Nuestros actos determinan nuestro estado de ánimo y las conexiones con los demás
El ser humano ha vivido el eterno tira y afloja entre cooperar para sobrevivir y luchar para sobrevivir. A todos nos viene a la mente alguna cara si leemos 'buena gente' y también imaginamos a alguien 'feliz' en nuestro baúl de recuerdos. Hay algunos rasgos que comparten las buenas personas que son felices, según la literatura científica del comportamiento humano. Vamos a repasarlos a continuación para comprobar cuántos cumplimos y en cuáles tenemos que mejorar.
Las buenas personas que son felices cumplen varias características
Sienten gratitud y la expresan
La gratitud es una fortaleza humana importante que contribuye a la felicidad. Dar gracias por lo que tenemos y no fijarnos en lo que nos falta nos hace apreciar todo mucho más al detalle. Expresar esa gratitud con un mensaje positivo en un post it a un compañero de trabajo, un mensaje inesperado al móvil de un amigo o un abrazo largo a un familiar son algunas de las formas de hacerlo.
Presente: como regalo y como momento a vivir
La Real Academia Española de la Lengua define presente como el momento actual y también como un obsequio de una persona a otra. Si hay un rasgo que puede destacar sobre otros en la asociación entre buenas personas y la felicidad es la generosidad.
Si te dieran 100 euros y pudieras escoger entre gastarlos en ti mismo o en una persona que conocieras, ¿qué crees que te haría más feliz? Investigadores de Nature Communications llevaron a cabo el experimento y ya puedes imaginar qué opción hizo más feliz a los sujetos del estudio. El simple hecho de pensar en la situación ya hacía que los cerebros de los que regalan sean más felices.
El presente también es un regalo si de tiempo vigente hablamos. Dejar el rencor por algo que sucedió en el pasado y no vivir de ideas futuras, sino de acciones que las materializarán mejorarán nuestra conexión personal y laboral. El poder de perdonar de las buenas personas les hace más felices y productivas.
Empatía igual a amabilidad
Cada una de las más de ocho mil millones de personas que habitamos La Tierra libra una batalla. Durante mucho tiempo ayudé en una empresa familiar de hostelería y eso hace que cada vez que vaya a un bar o restaurante lo vea todo con una mirada totalmente diferente.
En más de una ocasión he pensado que todos tendríamos que experimentar cada una de las profesiones para saber cómo tratarnos. Necesitaríamos mil vidas para ello, pero la otra opción es intentar empatizar con la otra persona en cualquier situación.
Amable significa digno de ser amado y se expresa en cada interacción con otra persona. Las buenas personas son capaces de ponerse en los zapatos de los demás y crear una conexión especial. Las persona amable será amada, y la otra persona sentirá que también lo es.
El poder del lenguaje verbal y el no verbal
Dejarse asombrar por lo que nos cuenta otra persona, e incluso alegrarnos por lo bueno que le ha pasado a un amigo incluso más que él, es ser buenas personas y felices. Ser curiosos en el trato del estado de los demás, asombrarse como si fuésemos niños con las primeras veces, aunque no lo sean y expresar admiración por los demás crea una comunidad y una situación prosocial en la que todos nos ayudamos a todos.
Ese lenguaje no verbal que nos hace levantar las cejas y abrir la boca ante el asombro es similar a la sonrisa al decir buenos días. Nuestro cuerpo habla más que nuestras palabras, aunque tampoco hay que descuidar lo que decimos. Las palabras son balas o rosas hacia los demás, cada uno escoge lo que quiere repartir, sabiendo que de ello dependerá cómo nos ven y también cómo nos sentimos.
"Coopetición" en lugar de competición
Las buenas personas no intentan tirar de los que están por encima para bajarlas a su nivel sino ingeniárselas para conseguir subir el suyo. Desde pequeños aprendemos a competir para sacar buenas notas, marcar más goles que el otro delantero o cualquier situación que se presenta.
La "coopetición" es la competición con nosotros mismos para hacernos mejores con la rivalidad de los demás. Messi es mejor gracias a Cristiano y Cristiano es mejor gracias a Messi. Mirar a las personas como alicientes para mejorar uno mismo y hacerles saber lo buenos que son aporta felicidad y energía para mejorar sin 'pisar a nadie' y ser malas personas.
Saben elegir dónde acercarse y de dónde alejarse
La gran diferencia entre las buenas personas que son felices y las buenas personas que no lo son es que saben establecer límites. Dicen que 'de bueno, tonto' y no hay nada más cierto que una buena persona al lado de una mala persona tiene todas las de perder.
Las buenas personas que son felices saben alejarse de las personas tóxicas y los 'vampiros' que buscan robarnos la sangre y la energía. Una afirmación popular dice que 'somos la mezcla de las cinco personas con las que más tiempo pasamos', así que si queremos ser mejores personas y elevar la felicidad debemos mirar a nuestro alrededor.
Sólo sé que no sé nada
Cuando hablamos no aprendemos porque estamos contando algo que ya sabemos. Todo lo contrario ocurre cuando escuchamos. Esa es la razón por la que un buen oyente será tratado como buen amigo porque permite a la otra persona expresarse y a la vez lo aprovecha para captar ideas y aprender sobre la persona que tiene en frente.
La felicidad imperfecta, lo más importante de todo
El último apartado, y el más importante, es el que hace que las personas sean felices y entiendan el verdadero sentido de la felicidad. Muchos artistas se han vuelto locos y han dejado de crear por buscar la perfección. Lo mismo sucede si buscamos la 'felicidad perfecta', situación que nunca llegará.
Siempre habrá algo que falle en esa perfección, por lo que entender que la felicidad es imperfecta es el paso principal que toda persona ha de dar en algún momento de la vida. Abrazar lo que tenemos, sea poco o mucho, y centrarnos en todo lo bueno de las personas nos hará disfrutar de ese lado positivo e imperfecto.
Referencias
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Emmons, R. A., & Crumpler, C. A. (2000). Gratitude as a human strength: Appraising the evidence. Journal of social and clinical psychology, 19(1), 56-69.
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