La fiebre es un acontecimiento común y protector, especialmente en niños. No es más que una alarma que se enciende como respuesta a una infección. El problema es que no sabemos exactamente cuál es la infección por la que ha saltado dicha alarma, y la literatura indica que los médicos y los pacientes tenemos demasiados mitos y conceptos erróneos sobre el tratamiento de dicha fiebre. Vamos a identificar los conocimientos, las actitudes y los mitos y verdades respecto a la fiebre tanto en adultos como en niños.
La fiebre: presente y desconocida a partes iguales
La fiebre se define como una temperatura corporal superior a 37,2ºC según una medición axiliar realizada por médicos de atención primaria. En función del método utilizado, la temperatura puede ser mayor o menor. La temperatura medida por vía rectal es más precisa, y sitúa ese umbral en 38ºC.
Otras formas de medir la temperatura son la membrana timpánica (oído) y la temperatura oral. Es por eso que podemos ver en diferentes artículos que 37,2ºC es fiebre, mientras que en otros documentos nos exponen que hasta 38ºC no se considera fiebre.
La mayoría de fiebres no causan molestias hasta que se elevan por encima de los 39ºC, y no suelen superar los 40º. Muy rara vez se elevan por encima de esos 40º y alcanzan los 41º.
En cualquier caso la fiebre se considera una parte beneficiosa de la respuesta inmunitaria que se activa con una infección viral leve (la mayoría de los casos) o una infección bacteriana grave como meningitis o neumonía (la minoría de los casos).
Sin embargo, existe la fobia a la fiebre, especialmente por parte de los padres ante la aparición de la misma en sus hijos, ya que es dónde suele ser más común que se manifieste. Esa fobia se debe a la desinformación que rodea a la fiebre, tanto por parte de la población general, como en algunos mensajes de los profesionales de la salud.
¿Cuándo es necesario empezar a bajarla?
La fiebre en sí no debe ser tratada de forma invasiva con antipiréticos (que reduce la fiebre) si no se trata de casos graves. En episodios leves, la inmensa mayoría, es recomendable que la fiebre siga su curso, y nuestro sistema, altamente cualificado para ello, se encargará de eliminar ese virus o bacteria que ha encendido la alarma y ha aumentado la temperatura.
Si esa aparición de fiebre va acompañada de otros síntomas como malestar, irritabilidad, signos de infección, insomnio o llanto prolongado en el caso de niños pequeños, es recomendable acudir a un médico para que nos evalúe y decida si es necesario prescribir un tratamiento para reducir la fiebre, eliminar la irritabilidad y mejorar la comodidad del paciente.
Pero debemos considerar la fiebre como un activador del sistema inmunológico que combate las infecciones, y solo ir contra ella en esos casos en los mantener una temperatura corporal elevada tenga más riesgos que beneficios.
Los mitos más extendidos en relación a la fiebre
El termómetro tiene toda la razón y es el que marca el camino
La temperatura corporal fluctúa por diversas causas. Si tomamos el sol, nuestra temperatura aumentará. Si practicamos actividad física de una cierta intensidad, también aumenta en gran medida nuestra temperatura. A ello se le añade el error del aparato de medición o el lugar donde se coloque el termómetro.
Tener la piel caliente o una temperatura por encima de 37,2ºC - 38ºC no significa que tenemos fiebre, ya que puede deberse al clima, al entrenamiento, o a fluctuaciones de la temperatura durante el día y durante las diferentes etapas del ciclo menstrual en mujeres.
Puedes hacer la siguiente prueba para observar de manera práctica esa fluctuación de la temperatura. Mide tu temperatura corporal por la mañana y por la noche, y si quieres que haya mayor fluctuación mídela por la mañana y por la noche después de un entrenamiento largo e intenso de resistencia.
Lo recomendado para decidir si nos encontramos ante un episodio febril o no, es basarnos en nuestras sensaciones, y no en el número exacto que nos da un termómetro. Ese dato por supuesto es importante, pero lo diferenciador es todo lo que rodea a ese número de grados centígrados a los que nos encontramos.
Si tengo la frente caliente, tengo fiebre
Las posibilidades de acertar la presencia o no de fiebre según el tacto son como tirar una moneda al aire. Si la temperatura es muy alta hay más opciones de acertar, pero ese aumento de temperatura, como hemos comentado en el apartado anterior, puede ser por una exposición al sol o a un esfuerzo intenso.
