Andar descalzo cada vez es menos frecuente. Los comercios nos ofrecen todas las variantes: calcetines con dedos, zapatillas suaves, chanclas ligeras o cualquier elemento que impida el apoyo del pie desnudo.
Ahora que las temperaturas parece que por fin van a aumentar es un buen momento para buscar un rato al día y caminar descalzo ya sea por casa, por la playa, la piscina o el campo. ¿Qué beneficios podemos obtener?.
En primer lugar la movilidad de las articulaciones interóseas. Si hay algo importante en la estabilidad es que la base de sustentación sea lo más segura y sensible a los cambios.
En nuestro cuerpo, la proporción entre nuestra altura y el tamaño de nuestros pies es muy diferente. Hemos conseguido este equilibrio porque los pies no son estructuras estáticas, sino dinámicas que se adaptan a las diferentes superificies por las que caminemos.
En segundo lugar, la sensiblidad de la planta del pie genera una mayor y mejor propiocepción que facilita la ausencia de esguinces de tobillo y otras patologías relacionadas con el sobre esfuerzo de tejidos blados.
Por último, la acumulación de un pequeño depósito adiposo en la planta del pie es un mecanismo fisiológico para ofrecer una amortiguación durante el paso. Si anulamos el estímulo del suelo sobre la planta del pie, este depósito adiposo disminuye y favorece la aparición de molestias dolorosas e incluso artrosis ligeras.
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