Como ha habido unos cuantos comentarios sobre las duchas de contraste y los efectos que generan en el cuerpo, vamos revisar cuáles son.
En general hay que integrar el concepto de que el cuerpo se adapta a las variaciones del medio poniendo en marcha mecanismos que mantengan el equilibrio corporal, veamos de qué manera.
Ante el agua caliente, el cuerpo reacciona con una vasodilatación del sistema circulatorio. La piel se enrojece por la mayor llegada de sangre, la tensión arterial baja por el aumento del diámetro de los vasos y la musculatura se relaja.
En el proceso de enfriamiento del agua, el cuerpo se adapta mediante una vasoconstricción del sistema circulatorio. La piel palidece por la disminución del flujo de sangre, la tensión arterial aumenta porque los vasos se hacen más estrechos y la musculatura reacciona con contracciones (los escalofríos o temblores serían una solución instantánea a esta adaptación porque contribuyen a aumentar la temperatura corporal).
Los contrastes desencadenan estos mecanismos (y otros más, éstos son los más significativos) de forma alternante, facilitando al cuerpo una velocidad de adaptación mayor y realizando una especie de gimnasia vascular y metabólica que activa nuestras capacidades.
Como ejemplos culturales, ya habréis visto en alguna ocasión los baños de países nórdicos desde la sauna al agua de un lago, o más cercano, el comportamiento de los niños en playas y piscinas, que entran y salen del agua como nutrias con un cuerpo que se adapta con rapidez a estos cambios (y con una dosis también de inconsciencia propia de la edad).
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Imágen | Flickr (Yogi)