Si bien la principal función de la vitamina D es intervenir en la absorción de calcio y fósforo, por eso su participación en la salud ósea, no sólo es para cuidar nuestros huesos, pues se ha demostrado que sus niveles adecuados en el organismo, también ofrecen los siguientes beneficios:
Favorece el funcionamiento del corazón: al promover la absorción del calcio y con éste la contracción del músculo cardíaco, la vitamina D alimenta al corazón y ayuda a prevenir ataques cardíacos.
Mejora el control del peso: un déficit de vitamina D se ha asociado a mayor peso corporal y más riesgo de obesidad, por lo tanto, niveles adecuados de vitamina D nos ayudan a controlar el peso y la grasa del organismo.
Mayor control de la presión arterial: al favorecer el funcionamiento cardíaco y mejorar el tono vascular, la vitamina D en adecuadas cantidades en nuestro cuerpo ayuda a controlar o prevenir la hipertensión arterial.
Mejor control de glucemias: la vitamina D interviene en la secreción normal de insulina, así, ayuda a prevenir la diabetes y la intolerancia a la glucosa.
Promueve las defensas del organismo: la vitamina D estimula el funcionamiento del sistema inmune y por ello, puede alejarnos de resfriados, gripes y otras enfermedades.
Como podemos ver, cuidar los niveles de vitamina D en el organismo no sólo es fundamental para proteger huesos y dientes, sino también, para alejarnos de múltiples afecciones metabólicas como son la obesidad, diabetes, hipertensión arterial, entre otras.
La vitamina D podemos obtenerla a partir de la exposición a la luz solar y también de alimentos como aceites de pescados, carnes, pescados azules, mantequilla o leches y otros alimentos enriquecidos con este micronutriente tan importante para la salud del organismo.
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