Cuando hablamos de carne de cerdo nos viene a la cabeza las grandes porciones llenas de grasa, con todos los problemas que nos puede acarrear a largo plazo a nivel de salud. Triglicéridos, colesterol, sobrepeso… son términos que incitan incluso al miedo y que han hecho de según que productos poco menos que algo prohibido en una dieta sana.
Sin embargo, la sorpresa viene cuando comparamos aportes y nutrientes entre varias partes del cerdo (escogiendo las partes magras) con otro tipo de carnes, en las que nuestro amigo porcino sale incluso solventemente victorioso.
Las carnes magras de cerdo contienen entre 260 y 300 kcal. por 100 gramos, índice inferior a las de buena parte de carnes de origen vacuno o al cordero y sólo superadas por las carnes de ave (pollo y pavo), siendo bastante inferior en grasas a las nombradas en primer lugar (aunque la proporción en colesterlo sea levemente superior).
Por otra parte, la gran ventaja de las carnes magras de cerdo reside en la gran cantidad de minerales y vitaminas que ofrece en relación con otras más “ligeras”. Potasio, fósforo y calcio son las 3 sales en las que el cerdo es dominador, cuestión que se multiplica cuando hablamos de dos de las más importantes vitaminas de origen exógeno (que debemos incluir en la dieta ya que nuestro cuerpo no es capaz de generar por sí mismo), las B1 y B2, llegando a multiplicar por diez las cantidades respecto la popular pechuga de pollo.
En definitiva, si sabemos escoger las partes más saludables del cerdo, vamos a tener en él un aliado insospechado en nuestras dietas y hábitos alimenticios… aprovechémoslo.
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