Si eres de los que siempre cae enfermo en Navidad, esto es lo que el ejercicio puede hacer por tu sistema inmunitario

Lejos de la creencia popular, el frío no enferma sino que más bien provoca que nos contagiemos al estar más aglomerados en espacios pequeños y cerrados

Empecemos diciendo que el frío no enferma, es decir, el frío no es un agente patógeno que sea capaz de provocar enfermedades. Dicho de otra manera, el frío no puede enfermarnos porque no es ni una bacteria ni un virus ni un hongo ni un parásito.

El frío en todo caso provoca varias cosas:

  • Nos hace refugiarnos de él en sitios cerrados y sin ventilación, lo que puede favorecer la concentración de virus. Esto es especialmente notable cuando nos reunimos con otras personas. No solemos juntarnos al aire libre como sí sucede en primavera o verano por lo que abundan los focos de contagio.
  • Disminuye la temperatura media de nuestro cuerpo y puede provocar una vulnerabilidad transitoria de nuestro sistema inmunitario, lo cual algunos virus oportunistas pueden aprovechar.
  • Disminuye la temperatura en nuestras fosas nasales, lo cual puede ser una oportunidad para aquellos virus que acceden a nuestro cuerpo a través de esa vía. El ejemplo más notable son los rinovirus.

Dicho esto podemos dejar claro que el frío puede favorecer el ataque de algunos virus, pero no nos hace enfermar como tal ya que antes hemos tenido que estar en contacto con esos virus.

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En este artículo, sabiendo ahora todo esto, vamos a explicarte qué puede hacer el ejercicio físico regular por tu sistema inmunitario si eres de los que siempre cae enfermo en navidades.

¿Qué debemos entender por sistema inmunitario?

El sistema inmunitario (inmune es incorrecto), se compone de un gran entramado de células y estructuras que conforman una red que nos protege de agentes potencialmente peligrosos, ya sean externos o internos. Este sistema no solo elimina o aísla a estos agentes sino que también los identifica.

El sistema inmunitario no es algo que pueda apagarse o encenderse ya que nunca jamás cesa su actividad. Su presencia y actividad se extiende a todos los órganos, estructuras y fluidos.

Así pues, cuando nos exponemos a un agente peligroso como puede ser cualquier virus o bacteria, nuestro sistema inmunitario lo identifica, lo aísla y lo elimina. El papel que juega aquí el frío no es otro que el de provocar cierto descenso en el grado de protección de nuestro sistema inmunitario. Además, el frío también es un medio muy favorable para la propagación y desarrollo de ciertos tipos de virus como el de la gripe, el resfriado o el coronavirus. Por eso la fiebre es una de las armas principales que tiene nuestro cuerpo para protegerse ya que dificulta el avance del virus.

Cómo ayuda el ejercicio a nuestro sistema inmunitario

Iremos al grano y luego lo explicaremos. El ejercicio físico actúa como un agente estresor que, aplicado de manera sistemática y progresiva nos permite adaptarnos al medio y fortalecernos. Veamos cómo funciona.

Cuando practicamos ejercicio nuestros sistemas neurológico, inmunitario y endocrino interactúan sin parar entre si. Como decíamos, el ejercicio es un estresor, el cual inicia un efecto dominó de diferentes acontecimientos. 

Por poner un ejemplo, durante el ejercicio se liberan hormonas como la adrenalina o el cortisol, lo que provoca cierto grado de inmunosupresión, o dicho de otra manera, una bajada de las defensas de nuestro organismo. Esta bajada de defensas provoca la inhibición de los linfocitos B y T, encargados de producir anticuerpos y atacar agentes extraños. En resumen, el ejercicio nos debilita a corto plazo.


No obstante, si nos exponemos al ejercicio físico de manera regular, sistemática y estratégica y permitiendo una buena recuperación, nuestro sistema inmunitario se fortalecerá en el medio y el largo plazo. Además, en el corto plazo, aunque podamos seguir hablando de un descenso puntual de las defensas mientras dure el ejercicio, este será más moderado. 

En resumen, en el corto plazo podemos hablar de cierta inmunosupresión provocada por la práctica de ejercicio físico, sobre todo si este es intenso y extenuante. No obstante, precisamente esta práctica de ejercicio físico, si es de forma regular, nos pone en mejor disposición de afrontar contagios e infecciones futuras. 


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