Las guías alimentarias son herramientas que podemos utilizar para alimentarnos en base a criterios lógicos y coherentes, que en principio están planteados para optimizar nuestra nutrición.
En ellas se busca aportar consejos y orientaciones sobre los alimentos que deberíamos consumir para obtener los nutrientes necesarios que nos permitan mantener una buena salud.
Aunque existe una gran multitud de guías, muy pocas han perdurado y por lo general a día de hoy prácticamente solo se utilizan la pirámide alimenticia y el plato de Harvard.
Pirámide alimenticia
La pirámide es probablemente la guía alimentaria más conocida que existe, probablemente debido a que fue diseñada por la OMS, que actualmente todavía sigue actualizándola.
Incorpora algunos consejos muy convenientes como por ejemplo realizar al menos una hora diaria de actividad física, o consumir una cantidad suficiente de agua, pero no es oro todo lo que reluce.
Lo cierto es que tiene un problema contra el que muchos nutricionistas llevan años reivindicándose, que es el hecho de que incluya harinas refinadas en la base.
Las harinas refinadas son pobres en micronutrientes, proteínas y fibra, y sin embargo aportan una cantidad desmedida de carbohidratos que ni siquiera son necesarios en la mayoría de casos teniendo en cuenta el sedentarismo de la población.
Además, sigue incluyendo algunas bebidas alcohólicas, bollería, dulces y embutidos dentro de la guía, y deja muy poco margen para alimentos más recomendables como el pescado, los huevos, los frutos secos o los lácteos.
En general es una guía que ha sufrido muchas actualizaciones en base a los ataques por parte de profesionales de la alimentación, y aunque puede servir como modelo introductorio para la alimentación de grandes colectivos, todavía hay ciertos aspectos que deberían ser corregidos.
Plato de Harvard
El plato de Harvard es una guía alimentaria diseñada precisamente en esta misma universidad que aunque a simple vista sea un modelo menos gráfico, desde luego es mucho más aplicable a la hora de preparar la comida.
Consiste en reservar las porciones de un plato para cada grupo de alimentos o nutrientes. Por ejemplo, los alimentos saludables que proporcionen proteínas deberían representar un cuarto del plato, mientras que los cereales integrales deberían representar otro cuarto.
La otra mitad del plato está compuesta por vegetales (siendo estos la mayor parte del plato) y frutas.
También incluye la recomendación de consumir agua, té o café, y recomienda explícitamente que se eviten las bebidas azucaradas. Además se hace alusión al uso de aceites saludables y se insta a evitar las grasas trans.
Esta guía ha tenido una crítica muy buena por la distribución de las porciones del plato y porque además se incluye una recomendación relativa a la actividad física, y aunque a simple vista pueda parecer menos ilustrativa, puede ser mucho más útil para la población general.
Frente a la pirámide, este modelo puede ser mucho mejor ya que en lugar de hablar de ingestas semanales se hace referencia a la ingesta en ese mismo momento.
Esto quiere decir que no necesitaremos estar pendientes de nuestras ingestas durante periodos de tiempo más prolongados sino que únicamente tendremos que cerciorarnos de seguir las recomendaciones en cada comida.
Las recomendaciones que da el plato de Harvard en cada categoría son mucho más claras y concisas, y da prioridad a las verduras y hortalizas frente a los cereales (y además se recomienda limitar los granos refinados, no como en el caso anterior).
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