Antiguamente, y tampoco nos tenemos que remontar muchos años atrás, era muy común comer en familia y en el hogar. Ahora en el estado occidental que tenemos de estar todo el día en el trabajo, esto se ha complicado y nos toca comer rápido, en tupper, y a veces de manera aislada.
Algunas investigaciones han llegado a relacionar este hecho con un aumento en el índice de sobrepeso y obesidad que padecemos. Hay mucha evidencia que sugiere que ha habido cambios en las prácticas dietéticas en las últimas décadas, con menos tiempo dedicado a comprar alimentos, cocinar y comer en el hogar a pesar de los beneficios potenciales de la preparación y el consumo de alimentos en el hogar.
Debido a esto, los expertos en salud están buscando estrategias efectivas para combatir la epidemia de obesidad, incluido el posible papel de las comidas en el hogar y compartidas en familia. Algunas investigaciones sugieren un posible efecto protector de las comidas caseras sobre la salud infantil, los resultados psicosociales y las relaciones familiares.
Por ejemplo, se ha propuesto comer juntos en el hogar para fomentar la autoestima, promover el rendimiento académico y proteger contra el abuso de sustancias en los adolescentes. Un estudio quiso investigar de forma completa cuáles eran todos los beneficios de comer acompañado y en familia, y lo que observó fue lo siguiente.
Aumento de la calidad de la dieta y patrones dietéticos
Tras la recopilación de varios estudios, observaron que la calidad de la dieta era mucho mayor, tanto para niños como para adultos debido a que la ingesta de verdura, fruta y otros alimentos de origen vegetal era mucho mayor. Esto es normal ya que cuando se está en el trabajo o en el colegio se busca comer algo que sea rápido y fácil, tirando a veces por alimentos ultraprocesados.
Se mostró también que la frecuencia de las comidas familiares se asocia positivamente con una mayor ingesta de calcio, fibra, magnesio, potasio, hierro, zinc, folato, tiamina, riboflavina, B12, B6 y vitaminas A, C y E. A pesar de que la dieta sea de mayor calidad gracias a la inclusión de más alimentos vegetales, se desconoce si esto significa que se consumen menos calorías.
Es importante no centrarse única y exclusivamente en las calorías consumidas, pues a igualdad de calorías, la composición corporal puede ser mucho peor y, por supuesto, el índice de enfermedades cardiometabólicas puede aumentar.
Mejor salud
La mayoría de los estudios que examinan las asociaciones entre compartir comidas juntos y la salud se centran en los resultados que están más estrechamente relacionados con la nutrición y parece ser que aquellas personas que tienen una mayor relación con su familia a la hora de realizar distintas ingestas, disminuye el riesgo de hipertensión, sobrepeso y obesidad, diabetes, etc.
Por otro lado, también se ha observado que los trastornos alimentarios y los hábitos alimentarios restringidos, como las dietas extremas tienen una relación inversa con la frecuencia de veces que se come en el hogar y en familia. Es decir, que es menos probable que existan TCA cuando se come en familia.
Mejor ambiente psicosocial
Varios estudios han investigado la asociación entre la frecuencia de comidas familiares compartidas y características psicosociales específicas y comportamientos de riesgo. En el estudio que hemos citado anteriormente, se encontraron asociaciones positivas entre la frecuencia de las comidas familiares y la autoestima, los logros académicos, el compromiso con el aprendizaje, las percepciones positivas de apoyo y los límites, los valores positivos, las competencias sociales y el bienestar psicológico general.
Además, se encontraron asociaciones negativas entre la frecuencia de las comidas familiares y el uso de sustancias (alcohol y tabaco), síntomas depresivos, ideación suicida, trastornos alimentarios y prácticas no saludables y extremas de pérdida de peso.
Mejora de la relación familiar
Se ha propuesto también que pasar más tiempo en familia, pueda mejorar la relación familiar, algo que no tiene por qué ser así. En el estudio se concluye que comer juntos puede fomentar mejores habilidades de comunicación en los adolescentes.
Durante un período de tres años y medio, los investigadores encontraron que las comidas familiares frecuentes durante la adolescencia, predijeron la frecuencia de comunicación entre padres e hijos a lo largo del tiempo. Aquellas familias que comenzaron a comer más con sus hijos adolescentes, reportaban una mayor comunicación entre padres e hijos durante los primeros años de la adolescencia.
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