La relación entre sexo y alimentación es tan antigua como la vida misma, ya que desde siempre se ha contemplado que el uso de ciertos alimentos a través de nuestra dieta podría tener un efecto libidinoso.
Desde las ostras hasta las fresas, pasando por extractos vegetales de origen milenario como el ginseng, cientos de productos han sido elegidos por la varita de Cupido como la respuesta hacia ciertos problemas de libido, excitación y sobre todo disfunción eréctil.
Pero, ¿realmente puede la alimentación mejorar nuestra vida sexual? Lo analizamos a continuación y te contamos los factores que realmente intervienen en la calidad de nuestra vida sexual.
Los alimentos afrodisíacos tienen un gran componente de sugestión
Desde hace muchos años se ha contemplado que la ingestión de algunos alimentos como chocolate, ostras o incluso alcohol en pequeñas dosis, como un copita de cava, podría tener efectos beneficiosos en lo que a la sexualidad se refiere, aumentando principalmente la libido.
Sin embargo, la evidencia científica no parece respaldar dicho potencial beneficioso en estudios de calidad. La mayoría de investigaciones destinadas a comprobar la efectividad de ciertos alimentos con fines sexuales no han traído conclusiones sólidas que puedan extrapolarse a la población general.
Por ello, en la actualidad podemos establecer que la mayoría de alimentos que son catalogados como afrodisíacos tienen un potente componente sugestivo. Esto quiere decir que aumentan nuestro apetito sexual porque nosotros creemos de antemano que provocan este efecto, y de hecho porque estamos plenamente convencidos de ello.
Una dieta saludable sí ayuda a nuestra sexualidad
Más que el consumo de alimentos o productos individuales, el patrón general saludable de una dieta —y del estilo de vida completo— sí que puede influir notablemente en la calidad de nuestra actividad sexual.
Siendo más concretos, sabemos que existe una relación clara entre los problemas cardiovasculares y el seguimiento de una mala alimentación cargada de grasas de mala calidad, un estilo de vida sedentario y un peso excesivo, sobre todo en lo relativo a grasa abdominal en hombres.
Si hablamos de erecciones, la presencia de estos problemas cardiovasculares podría traducirse en una incapacidad sexual o disfunción eréctil que merme la calidad de nuestra vida sexual.
La obesidad es enemiga del apetito sexual
En lo que se refiere a hormonas, sabemos que el exceso de grasa derivado de un estado de sobrepeso u obesidad puede alterar ciertos mecanismos hormonales.
Además, el apetito sexual también está regulado por compuestos como la testosterona en el caso de los hombres, y la progesterona en mujeres, entre otras hormonas. Esto provoca que los cambios hormonales derivados de la obesidad afecten negativamente a la actividad hormonal relativa al ámbito sexual.
Por ejemplo, en este estudio se observó que aquellos hombres con obesidad tenían niveles más bajos de testosterona y que, en general, la obesidad disminuye la testosterona total debido principalmente a la conocida resistencia a la insulina, un problema derivado del exceso de peso que altera el mecanismo de secreción de esta hormona responsable de controlar la cantidad de azúcar en sangre.
Otro estudio realizado en mujeres concluyó los estrógenos juegan un papel principal en las causas y consecuencias de la obesidad femenina, como por ejemplo en la menopausia, donde una disminución de estrógenos se traduce en un aumento de la masa de tejido graso o adiposo.
La comida es puro placer
El propio acto de alimentarse ya supone placer en sí mismo. Por ello, decimos que la alimentación tiene un factor hedónico muy importante, es decir, que nos produce bienestar y placer. De lo contrario, nuestra relación con la comida sería muy diferente a como es actualmente.
Por ello, podemos establecer que un alimento o grupo de alimentos podría contar con beneficios en la libido de algunas personas, a pesar de no contar con evidencias sólidas en la población general. Esto es debido a que tanto la sexualidad como la alimentación son dos actividades muy subjetivas, y por lo tanto dependen de las percepciones e interpretaciones que cada persona haga de ellas.
Recordemos que nuestros sentidos juegan un papel fundamental a la hora de alimentarnos, por ello las propiedades organolépticas —es decir, aroma, color y sabor— influyen tanto en nuestras decisiones de compran, haciendo que nos sintamos a priori más atraídos hacia productos ultraprocesados que hacia aquellos que estimulan en menor grado nuestros sentidos.
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