Desde pequeños hay ciertos niños con auténtica fobia a probar nuevos alimentos: chillan, berrean y lloran cada vez que se le quiere introducir un sabor o alimento nuevo. Pues parece que le pueden echar la culpa a su madre, porque la neofobia tiene un componente genético.
La Dr. Jane Wardle (directora de la unidad de comportamiento saludable de la Universidad de Londres) es una de las realizadoras de un estudio donde se se ha visto que el comportamiento alimentario es una características tan hereditaria como la altura.
Según relatan se trata de una fobia propia de una etapa en el desarrollo del niño (a los dos-tres años) que se asocia a un mecanismo evolutivo de defensa para que los niños no coman accidentalmente alimentos que pueden resultar nocivos. Parece ser que los comportamientos de nuestros ancestros todavía perduran.
La neofobia suele desaparecer sobre los cinco años, el problema está cuando se es demasiado permisivo con los niños, es entonces cuando se prolonga la neofobia y se hace difícil que el niño coma de todo, por eso los expertos recomiendan no ceder ante los caprichos de los niños, sino estos se convertirán en adultos muy delicados a la hora de comer y puede haber problemas y desequilibrios nutricionales. Es como aprender a nada, a algunos niños les costará más, pero vale la pena enseñarles.
Vía | Terra Más información | Bebés y más