Hace unos días atrás en Directo al Paladar nos mostraban desayunos monocromáticos, y lo primero que me vino a la cabeza fue el recuerdo de una pequeña niña con obesidad, con la cuál jugábamos a incluir alimentos de colores diferentes cada día para diversificar y nutrir su dieta. Así, hoy os propongo una buena idea para variar las comidas: elegir un color distinto para cada una de ellas.
Aunque lo mejor sería tener colores varios en cada ingesta, podemos lograr mucho proponiéndonos incluir al menos un color diferente en cada una de ellas. Es decir, si arranco el desayuno con el color amarillo o naranja, incluyendo pan, plátano, huevo, queso u melocotón u otros alimentos de color semejante, puedo dedicar el verde para la comida del mediodía.
Así, al mediodía puedo consumir unos ñoquis de espinaca con salsa de puerro o cebolla de verdeo salteada, y de postre, un kiwi o uvas verdes.
Por la tarde puedo recurrir al color rojo y consumir un yogur de frutilla y una manzana roja, mientras que por la cena, podemos echar mano al color violeta, morado o azulado y consumir por ejemplo, una ensalada de lechuga morada con remolacha, berenjena y uvas pasas y de postre, unas moras frescas.
Siempre debemos recordar que los colores son indicadores de nutrientes y fitoquímicos diferentes en cada alimento, por ello, incluir varios a lo largo del día puede ser de gran ayuda para lograr una dieta nutritiva.
Una buena idea para variar tus comidas o incluso, para convertir esta estrategia en un juego si la usamos con los más pequeños de la familia, es elegir un color diferente para cada una de las ingestas del día.
Imagen | Fabienne Plangger