Recientemente he publicado aquí en Vitónica un post hablando del glutamato monosódico. Este aditivo alimenticio, un potenciador de sabor, es uno de los más famosos y también uno de los que más preocupación provoca, aunque en realidad no hay motivo: su uso es seguro dentro de las cantidades que normalmente ingerimos y los supuestos efectos que se le achacan, cuando existen, se dan al tomar cantidades muy superiores a lo habitual. Evitar un alimento porque lleve glutamato no es necesario.
Sí es cierto que, como potenciador de sabor, el glutamato puede llevarnos a comer más de lo previsto. Eso sí que puede ser un riesgo, ya que normalmente el glutamato se encuentra en alimentos ultraprocesados que son, en su mayor parte, alimentos poco saludables.
No son los aditivos, es el azúcar, la sal...
Y ahí es donde precisamente quería llegar yo hoy: a que lo que es insano no es el glutamato ni la mayoría de los aditivos alimentarios, que se utilizan porque son necesarios para que la comida sea segura (si bien eso no significa lo mismo que saludable), aguante más tiempo sin estropearse o sea más agradable. Antes de llegar a la comida estas sustancias han pasado todos los controles sanitarios necesarios y se revisan siempre que aparecen nuevas evidencias sobre su potencial toxicidad.
Lo que es insano es abusar de los productos ultraprocesados que los contienen. Y no por los aditivos, sino por otros ingredientes que habitualmente los acompañan en cantidades mucho mayores: azúcares añadidos, sal en grandes cantidades, harinas refinadas, grasas de mala calidad...
Claro que sobre eso es más difícil indignarse o hacerse el sorprendido, porque al contrario que con los aditivos, la mayoría no tienen complejos nombres químicos, orígenes sintéticos o supuestos efectos oscuros desconocidos. Sabemos cuáles son y sus efectos sobre la salud están cada vez más claros. Ahí no hay teorías conspiratorias que valgan.
Cáncer, las causas reales y las irreales
Ocurre algo parecido con las causas y supuestas causas del cáncer. El cáncer es una enfermedad compleja y multifactorial, con muchas posibles causas, algunas de las cuales está en nuestra mano evitar o mitigar y otras no. La edad, hábitos poco saludables como fumar o beber alcohol, el sobrepeso y la obesidad, algunas variaciones genéticas o la exposición a algunos virus y contaminantes son algunas de esas causas que conocemos.
Y sin embargo a algunas personas parece preocuparles el supuesto efecto cancerígeno de las ondas del wifi, ¡un efecto que ni siquiera está demostrado! Me pregunto cuántas de las personas preocupadas por este tema fuman, beben alcohol o consumen alimentos que saben que son poco saludables. Y me pregunto también si son conscientes de la contradicción que esto supone: los cancerígenos conocidos no les preocupan, pero los desconocidos sí, y mucho.
Haz lo que quieras, pero no te engañes
Que nadie me entienda mal. Por supuesto que tenemos el derecho y la inquietud de conocer toda la información posible sobre los posibles riesgos de las sustancias a nuestro alrededor. Claro que cada uno debe ser libre de elegir a cuáles de ellos someterse a sí mismo y a sus familias. Y obviamente es compatible preocuparse por los riesgos del glutamato con abrirse una cerveza al llegar a casa cada noche. Faltaría más.
Pero también me pregunto si no estaremos poniendo excusas y apuntando con el dedo a otra dirección para no hacer cambios en nuestros hábitos que sabemos que son los que de verdad mejorarían nuestra salud pero que realmente no nos apetece hacer. Porque nos gusta nuestra cervecita al llegar a casa y que nos digan que el alcohol es malo nos suena a cantinela cansina que estamos aburridos de oír. Porque hacer ejercicio no le apetece a todo el mundo, y porque es más fácil señalar al glutamato como el causante de todos los males mientras arramplamos con cualquier ultraprocesado que no lo lleva, o lleva poquito.
Así sentimos que nos preocupa nuestra salud y de verdad estamos esforzándonos en cuidarla. Apagando el wifi por las noches antes de irnos a dormir pero cogiendo el coche por las mañanas para ir a trabajar aunque haya otras opciones de transporte a nuestro alcance que contaminen menos.
Las decisiones bien informadas
Como digo, cada uno es libre de acometer los malos hábitos que considere siempre que tenga información sólida y fiable en la mano. Ante una decisión bien informada, poco se puede reprochar.
Pero a lo mejor deberíamos dejar de engañarnos a nosotros mismos con preocupaciones alarmadas basadas en rumores y no en evidencias si a la vez estamos ignorando las que sí sabemos que están bien fundamentadas porque nos cuesta más cambiar esos hábitos. Al menos, dejémonos de tontunas.
Imágenes | Unsplash
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