Todo el mundo está hablando de The Goop Lab. Que una celebridad como Gwyneth Paltrow tenga su propio espacio en Netflix da mucho para comentar. Por desgracia, casi todo lo que se puede decir es negativo.
Desde que Gwyneth Palthrow se convirtió en una "gurú" de la salud y el bienestar, en 2008, la fama de Goop, la publicación ha crecido en seguidores y temas. Con esta serie "netflixariana", sus valores básicos (el "amimefuncionismo", el populismo y la falacia de autoridad) expresan su máximo esplendor.
Populismo, "amimefuncionismo" y publicidad: la mezcla perfecta
No hay nada como una receta perfecta, en su justa medida, para dar con los paladares de la gente. Como chefs maestras, Gwyneth Palthrow y Elise Loehnen han conseguido mezclar el populismo, el amimefuncionismo y la publicidad en un plato que está haciendo las delicias de seguidores y curiosos. Sin embargo, no nos dejemos engañar. Bajo este producto existen algunos serios problemas de base.
Antes de nadas, ¿qué es Goop? Esta revista es una publicación que habla de bienestar, básicamente, dando pábulo a casi cualquier tema que parezca popular. En muchas ocasiones se visten estos temas con algo de debate, para darle peso, justificándolo bajo el adjetivo de "polémica". The Goop Lab coge estos mismos temas, seis en concreto, y los traslada a las pantallas con Netflix. Específicamente, esta serie cubre desde el uso de drogas a la sexología, pasando por la crioterapia, el ayuno, la cosmética y, curiosamente, los fantasmas.
Todos estos temas, como decíamos, se presentan como debatidos o polémicos, apelando al populismo de la gente. Desde la serie tratan de dar a entender que muchos de ellos no son conocidos o promovidos por el conflicto de intereses (aunque nunca lo dicen abiertamente) o por el desconocimiento de la población. Es una clara estrategia de apelar a lo novedoso, misterioso y desconocido. También utilizan las emociones. Toda la serie emplea constantemente las entrevistas con usuarios y la propia plantilla de Goop.
Estas personas nos cuentan efectos y sensaciones, emociones y vivencias, todas propias. Con esto es fácil enganchar al espectador y llevarlo a la siguiente parte: el "amimefuncionismo". Esto consiste en tomar como válidos los argumentos subjetivos, especialmente en contra de las evidencias científicas. Este término, coloquial, proviene de la afirmación "pues a mi me funciona" y es empleado para tratar de dar validez a una afirmación sin pruebas aduciendo al falso empirismo.
El último ingrediente es la publicidad, la cual está tremendamente bien integrada en la serie, donde las presentadoras, valga la redundancia, presentan varias empresas y servicios afines, incluyendo su propia publicación, en una serie de capítulos que promueven prácticas que jamás han sido avaladas a nivel científico o médico.
¿Pero tiene algo de real?: de la falacia de autoridad y otros expertos
The Goop Lab utiliza varias técnicas para terminar de aderezar el programa y darle algo de validez. Entre ellas está la consabida falacia de autoridad y la consulta de expertos que no lo son. Con la entrevista de médicos (cuando no tienen título) o personas famosas sobre ciertos temas, bajo grandilocuentes carteles que anuncian sus puestos, la serie pretende reforzar sus argumentos.
Esto, sin embargo, tiene poco sentido. Un experto siempre puede estar sesgado en sus argumentaciones o por sus intereses. También puede equivocarse. Para combatir estos problemas de sesgo, todos los expertos y documentales aportan fuentes que permitan contrastar la información. Siguiendo la línea narrativa de "yo me lo guiso, yo me lo como", The Goop Lab no lo hace, dejando que sea el espectador el que decida bajo una auténtica falacia de autoridad, reafirmada por el "amimefuncionismo" del que hablábamos.
"Si lo dice este experto, y encima a esta persona le funciona, ¡por qué no iba a ser verdad!", es el mantra de todo el programa. Para ponerle la guinda al pastel, el programa se lava las manos nada más comenzar diciendo que no es un consultorio de salud, sino que solo sirve para el entretenimiento. Una pobre excusa para un programa que habla exclusivamente de la salud de las personas.
Que hablen de mí, mal, pero que hablen
Dejemos clara una cosa: The Goop Lab no tiene ninguna intención de mejorar la salud de las personas. Es más, Gwyneth Paltrow ha sido foco en más de una ocasión por admitir que ella hace negocio con la polémica que ofrecen sus decisiones. Para conseguirlo, la empresaria no duda en hablar con los personajes más variopintos, eclécticos (y famosos) que puede. Desde artistas que trabajan como sexólogas a la "médium más célebre del mundo".
Pero tras cada capítulo solo vemos lo que la cámara quiere que veamos, a las goopers, el equipo de Goop, "disfrutando" de una especie de catarsis. No hay datos, no hay evidencias, no hay nada. Solo emoción y estética, algo de lo que hablar. Esto es curioso porque dentro de la idiosincrasia del producto, lo que en realidad le venden al espectador está relacionado con su bienestar.
Y esto es muy peligroso. Con esta estrategia, que le está valiendo a Gwyneth Paltrow varios cientos de millones de dólares al año, puede generar una idea falsa, y bien orquestada, en los espectadores. Esto puede llevar a que personas dejen terapias reales o busquen en terapias alternativas y productos sin evidencia científica, un resultado que es puramente subjetivo. Es más, en los capítulos se llega a hablar de cuestiones de las que sí se sabe que hay evidencia científica.
Sin embargo, dentro del propio programa se tergiversan horriblemente, como ocurre con el ayuno, apostillado por una marca y un tratamiento publicitado como el que no quiere la cosa, o la sexología, que es un tema delicado y empleado de una manera mercantilista en The Goop Lab. En definitiva, a pesar de su tímida "advertencia" al principio del programa, este es peligroso por el tremendo alcance y la combinación que expresa. Lo poco bueno que podría tener lo destroza por interés, y lo mucho malo, como los ultraprocesados, nos lo meten entre pecho y espalda en un producto sabroso pero totalmente insano.
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Imágenes | The Goop
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