Solo en España, más de medio millón de personas padece de una insuficiencia venosa que acaba en ulceración. Este trastorno limita muchísimo la vida de quien padece de varices. Sin embargo, antes de llegar a este estadio, se puede buscar remediar su acción.
Las varices están directamente relacionadas con nuestro comportamiento: el sedentarismo, la mala higiene postural, la obesidad... pueden ser desencadenantes o aceleradores de su aparición.
¿Qué son las varices?
Se conoce como varices o venas varicosas a unas dilataciones de estos tejidos. Su formación puede llegar a ser claramente visible a simple vista, y pueden provocar varios tipos de molestias o problemas severos de salud si no se tratan. Se aprecian como venas abultadas y protuberancias bajo la piel.
Las varices son, como decíamos, un ensanchamiento de las venas, las cuales no controlan adecuadamente el flujo sanguíneo. Esto genera unas protuberancias que pueden causar dolor y picor. Las varices aparecen, sobre todo, en las extremidades, aunque pueden surgir en cualquier punto muy irrigado por el sistema venoso.
Las varices aparecen relacionadas con la obesidad y el sedentarismo, debido a los problemas vasculares que provocan, pero también por consecuencias genéticas y otros problemas fisiológicos. En los peores casos, las varices pueden desembocar en edemas o hemorragias, e incluso úlceras.
Por qué aparecen las varices
El mecanismo es relativamente sencillo: las venas están diseñadas para que el flujo siempre vaya en una dirección, permitiendo así el retorno de la sangre al corazón. Para eso, las venas cuentan con unas válvulas especiales.
En ocasiones, la sangre venosa no es capaz de mantener el flujo en la misma dirección. Esto puede pasar por un sinfín de razones: no supera la fuerza de la gravedad, si estamos muchísimo tiempo de pie, pero sin movernos; porque las venas están obstruidas; por problemas circulatorios...
En todos estos casos, se provoca un reflujo venoso, que hace que la sangre vuelva hacia atrás. Con el tiempo, esto provocará un ensanchamiento de la propia vena, que irá a peor según se deforma la válvula y se adelgazan las paredes de la vena.
Si el problema continúa, la pared puede llegar, incluso, a romperse. También pueden obstruir parte de la red circulatoria y provocar acumulación de líquidos, entre otras muchas cosas, ya que el sistema circulatorio no funciona adecuadamente.
¿Qué causan las varices?
Los primeros síntomas, los más comunes, son el ensanchamiento y abultamiento de las venas, que aparecen como protuberancias en la piel. Estas pueden ir extendiéndose a medida que el problema se hace más y más grave. Si es en las piernas, que suele ser el lugar más común, comenzarán a aparecer otros problemas.
Por ejemplo, comenzará a notarse el cansancio en las piernas, debido a las deficiencias de riego, cierta pesadez y dolor. Por las noches pueden producirse numerosos calambres que llegan a despertar a quienes padecen el trastorno.
Si este continúa, comenzarán los pruritos: picores e irritación de la zona afectada, acabando por un posible edema y retención de líquidos. A partir de aquí comienzan las complicaciones de las varices. Si no se pone remedio, los mecanismos de drenaje comienzan a fallar.
Es entonces cuando se pueden producir las hemorragias y distrofias. Parte del tejido puede llegar a necrosar y ulcerarse. Esto puede llegar a provocar la incapacitación de la persona. Incluso pueden llegar a infectarse, provocando un problema aún mayor.
Cómo se tratan las varices
Una vez alcanzado cierto punto, las varices han de ser tratadas de manera quirúrgica, mediante microespuma o con láser. No obstante, antes de llegar a este punto, podemos tratar de prevenirlas o mejorar su estado. Para ello, debemos promover la circulación.
Con una alimentación sana y algo de ejercicio o, al menos, actividad física, mejoraremos el paso de la sangre venosa y reduciremos la aparición de varices. Si pasamos mucho tiempo de pie, debemos hacerlo en movimiento o, si es imposible, descansar cada cierto tiempo para evitar que la gravedad suponga un problema para nuestra circulación.
En el caso de varices cronificadas o severas, o que estas aparezcan en otras partes del cuerpo distintas a las piernas, probablemente deberemos optar por un tratamiento, consultando con nuestro médico. Entre los tratamientos están la operación quirúrgica, que consiste en remover el tejido varicoso mediante una intervención; la microespuma, usado para "matar" la vena; y el láser, que también pretende matarla.
Otro tratamiento, denominado "esclerosante", endurece y necrosa la vena, pero solo se usa con algunas de ellas muy concretas y pequeñas. En general, el método menos invasivo y más empleado es la microespuma, que permite acabar con la vena varicosa y obligar al cuerpo a generar una nueva sustituta. Sin embargo, aunque más invasivo, el láser resulta más eficiente.
En cualquier caso, la decisión de mejorar nuestra calidad de vida, aumentar la actividad física y reducir la ingesta de sustancias malas para la salud siempre ayudará, tanto con intervención como sin ella, a controlar el estado de nuestras venas.
Imágenes | Unsplash, Wikimedia
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