciales y se venden bajo precio de fabricante, sin ningún tipo de subvención del Estado. Por eso son más caras, y por eso no se pueden vender genéricas. De nuevo, insistimos, esto no es nuevo, sino que debería haberse dado desde 2015, como ocurrió con los antibióticos. ¿Por qué lo vivimos ahora?

¿Por qué ahora? La "culpa" es del SEvEM

En febrero de este año entró en vigor el Sistema Español de Verificación del Medicamento, o SEvEM. Este, cuya existencia data del 2016, obliga a las farmacias a mantener un control informatizado mucho más exhaustivo de los medicamentos que se venden en ellas.

Con este sistema, es mucho más complicado saltarse la regulación. Quien venda medicamentos que precisan prescripción sin disponer de ella se enfrenta a una multa que oscila entre 30.000 a 90.000 euros.

Por esta razón, las farmacias que antes hacían la "vista gorda" ya no pueden hacerla, y mucho menos ante las increíbles sanciones que pueden sobrevenir por un pequeño "descuido". Como la implantación obligatoria, ejecutada bajo la dirección europea, ahora es cuando se están exigiendo las recetas, ni más ni menos.

Pero, en realidad, la aplicación de la ley debería haberse hecho desde el mismo 2015 y no desde ahora ante el miedo a la multa. En cualquier caso, ya es mucho más complicado saltarse el control que antes, y las consecuencias no son poca cosa. Pero las razones de haberse puesto tan duros tienen su sentido.

En realidad, la cuestión es mucho más complicada

¿Por qué hace falta ponerse tan draconianos con el tema? La primera cuestión es puramente por salud. Vivimos en una sociedad hipermedicalizada, con acceso a medicamentos de síntesis de forma fácil y barata. Esto, en ocasiones, genera una serie de problemas importantes, como está ocurriendo con la aparición de microorganismos multirresistentes a antibióticos.

Por otro lado, la cuestión también es económica y social. El Estado español subvenciona una cantidad ingente de medicamentos, base de nuestra famosa seguridad social. Sin embargo, eso, por cuestiones que no vamos a debatir aquí, está generando situaciones económicas inviables.

Con esta medida también parece que se pretende dejar de financiar una cantidad de medicamentos de los que se abusaba de manera sistemática. Por último, esto también ayuda a la concienciación y el control del medicamento. Como hemos dicho, esto no es nuevo, debería haberse hecho desde hace años.

¿Y los farmacéuticos y la industria farmacéutica? ¿Gana algo con el cambio? En realidad no. Al menos no tiene por qué. El descenso en el consumo de este tipo de productos ya se está comenzando a notar, aunque sigue siendo alto debido a su amplio espectro de acción. Ahora nos toca adaptarnos a la nueva situación, algo que tampoco supone un gran problema porque, al fin y al cabo, si lo necesitamos, el médico nos lo recetará.

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Imágenes | Unsplassh

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