Esto es lo que ocurre en tu cuerpo cuando te comes media docena de torrijas de una sentada

Lo sabemos, es difícil resistirse a una buena torrija

Ya estamos en Semana Santa y con ella han llegado a nuestras casas y tiendas favoritas las famosas y típicas torrijas habituales en estas fiestas. Llevamos tantos meses esperando a su llegada que corremos el riesgo de acabar consumiéndolas todas de un tirón.

Es verdad aquello que dicen de que a nadie le amarga un dulce y no  pasa nada por comernos una torrija de manera puntual y disfrutar de ella  al llegar estas fechas. Sin embargo, se trata de un alimento con grandes cantidades de azúcares y grasas por lo que pegarnos un atracón de ellas no es tan buena idea. Esto es lo que ocurre en nuestro cuerpo cuando nos comemos media docena de torrijas en una sentada.

Esto es lo que ocurre en nuestro cuerpo paso a paso

Una de las primeras cosas que ocurren cuando comenzamos a comer un  postre como las torrijas, que además hemos extrañado durante tanto  tiempo porque tendemos a consumirlas únicamente en estas fechas, es que la dopamina hace su aparición. Al saborear este postre nuestro cerebro libera ciertas sustancias que nos hacen sentir bien y dificulta que, por más que aseguremos solo querer comer una, consigamos parar después. El atracón está servido.

La siguiente parte del cuerpo donde comienzan a notarse los efectos  de la torrija es en los dientes y en nuestra boca. Esta parte de nuestro  cuerpo tiene una gran tendencia a acumular los restos del azúcar presente en las torrijas. Los alimentos con grandes cantidades de azúcar pueden acumularse y generar mal aliento en nuestra boca.

Además, algunas de las bacterias que habitan en nuestra boca convierten los azúcares en ácidos, lo que pueden provocar caries. Por ello, lavarse los dientes de manera concienzuda y hacer uso del hilo dental y los enjuagues bucales.

Después de los dientes, el siguiente paso en el viaje de las torrijas por nuestro cuerpo es el estómago.  Es aquí donde, durante la digestión, este se tiene que encargar de  procesar los nutrientes. Las torrijas tienen una gran cantidad de  azúcar, por lo que parte de ella pasa a nuestra sangre, pero otra parte -  dado que se trata de grandes cantidades - no se consigue procesar  adecuadamente y se almacena en nuestro organismo en forma de grasa.

Uno de los problemas de este azúcar es que, dado que se trata de carbohidratos simples,  nos ofrece un chute de energía muy rápido, pero el bajón de azúcar  también es rápido. Además, los niveles de dopamina también descienden  rápidamente. Esto nos deja con una sensación de hambre, de debilidad, pero también de irritabilidad y de cansancio. El subidón de comernos media docena de torrijas da paso  a un gran bajón. Esto activa ciertos mecanismos de nuestro cerebro que  son los que nos animan a seguir comiendo después del atracón.

Ser capaces de parar de comer

Este tipo de alimentos con grandes niveles de calorías y azúcares activan un mecanismo de recompensa y placer en nuestro cerebro que nos anima a seguir comiendo a pesar de que nuestra hambre esté saciada de sobra. Cuando esto ocurre nos encontramos mal, el estómago excede su capacidad y se aprieta contra el resto de los órganos.

Muchos de nosotros nos hemos visto en la situación de saber que nos  vamos a encontrar mal, pero no siendo capaces de parar de comer - por el  proceso de placer y recompensa -. Por suerte hay algunas cosas que podemos hacer para intentar evitarlo y ser más moderados.

Usar técnicas de distracción

A veces nos ponemos a pensar en comida y aunque normalmente no comeríamos tanto, ese día tenemos esa necesidad. Intentar distraernos con otras actividades para dejar de pensar en ello puede ser una buena idea. Salir a pasear,  hacer deporte, quedar con amigos, etc. conseguirá ayudarnos a pensar en  dicho alimento.

El antojo de comer se acaba desvaneciendo

En ocasiones el deseo de comernos de una sentada media docena de  torrijas parece casi incontrolable. La realidad, sin embargo, es que este antojo, si esperamos y aguantamos un poco se acaba yendo. De esta manera, podremos evitar encontrarnos mal después de habernos empachado.

Tener claro que puedes parar

A veces sentimos que cuando empezamos a comer da igual lo que hagamos  no vamos a poder parar. Sin embargo, por muy bueno que esté lo que  estemos comiendo, siempre podemos parar. Cuanto más practiquemos más sencillo será que lo hagamos con facilidad. Aunque el plato tenga seis torrijas no  tenemos la necesidad de comerlas todas. Podemos comer una y dejar las  otras cinco para otro momento o para compartir con otras personas. Ser  capaces de parar nos hará sentir gran satisfacción personal.

Imágenes | Valverde Redactor, Vitónica, Directo al Paladar 

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