Vivir para siempre puede ser una meta bastante pobre si nuestra propia vida no está para disfrutarla. Mens sana in corpore sano, dice el aforismo atribuido a Juvenal. Y no hay nada como vivir con calidad de vida.
Para ello hace falta algo más que, sencillamente, dejar pasar el tiempo y evitar los problemas. La calidad de vida se trabaja y se consigue. No es algo complicado, aunque debemos comprometernos con nuestro estilo de vida y cambiarlo. El secreto es el de siempre. Pero nunca está de más recordarnos que el futuro que queremos vivir está en nuestras manos.
¿Por dónde empiezo?: aumenta la actividad física
Es una cuestión muy básica. Por ello, probablemente, nos cueste más que otras actitudes más radicales: debemos aumentar la cantidad de actividad física diaria. Esto no significa hacer más ejercicio, de lo cual hablaremos un poco más adelante, sino de moverse más: subir las escaleras, pasear, coger la bicicleta...
Según la OMS, la inactividad física es el cuarto factor de riesgo en lo que respecta a la mortalidad mundial. Además, el sedentarismo se relaciona con todo tipo de enfermedades, incluyendo el cáncer, la diabetes, la obesidad, la depresión, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares... El principal beneficio de aumentar la actividad física en nuestro día a día consiste en reducir este tipo de afecciones, mejorando nuestra calidad y esperanza de vida ahora y en un futuro.
Cambia tu dieta y estilo de vida
Cuando se habla de dieta todo el mundo simplifica demasiado este aspecto. Pero una dieta puntual, con un objetivo concreto, tanto si es buena como si no, no influirá a largo plazo en nuestra calidad de vida. En vez de eso, es necesario apostar por un cambio de estilo de vida. Para ello es imprescindible adoptar ciertos hábitos saludables que nos permitan cambiar para siempre aquellos que nos perjudican, especialmente a largo plazo.
Decisiones como beber más agua, reducir la cantidad de azúcar libre, evitar los ultraprocesados, comer más verdura y fruta, reducir la cantidad de carne, cocinar más, comer con mesura, pensar con antelación qué comer... todas estas pequeñas acciones se convierten, de una manera u otra, en hábitos saludables que nos ayudarán a mantener una mejor calidad de vida.
Aumenta el ritmo: haz ejercicio
Ahora sí, hablamos no de aumentar la actividad física sino la actividad moderada o intensa. Es decir, hacer ejercicio. La OMS estima que para los adultos hacen falta, como mínimo, 150 minutos semanales para la práctica de actividad física aeróbica, de intensidad moderada, o bien 75 minutos de actividad física aeróbica vigorosa cada semana. También aconsejan trabajar los diversos grupos musculares, algo que a la larga lo notaremos por tener una mayor y mejor movilidad.
Además de reducir el riesgo de enfermedades, hacer ejercicio moderado mejora la capacidad cardíaca y reduce la posibilidad de sufrir ataques al corazón. También reduce la hipertensión, ayuda contra la depresión e, incluso, nos ayuda a mejorar la calidad del sueño. Por supuesto, combate la diabetes y todas las enfermedades asociadas, incluyendo la obesidad, que es la mayor epidemia mundial a día de hoy. Con solo 30 minutos diarios de ejercicio intenso podemos obtener una mejora física sustancial.
Deja de fumar (o no empieces)
Aunque sea difícil de asimilar, dejar de fumar tiene una serie de beneficios inmediatos. Pero los que más nos interesan son, en realidad, los que ocurren a largo plazo. Dejar el tabaco supone una mejora en la circulación, menor probabilidad de sufrir accidentes cerebrovasculares y mejorar la capacidad pulmonar de forma notable.
También se nota en algunos e importantes aspectos metabólicos. No menos importante son los sentidos del olfato y el gusto, que se recuperan enormemente, pudiendo disfrutar de sabores y olores nuevos. Por supuesto, uno de los principales aspectos de dejar el tabaco está relacionado con la probabilidad de sufrir cáncer de pulmón. En definitiva, una serie de importantes beneficios a largo plazo que nos aseguran una mayor calidad de vida.
Dormir y descansar más
No descansar lo suficiente puede llevar a una mala predisposición diaria: torpeza, mal humor, frustración... y depresión. Los problemas asociados con la psicología y la actitud están directamente ligados a nuestra capacidad de descansar. Por ello es imprescindible dormir bien. Eso no significa dormir ocho horas y ya está.
Descansar tiene un significado mucho más profundo y completo, relacionado con nuestra capacidad de caer en el sueño, sí, pero también de hacerlo de manera profunda y relajada. Para ello, podemos adoptar algunas costumbres y hábitos que nos ayuden a dormir más y mejor. Con el tiempo, esta será una de las mejores cosas que habremos adoptado en nuestra vida.
Dejar, o al menos reducir, el alcohol
No nos cansaremos de repetirlo: no existe ninguna cantidad de alcohol que sea segura para el organismo. De hecho, dejar de tomar alcohol nos ayudará a la larga en muchos aspectos: mejoraremos el descanso, controlaremos mejor la vejiga, acumularemos menos grasa... los beneficios de dejar el alcohol por completo son considerables.
Entre ellos está el reducir la probabilidad de sufrir un cáncer. Si aún así decidimos seguir bebiendo alcohol, es importante no engañarnos y entender el beneficio de consumirlo con moderación. El alcohol es la droga más extendida y aceptada socialmente. Pero, si queremos ganar en calidad de vida, será positivo que entendamos lo que hace en nuestro organismo.
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