La dieta keto o cetogénica es aquella que induce en nuestro organismo un proceso denominado cetosis, que es la producción de cuerpos cetónicos. Para lograr dicho proceso es fundamental reducir al máximo la proporción de hidratos, el nutriente que representa la principal fuente de energía de nuestra dieta.
De esta manera, el cuerpo se ve obligado a emplear grasas como fuente de energía, tanto las que consumimos como las que tenemos almacenadas en nuestro cuerpo.
Para poder reducir tan notoriamente el consumo de hidratos se incrementa el de los otros nutrientes energéticos tales como las grasas y las proteínas, que estarán presentes en cantidades de entre 50-60% y de entre 20-30%, respectivamente.
Aunque se le han atribuido muchos beneficios, también hay algunos contras que deberías tener en cuenta antes de seguir una.
Pérdida del rendimiento deportivo
Si queremos entrenar con intensidad, la fuente de energía que más emplea nuestro organismo son los hidratos de carbono que, en nuestro caso, es el glucógeno y glucosa.
Si reducimos nuestra ingesta de carbohidratos a un máximo de 50 gramos diarios, nuestra capacidad de contraer las fibras musculares utilizando el ATP que generamos por medio de la metabolización de los distintos macronutrientes será menor.
A pesar de que las grasas aporten más del doble de calorías por gramo que los carbohidratos, las grasas son muy poco eficientes proporcionando energía ya que requiere de un proceso metabólico bastante más complejo que el de los hidratos de carbono.
Hay mitos extendidos que en deportes de resistencia, la fuente principal son las grasas y, aunque todo depende de la intensidad con la que queramos trabajar, si nuestro objetivo real es mejorar marcas, ya sea de fuerza, potencia, resistencia, hipertrofia, etc., sugerimos que la fuente principal de energía venga de los hidratos de carbono.
Problemas gastrointestinales
Uno de los mayores inconvenientes de la dieta cetogénica es que suele ser muy deficitario en fibra. La fibra dietética consiste en formas no digeribles de carbohidratos que se originan en alimentos de origen vegetal.
En términos generales, hay dos tipos principales de fibra dietética: soluble e insoluble. Las principales fuentes de fibra soluble son las frutas y verduras. Por el contrario, los cereales y los productos integrales proporcionan fuentes de fibra insoluble.
Las recomendaciones actuales para la ingesta de fibra dietética para adultos en la mayoría de los países son entre 30 y 35 g por día para los hombres y entre 25 y 32 g por día para las mujeres, una cantidad que es muy difícil alcanzar con una dieta cetogénica.
De todos los efectos beneficiosos de la fibra dietética, quizás el más conocido y apreciado es el efecto sobre la motilidad intestinal y la prevención del estreñimiento, por lo que si el consumo de fibra es bajo, hay muchas probabilidades de que haya problemas gastrointestinales.
Aumento del colesterol
El colesterol es una molécula que es necesaria para la vida y que generamos nosotros mismos. En alguna ocasión se ha comentado que el colesterol que consumimos por medio de la dieta no tiene ningún impacto sobre el colesterol plasmático, es decir, el que tenemos en sangre, pero lo cierto es que si consumimos mucho colesterol dietético, el plasmático también será mayor, sobre todo el LDL (lipoproteínas de baja densidad) pudiendo llegar a hipercolesterolemia.
La hipercolesterolemia (colesterol LDL alto) es uno de los principales factores de riesgo que contribuyen a la formación de placas ateroscleróticas. Estas placas conducen a una mayor probabilidad de varios resultados clínicos negativos que incluyen, entre otros, enfermedades de las arterias coronarias, aneurismas y accidentes cerebrovasculares.
Y no solo el colesterol dietético causa que haya un aumento del colesterol plasmático, sino que un consumo grande de grasas saturadas (algo que suele estar en las dietas cetogénicas), también pueden ayudar a subir el colesterol LDL.
Menor sensación de saciedad
Aunque es cierto que las grasas ayudan a saciar el apetito a través de hormonas como la colecistoquinina y secretina, es poco en comparación con el efecto saciante que puede ejercer una gran cantidad de hidratos de carbono fibrosos.
Hay que tener en cuenta que las grasas proporcionan más del doble de calorías que los hidratos de carbono. Esto significa que, para ingerir la misma cantidad de calorías, hemos de comer menos de la mitad del volumen de comida que si lo hiciésemos consumiendo carbohidratos.
Además, los alimentos ricos en grasas suelen tener una densidad energética muy alta, mientras que los alimentos fibrosos suelen ser lo contrario. Por ejemplo, para consumir 700 kcal a base de frutos secos, únicamente hemos de consumir un puñado de 100 gramos, mientras que si lo hiciésemos a base de patata, tendríamos que consumir alrededor de un kilogramo.
Esto a largo plazo podría causar un gran estrés en la persona y que, como pasa con algunos tipos de dietas, haya un efecto rebote y gane muchísimo peso.
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