Siete mitos sobre el sexo desmontados por la ciencia

Sexo, tan cotidiano y tan misterioso al mismo tiempo. Aunque la libertad tanto para hablar de él como para practicarlo han avanzado mucho en las últimas décadas, aun sigue existiendo cierto tabú a su alrededor que impide eliminar muchos mitos e ideas erróneas que tenemos todavía en torno al sexo.

La importancia de la virginidad

La virginidad ha sido durante muchos años un concepto central en el sexo y sobre el momento de practicara, pero a día de hoy tenemos claro que no existe un concepto biológico o científico asociable a la virginidad: iniciarse en el sexo puede ocurrir de muchas maneras diferentes y no solo mediante la penetración de un pene en una vagina. El himen y su rotura, que tantas veces se relaciona con esa virginidad, puede de hecho romperse de muchas otras formas.

Si romper el himen no va necesariamente unido a iniciarse en el sexo, y la iniciación en el sexo se puede entender de muchas formas distintas, entonces perder la virginidad es un concepto social o cultural, pero no físico o biológico. De hecho, es un concepto mucho más asociado a las mujeres que a los hombres, y a menudo utilizado como parte de la represión sexual de las primeras.

El efecto de los afrodisíacos

Alimentos como las ostras, condimentos como la canela... Son muchos alimentos los que se consideran afrodisíacos, asegurando que su consumo aumenta la libido y la excitación sexual.

Pero lo cierto es que no hay a día de hoy evidencias de que exista ningún alimento o similar que tenga un efecto afrodisíaco de verdad. Claro que en este tema, un mero efecto placebo puede ser suficiente para funcionar.

Sí que hay medicamentos o sustancias capaces de alterar el sistema nervioso central, eliminar inhibiciones y elevar los niveles de hormonas sexuales. Aunque también podríamos llamarlos afrodisíacos, no son lo que tradicionalmente se entiende como tal: alimentos, bebidas o condimentos que, incluidos en una cena romántica, elevan las probabilidades de que haya sexo después. Eso, sentimos decírtelo, es cosa de todos los involucrados.

Los hombres son más promiscuos por naturaleza

Es una idea tan arraigada en todos nosotros que le atribuimos un origen evolutivo: los machos buscan procrear con cuantas más hembras, mejor, mientras que las hembras solo tienen interés en sacar adelante a sus crías.

Esto, al menos en el caso de los seres humanos, no se ha podido demostrar científicamente. La periodista científica Angela Saini explica en el libro Inferior como estudios científicos sesgados han creado la impresión de que existen diferencias biológicas entre los sexos que, una vez estudiadas con mejores datos, no se aprecian o no son tan visibles.

Las diferencias relativas a la promiscuidad de cada sexo son una de ellas, y prueba de ello son las medidas de represión sexual que prácticamente todas las culturas imponen a las mujeres: desde la ablación genital hasta los insultos a las mujeres que se salen de la norma en sus comportamientos sexuales y que no se aplican igual a los hombres. Si realmente las mujeres fuesen por naturaleza más monógamas que los hombres no serían necesarias estas medidas. A pesar de que la obra de Saini ha despertado cierta polémica, a esa misma conclusión llega en este artículo Zuleyma Tang-Martinez, profesora emérita de Biología de la Universidad de Missouri-St. Louis.

Si tomas anticonceptivos puedes tener relaciones sin protección

Hay un poco de confusión sobre qué es exactamente el sexo seguro y de qué hay que protegerse. Sexo seguro no es solamente aquel en el que no se puede producir un embarazo no deseado, sino también en el que no se puede dar (o es muy poco probable que ocurra) el contagio de una enfermedad de transmisión sexual.

Y para eso, los anticonceptivos hormonales (la píldora, los parches, los implantes...) no son suficiente. Hace falta un anticonceptivo de barrera, un preservativo masculino o femenino que evite no solo los embarazos, sino también los contagios de ETSs.

Así que no te relajes por estar tomando la píldora o sus equivalentes y en caso de relaciones esporádicas o si existe duda de un posible contagio, utiliza además un condón.

Los testículos pueden dañarse si no se eyacula tras una erección

A menudo los hombres experimentan incomodidad o dolor si después de sentirse sexualmente excitados hasta llegar a una erección la cosa no pasa de ahí, la estimulación no continúa y no llega a haber coito y posterior eyaculación.

Pero eso no debe convertirse en una preocupación más allá de la incomodidad momentánea, porque eso no va a causar daños en su sistema reproductor. Pueden quedarse tranquilos.

El sexo oral no transmite enfermedades

Esto tampoco es verdad. El sexo oral puede transmitir enfermedades como la infección por VPH, la clamidia, la gonorrea o la sífilis, ya sea entre personas de distinto sexo o personas del mismo sexo. Este mito está especialmente extendido entre mujeres que practican sexo con otras mujeres, que son habitualmente las que menos riesgos de contagio tienen, pero es importante aclarar que ese riesgo no es cero.

Para practicar sexo oral con seguridad lo mejor es utilizar una barrera de plástico entre el miembro sexual estimulado (pene, vagina o ano) y la boca de la otra persona. Se puede utilizar un preservativo adecuadamente cortado para convertirlo en una lámina plástica o un preservativo expresamente creado para el sexo oral, que puedes encontrar en muchos sex shops.

Es mejor no practicar sexo antes de competir

Parece lógico pensar que una actividad físicamente exigente como el sexo y que además conduce tras su final a un estado de relajación y somnolencia sería mejor evitarla antes de una competición deportiva ya que puede afectar al rendimiento. De hecho, durante décadas entrenadores de distintos campos deportivos han prohibido a sus equipos practicar sexo antes de competiciones deportivas.

Pero parece que no había motivos para esas precauciones, porque algunos estudios han comprobado que el sexo la noche antes de una competición no reduce el rendimiento al día siguiente y que incluso puede ser beneficioso si los nervios de la competición no nos dejan dormir.

Imagen | Unsplash

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