Te has adelantado a la vuelta de vacaciones y ya llevas unos días a tope en el gimnasio, corriendo o haciendo el deporte que más te guste. O quizá lleves meses en ello, porque sabes que cuidarte no es una cosa que solo deba preocuparte unos pocos meses al año.
Pero te estás empezando a agobiar porque no notas resultados, y no sabes por qué. ¿Es tu caso? Echa un vistazo a este artículo en el que vamos a repasar qué cosas pueden estar entorpeciendo tus esfuerzos.
No has reparado en la alimentación
Es un error muy común pensar que simplemente haciendo ejercicio vamos a adelgazar, pero la verdad es que si no cuidas también lo que comes, el ejercicio no es suficiente.
Para adelgazar necesitas crear un déficit calórico en el que quemes más calorías de las que consumes. Además, es recomendable que esas calorías provengan de alimentos de buena calidad, muchos de origen vegetal, nada de ultraprocesados y eliminando los azúcares añadidos todo lo posible.
Eso quiere decir que puedes matarte en el gimnasio pero si después de hinchas a refrescos, precocinados y bollería, por ejemplo, tu peso puede seguir igual o incluso aumentar. El ejercicio es básico para una vida saludable, pero si quieres adelgazar, tienes que hacer cambios también en tu alimentación.
Tienes demasiado estrés
El estrés de la vuelta al trabajo y a la rutina puede estar jugando en tu contra, y uno de sus efectos puede ser dificultarte la pérdida de peso.
El motivo principal es que uno de los efectos del estrés es que hace que nos apetezcan comidas con un mayor contenido de azúcar como forma de recompensa, para calmarnos.
Pero además, el estrés puede provocar insomnio, que a su vez puede llevarnos a engordar: la falta de sueño afecta a la producción de las hormonas que nos ayudan a sentir saciados cuando comemos, y por eso puede terminar provocando que comamos de más y subamos de peso.
No estás durmiendo bien
Puede ser por estrés o por cualquier otro motivo: jet lag, cambio de horarios tras el verano, insomnio crónico o cualquier otro problema. El caso es que, como ya hemos dicho, dormir poco o mal puede ser un motivo por el que no consigues bajar de peso.
En concreto, el insomnio afecta a la producción de dos hormonas, llamadas leptina y grelina, que actúan regulando las sensaciones de hambre y saciedad. Cuando la falta de sueño descompensa su producción, estas sensaciones cambian, y pueden llevarnos a comer de más.
Tienes el metabolismo más lento
Algunas personas tienen más dificultades para adelgazar que otras porque su metabolismo es más lento. El metabolismo es la serie de reacciones químicas que lleva a cabo nuestro cuerpo para realizar sus tareas, especialmente las que extraen la energía de los alimentos que ingerimos.
Todos hacemos las mismas reacciones, pero en algunas personas éstas son más rápidas y eficientes y queman más calorías, mientras que en otras, queman menos. Por eso, comiendo lo mismo, unas personas engordan y otras no.
El metabolismo es diferente en cada uno, y además puede variar en distintos periodos de la vida según nuestra edad, si padecemos algunas enfermedad metabólica, si fumamos o no, o los embarazos.
Padeces hipotiroidismo
El metabolismo del punto anterior está regulado por las hormonas que se producen en la tiroides, una glándula situada en el cuello, sobre la clavícula. Cuando la tiroides no funciona al ritmo que debería y no produce suficientes hormonas, se trata de un problema de hipotiroidismo.
En estos casos el metabolismo es extremadamente lento, y eso tiene algunos efectos sobre el cuerpo y la salud, como cansancio, intolerancia al frío y aumento de peso entre otras.
Si crees que este puede ser tu caso, acude a un profesional médico para que te realice el diagnóstico adecuado y te prescriba el tratamiento que necesitas. Aquí hablamos de cómo debe ser una dieta de adelgazamiento para una persona con este problema.
No bebes suficiente agua
Estar bien hidratado es parte de una rutina saludable, pero también puede ayudarte a perder peso.
Por un lado, porque a menudo confundimos la sed con el hambre, y comemos cuando en realidad lo que necesitamos es beber. Por otro, porque se ha comprobado que beber agua puede ayudarte a perder peso. Beber un vaso de agua grande antes de las comidas ayuda a sentirte saciado antes reduciendo el número de calorías. Además, parece que beber agua influye en el metabolismo, de forma que se queman entre un 24 y un 35% más de calorías.
Sí estás perdiendo peso, pero no te das cuenta
Cuando hablamos de perder peso, en realidad nos referimos a perder grasa corporal. Es lo que conseguimos haciendo ejercicio, convertir esa grasa que consideramos que nos sobra en músculo.
El problema es que si nuestro progreso solo se mide con el número que nos da la báscula, puede ser engañoso: quizá sí estemos perdiendo grasa y convirtiéndola en músculo, pero sigamos pesando lo mismo, o incluso más.
Por eso no conviene limitarse solo a la báscula, y fijarnos en otros detalles que nos indican si vamos por buen camino: si nos cuesta menos esfuerzo hacer las mismas actividades, si la misma ropa nos sienta mejor, si nosotros nos encontramos más atractivos, si descansamos mejor y nos sentimos más activos.
Este artículo fue originalmente publicado por Rocío Pérez en agosto de 2018 y ha sido revisado para su republicación.
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