El quemazón en las espinillas vuelve al poco tiempo de comenzar la carrera. Lleva ya tiempo ocurriendo, y no se va hasta mucho tiempo después de haber parado. ¿Qué nos está pasando? La respuesta, probablemente, se deba a la periostitis tibial.
Esta afección se debe a una incómoda inflamación del periostio, una capa encargada de proteger y nutrir al hueso. ¿Cuál es el origen del problema? Hoy hablaremos de sus razones y de cómo podemos tratar de solucionar esta afección.
¿Qué es la periostitis tibial?
Se cuenta entre uno de los problemas más comunes entre corredores y runners, y, sin embargo, no todo el mundo entiende cómo o por qué aparece. La periostitis, como su nombre indica, es una inflamación del periostio. Esta capa recubre el hueso y está enormemente irrigada por vasos sanguíneos.
Su misión es alimentar y proteger al hueso, que también tiene un componente vivo importante. En esta capa también se encuentran las inserciones musculares y ligamentos. La periostitis puede darse en todo el hueso, pero la más común es la periostitis tibial anterior, que aparece en la zona de la espinilla.
El dolor comienza como una molestia persistente que se convierte poco a poco en un dolor quemante que se agrava con el tiempo. Una vez que aparece, no se va fácilmente y puede llegar a persistir horas o, incluso días, dependiendo de lo agresiva que sea la inflamación.
En los peores casos, un problema con el periostio puede terminar en una lesión más grave ya que puede provocar un problema con los ligamentos o, incluso, una fisura en el hueso. Pero para entender por qué, veamos por qué ocurre.
¿Por qué aparece la periostitis?
Esta afección aparece por varias razones, pero todas provocan el mismo problema: un traumatismo que produce una inflamación. Normalmente se debe a los impactos provocados en el hueso al correr, que se transmiten al hueso, provocando la respuesta del periostio.
El músculo y el hueso están preparados para absorber dichos impactos con naturalidad. Sin embargo, cuando el apoyo del pie es incorrecto, el ejercicio es demasiado intenso o no portamos el calzado adecuado, las vibraciones al golpear contra el suelo se transmiten al hueso.
La periostitis tibial está directamente asociada al suelo duro, a la excesiva pronación del pie, a una mala técnica a la hora de correr o, incluso, al uso de mal equipo. Las vibraciones se transmiten constantemente al hueso. Si este no está bien entrenado puede terminar produciendo la irritación del periostio.
Si este está inflamado, la sangre y el impulso nervioso no llegan adecuadamente. El dolor lo produce directamente la inflamación, pero las lesiones más graves se deben a su mal funcionamiento como tejido protector del hueso, simplificándolo mucho.
¿Se puede tratar la periostitis tibial?
Sí. Aunque el mejor tratamiento, como ocurre con este tipo de males, es la prevención. Como vemos, la posibilidad de lesión ocurre con el tiempo. Aunque no es fácil que ocurra, si desatendemos el problema estaremos aumentando las posibilidades. Si ponemos remedio antes de que pase, no tendremos que preocuparnos de una cosa ni de la otra.
Para ello es importante aprender a correr adecuadamente, colocando el pie de la manera más adecuada, sin alimentar vicios posturales o una pisada demasiado lesiva. Por otra parte, es importantísimo contar con un calzado correcto, que amortigüe el golpe. Correr en calzadas preparadas para el running ayuda a que el hueso no sufra tanto: tierra y suelo mullido son mucho mejores que terrenos duros e irregulares.
Hay que regular la intensidad del ejercicio y descargar la zona muscular para evitar que el periostio sufra demasiado, ya que el problema se desarrolla a medio y largo plazo. Por supuesto, los estiramientos adecuados no deben faltar. Un fisioterapeuta podría echarnos una mano con ello. También es conveniente contar con el consejo de un experto si notamos problemas a la hora de correr, para evitar que evolucionen.
Una vez que ha aparecido, la periostitis se trata principalmente con reposo, en los casos menos graves. Una aplicación de hielo para bajar la inflamación, o antiinflamatorios puntuales, pueden ayudar con el dolor. Si desemboca en una lesión más severa probablemente terminemos en reposo total y con la tibia escayolada.
En general, si estamos notando este problema deberemos identificar qué es lo que estamos haciendo mal y ponerle solución inmediata si no queremos que el problema vaya a peor. Una buena técnica y un buen calzado deberían ser suficientes para evitar problemas mayores. Y, si no, no nos quedará otra que bajar la intensidad del entrenamiento.
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