Aunque asociamos la palabra estrés con connotaciones negativas, científicamente hablando el estrés no es bueno ni es malo.
Se define el estrés como la reacción fisiológica del cuerpo cuando tiene que enfrentarse a una situación amenazante o de mayor exigencia de lo habitual. Esa reacción consiste en una respuesta del sistema nervioso simpático de lucha o huida: o bien se planta cara a la amenaza o bien se busca una vía de escape para alejarse de ella.
Esa respuesta nerviosa no es por tanto ni buena ni mala. Lo que ocurre es que nuestro organismo no puede vivir constantemente en estado de estrés. Pasado un tiempo, el cuerpo vuelve a condiciones fisiológicas normales, un proceso conocido como homeostasis.
Es cuando nos vemos sometidos a condiciones de estrés de forma constante o con demasiada frecuencia durante demasiado tiempo cuando el estrés se convierte en un problema de salud mental. Pero de hecho, el estrés puede ser también una emoción positiva.
Las dos caras del estrés
Aunque lo normal es hablar simplemente de estrés, a secas, de hecho existen dos tipos diferentes de emociones relacionadas con el estrés, una positiva y otra negativa.
Eustrés, o estrés positivo
Se llama eustrés a ese proceso natural de adaptación que consiste en una activación aguda de los sentidos y los reflejos durante un periodo de tiempo corto para hacer frente a una situación excepcional de amenaza o de otro tipo que requiere más esfuerzo.
En este caso, la situación exigente produce sensaciones positivas, de impaciencia si lo que esperamos es algo bueno, de refuerzo de la autoestima al hacer frente a una situación que supone una exigencia desacostumbrada, de autorrealización, etc.
Distrés, o estrés negativo
En cambio, se llama distrés a aquel que supera el potencial de homeostasis o equilibrio y que causa fatiga, irritabilidad, ansiedad o ira.
El estrés negativo mantenido durante mucho tiempo puede terminar causando problemas físicos debido al mayor gasto de energía, como pérdida o aumento de peso, debilitamiento de las defensas, hipertensión y dolores de cabeza entre otros.
Diferencia en los síntomas
Entre el distrés (o lo que llamamos generalmente estrés, sin más) y el estrés positivo, hay varias diferencias. Una de ellas es cómo lo experimentamos.
En el caso del estrés, suele ir acompañado de cansancio, irritabilidad, ira, inseguridad... además de una sensación habitual de bloqueo que dificulta la toma de decisiones y el desarrollo de tareas que no hace sino empeorar la situación de estrés.
Por su parte, el eustrés es a nivel emocional una experiencia diferente que conlleva satisfacción, vitalidad, energía, optimismo y aumento de la autoestima. Estas sensaciones pueden suponer una mejora de la calidad de vida.
Cómo gestionar el estrés para convertirlo en eustrés
En algunos casos, el estrés que soportan algunas personas alcanza dimensiones tales que se convierte en un problema de salud y necesitan ayuda profesional. Si estás o crees que puedes estar en esa situación, lo mejor es que acudas a tu médico.
Pero si tu situación no ha alcanzado ese punto y crees que puedes intentar darle la vuelta por ti mismo al estrés para convertirlo en una sensación positiva, aquí te damos algunos consejos para conseguirlo.
1. Controla los pensamientos negativos
A veces nos convertimos en nuestro peor enemigo empeorando las situaciones que suponen un alto nivel de exigencia con pensamientos negativos que nos llevan a empeorar el estrés y la ansiedad. Esto no es fácil de evitar, pero tampoco es imposible. Por ejemplo, en vez de repasar todo lo que puede salir mal en una de estas situaciones, piensa en todas las cosas que ya están hechas o que sabes hacer bien.
2. Confía en ti mismo y tus decisiones
Está bien pedir opinión y consejo a personas de cuyo criterio nos fiamos, pero nunca deben sustituir a nuestra propia opinión e instinto. Muchas veces sabemos más de lo que queremos creer, solo hace falta un poco de autoconfianza.
3. No magnifiques los problemas
La mayoría de nuestras preocupaciones no son tan grandes como solemos verlas. Intenta no enredarte en una maraña de preocupación innecesaria.
4. Actividad física y relajación
A menudo cuando estamos en una época de mucho trabajo, exámenes o compromisos familiares, dejamos de hacer deporte porque estamos demasiado estresados, no tenemos tiempo, tenemos mucho lío... Y eso es un error.
La actividad física, en concreto disciplinas que ayudan a la relajación como el yoga o el pilates, son una buena forma de convertir ese estrés en eustrés, afrontar los compromisos de otra forma e incorporar sensaciones positivas a tu día a día.
5. Busca momentos para las cosas que te gusten
Igual que el deporte, hay otras cosas que dejamos de hacer en épocas de mucho estrés, como ver a nuestros amigos o familiares o dedicar tiempo a nuestras aficiones. Eso convierte todo nuestro día a día en una sesión monotemática de trabajo o estudio, y elimina las cosas buenas que tenga nuestra vida. Aunque no podamos dedicarles tanto tiempo como querríamos, conviene no eliminar absolutamente esas actividades de nuestra vida para evitar que el estrés nos sepulte.
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