La fiebre es peligrosa: causa convulsiones febriles y daño cerebral
Los efectos secundarios más comunes de la fiebre son benignos e incluyen una leve deshidratación, aumento de somnolencia y malestar. Una complicación muy rara de la fiebre que puede presentarse en el 2-4% de niños pequeños con fiebre son las convulsiones febriles, pero no hay evidencia científica que sugiera que puede aparecer daño cerebral después de una convulsión febril.
Diferente consecuencia tiene la elevación extrema de temperatura en casos como los que desgraciadamente alguna vez ocurren con niños que se quedan dentro de un automóvil cerrado en verano. Pero un episodio febril, causado ante una infección es extremadamente raro que alcance temperaturas tan altas como para producir daño cerebral.
Pero es ahí donde es necesario separar fiebre e hipertermia. La fiebre es no es dañina ni peligrosa casi nunca, la hipertermia si puede serlo casi siempre.
En la fiebre es muy raro que ocurran complicaciones, pero con la hipertermia se dan fallos en la termorregulación que pueden llevar a problemas graves. Es la diferencia entre el caso de un niño dentro de un automóvil, y un leve aumento de temperatura causado por una infección (fiebre).
Si la fiebre no baja, la causa es grave
La duración de la fiebre no está relacionada con la gravedad de la infección. A veces puede durar más, y a veces puede disminuir rápidamente. Simplemente nuestro sistema toma su tiempo para desactivar ese aumento de temperatura, en función de la infección que la haya causado.
A mayor temperatura de fiebre, mayor es la gravedad
Son muchos los estudios que han visto como no existe una correlación entre los grados de temperatura de las personas y la gravedad de la misma. Podemos tener una fiebre baja y una causa grave, y viceversa. Una vez más, lo importante es nuestro aspecto y los síntomas que aparecen, y no la fiebre alta o baja.
¿Cómo bajar la fiebre? Remedios caseros
Puede ser suficiente con el consumo de paracetamol o ibuprofeno para paliar los posibles efectos secundarios que crean molestias, ya que ante un episodio febril han demostrado ser más eficaces que un placebo.
En el caso que un profesional sanitario haya prescrito algún tratamiento no es recomendable despertar al niño, pareja o cualquier persona si está durmiendo, aunque por la hora esté prescrita la toma del antipirético. El sueño en sí ya es un antifebril natural.
También existen otros muchos remedios caseros, unos que pueden ser útiles y otros que pueden ser peligrosos. En cualquier caso el cuerpo es un sistema tremendamente complejo y autosuficiente en la mayor parte de las ocasiones, para combatir la fiebre por sí mismo.
Baños tibios con esponjas, abanico y mantas de enfriamiento para reducir la fiebre
El cuerpo tiene tres mecanismos naturales para eliminar calor: conducción, convección y evaporación. La conducción intercambia calor entre dos objetos en contacto (un refresco caliente y un vaso con hielo). La convección reemplaza aire caliente por aire más frío (sistemas de aire acondicionado). La evaporación hace que disipemos el calor (cuando hacemos deporte y sudamos).
Los métodos de este apartado siguen la línea de esos tres mecanismos para ayudar a que el cuerpo pierda calor y baje así la temperatura. Pero cuidado, porque más frío no es mejor, de hecho es contraproducente. Por lo que no debemos ir al extremo de usar hielo o un exceso de frío.
En el uso de la eliminación de calor mediante estos métodos hay dos vertientes: los que la apoyan y los que prefieren evitarla. Los que la apoyan se basan en que la temperatura axilar baja después de su utilización. Los que prefieren evitarla se basan en que con este método la temperatura rectal se eleva y provoca la constricción de los vasos sanguíneos, lo que hace que no se disipe realmente esa calor interna.
Es por ello por lo que el agua tibia puede ser una opción, junto con mantas de enfriamiento o el abanico, pero hielo o agua fría no es recomendable para reducir la fiebre. Por el contrario sí se suele utilizar hielo o baños de agua helada ante episodios de insolación, y ahí radica el principal aspecto que nos puede inducir a error.
Frotar el cuerpo con alcohol y hielo
No se recomienda el uso de este métodos para reducir la fiebre ya que puede estar asociado con efectos adversos, y paradójicamente, con un aumento de la fiebre. Pueden aparecer complicaciones graves en algún caso como hipoglucemia o incluso peores, debido al frotamiento con alcohol.
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