Desde hace años hemos adaptado los horarios de nuestras comidas a nuestros horarios de trabajo o a las convenciones sociales, desoyendo así las necesidades de nuestro cuerpo. Y esto, inevitablemente, ha pasado factura a la salud general. Hablábamos hace pocos días de cómo el trabajo por turnos, en el que los horarios son rotativos y van cambiando, puede descoordinar el cerebro y el sistema digestivo.
Y es que respetar nuestro ritmo circadiano, ese "reloj interno" del que dispone nuestro cuerpo y que regula la actividad de los diferentes órganos en relación a la luz, puede ser una de las mejores cosas que podamos hacer por nuestra salud.
En este caso nos referimos a los horarios de comidas: según los estudios de los doctores Shubhroz Gill and Satchidananda Panda, modificar nuestros horarios de comidas ajustándolos a nuestro ritmo circadiano puede beneficiar a nuestra salud.
Los ritmos circadianos y su relación con la nutrición
Como decíamos, los ritmos circadianos (no hay un único "reloj interno", sino que cada órgano funcionaría con el suyo propio) son variaciones fisiológicas en el funcionamiento de nuestros órganos que se repiten en ciclos de 24 horas, basándose en la presencia o ausencia de la luz solar. Estos ritmos son inherentes al ser humano y funcionan aun cuando el sujeto se encuentra aislado.
Por ejemplo, el páncreas segrega más insulina durante las horas del día, que deberían ser aquellas en las que nos alimentamos, y funciona de forma más lenta por la noche, cuando no deberíamos tener necesidad de comer.
¿Qué ocurre cuando cenamos muy tarde, bien entrada la noche, o cuando comemos snacks a altas horas de la madrugada? Esto puede afectar a nuestros ciclos biológicos, a nuestro metabolismo y puede incluso hacernos ganar peso.
Ritmos circadianos y ayuno intermitente para mejorar la salud
Nuestra "ventana de alimentación" un día cualquiera puede durar entre 14 y 16 horas, desde el desayuno a la cena. Los estudios proponen limitar esa "ventana" a las horas diurnas
Según las investigaciones del doctor Panda, una ventana de alimentación de entre ocho y diez horas, en la que las comidas se realizan siempre cuando todavía hay luz del sol, sería lo ideal para mejorar nuestra salud.
Ahora piensa cuánto dura tu ventana de alimentación en un día cualquiera: lo normal es desayunar sobre las siete u ocho de la mañana, comer sobre las dos o las tres y cenar entre las nueve y las diez de la noche. En total unas catorce o dieciséis horas de ventana de alimentación que no se alinean con nuestros ritmos circadianos y que no beneficiarían a nuestra salud.
A pesar de que los estudios sugieren que comer de forma adecuada a nuestros ritmos circadianos (mientras hay luz del sol) beneficiaría a nuestra salud, no se trata de eliminar la cena de nuestras comidas diarias: simplemente deberíamos adelantar la hora de la cena unas horas de modo que nuestra ventana de alimentación fuera más pequeña. Y sí, en esto es en lo que se basa el ayuno intermitente del que tantas veces hemos hablado.
Los beneficios de comer y cenar temprano
En junio de este año se publicaron los resultados de un estudio llevado a cabo sobre un grupo de hombres con pre-diabetes a los que se aplicó primero una ventana de alimentación de 12 horas con una dieta de mantenimiento para después cambiar a esa misma alimentación, pero en una ventana de seis horas durante cinco semanas completas.
Los resultados demostraron que este tipo de ayuno intermitente combinado con un horario temprano de comidas no solo reducía el peso de los participantes, sino que además mejoraba su sensibilidad a la insulina, su presión arterial y reducía tanto el estrés oxidativo como su apetito.
En España, con unos horarios de trabajo en muchas ocasiones poco conciliadores y con los cambios de horario de verano e invierno, puede ser complicado intentar seguir este tipo de horario de comidas. Pero si tu estilo de vida te lo permite, puede ser una forma más de cuidar de tu salud.
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