La grasa es uno de los nutrientes que más rechazamos y de los que intentamos huir a toda costa. Es importante que controlemos su ingesta, pero tampoco debemos eliminarlas directamente de nuestra dieta, ya que son necesarias por muchos motivos para el buen funcionamiento del organismo.
Todos sabemos que las grasas saturadas no son nada recomendables si queremos mantener una buena salud cardiovascular. Además, un exceso de grasa se traduce en un cuerpo nada favorecedor, pero sobre todo en la cantidad de consecuencias que puede tener esto para nuestra salud en muchos aspectos como la diabetes, articulaciones, riesgo de padecer cáncer… Por esto es importante que sepamos la función que las grasas tienen en nuestro cuerpo y la necesidad de consumirlas, pero siempre de buena calidad.
Como hemos explicado anteriormente las grasas saturadas son totalmente prescindibles, por lo que debemos limitar mucho su ingesta. Este tipo de nutriente lo encontramos en alimentos procesados industrialmente como bollería, dulces, en muchas carnes animales… La más recomendables para nuestra salud son las poliinsaturadas que se encuentran en aceites y pescados y son las que nuestro cuerpo procesa y transforma en energía.
La grasa es una gran reserva de energía que nuestro cuerpo almacena para periodos de necesidad. Cuando nuestras reservas de glucógeno disminuyen y el organismo necesita energía para funcionar, echa mano de la grasa que al quemarla en las células se convierte en energía. Sí que es cierto que la energía obtenida a través de la grasa es más lenta a la hora de liberarse, pero es una buena fuente cuando el organismo lo necesita. La grasa evita que se destruyan los tejidos musculares por falta de energía.
Entre otras cosas la grasa proveniente del omega-3 o de ácidos grasos similares son muy beneficiosas para mejorar la calidad de los vasos capilares y así mantener una buena circulación sanguínea, ya que las paredes de los vasos se verán fortalecidas y reforzadas para aguantar la presión. Además de ser la mejor forma de controlar los niveles de colesterol en sangre. Este tipo de ácidos grasos los podemos encontrar en alimentos como el pescado, concretamente el atún o el salmón son dos de los más destacados en el contenido del omega-3, aunque el aporte del aceite de oliva es esencial.
Es fundamental que sepamos elegir bien el tipo de grasas que consumimos, ya que debemos evitar dentro de lo posible las llamadas ‘trans’, que son las que provienen básicamente de ácidos grasos transformados industrialmente y que contienen en su mayoría sustancias que para nada nos van a beneficiar, más bien su función será la de obstruir nuestras arterias y darnos un aporte calórico vacío que a la larga notaremos. Este tipo de grasas se encuentran en la bollería, dulces y demás productos industriales.
No debemos pasar por alto que las grasas consideradas buenas como el omega-3 poseen un alto poder antioxidante que nos ayuda a mantener protegidas las células de los ataques producidos por los radicales libres en el organismo. Dotar a nuestro organismo de este tipo de ácidos grasos es esencial para evitar determinados tipos de cáncer, además del envejecimiento prematuro de las células.
Imagen | woodsy
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