Sólo hay que salir a la calle para comprobar que el deporte gana adeptos a diario, una realidad que se ha instalado entre nosotros y que no parece que vaya a decaer en el corto plazo. Cada vez son más las personas que se echan al asfalto a limar la suela de las zapatillas; las que se olvidan de la vergüenza y los prejuicios plantando su esterilla en el parque o la playa para practicar ese asana que se les resiste; y no faltan las que ven una montaña y se calzan las botas para desafiar la orografía y el clima.
Son tiempos en los que nadie pondría en duda que todo lo que rodea el mundo de la salud ha cobrado mayor importancia. Entrenar a diario se ha convertido en un ritual para muchas personas. Ha aumentado la conciencia de que dedicarle un tiempo al deporte es una inversión de salud a largo plazo, aporta equilibrio mental, y es la excusa perfecta para tener unos minutos con uno mismo, o bien para desconectar con otras personas con las que se comparte esta bonita afición. Y espacios como Sprinter nos ayudan, además, a encontrar la equipación que necesitamos para cada disciplina deportiva.
Los resultados son números, y su interpretación en el deporte son un arma de doble filo
Sin embargo, detrás de toda esta situación hay una cuestión que afecta en silencio a muchos deportistas: la tiranía de los resultados. Lo experimentan personas de todas las disciplinas deportivas, tanto las que comienzan a entrenar como las que llevan un tiempo haciéndolo.
Los resultados son números, y su interpretación en el deporte es un arma de doble filo. Por un lado, tener un objetivo fijado sirve para progresar dentro de la práctica. Por otro, hay casos en los cuales las expectativas no son factibles. No se pueden cumplir en el plazo que se tiene en mente y bajo la condición física de la que se parte.
Pero también existe la posibilidad de habernos planteado un objetivo realista, y dejar de disfrutar del deporte porque continuamente competimos con lo de fuera, con los de fuera. Todas estas situaciones desembocan, inevitablemente, en una importante frustración, un estado que es capaz de hacer que el deportista abandone la práctica y pierda la ilusión. Antes de llegar al extremo de tirar la toalla y olvidarnos de todas las razones por las que, verdaderamente, nos hemos lanzado a hacer deporte, tengamos algo muy presente: las buenas prácticas nos van a ayudar a prevenir el desánimo y el abandono.
Cuando la motivación abandona al deportista
Una situación bastante reconocible es la de quien empieza a hacer deporte para mejorar su forma y aspecto físico. Esto, además de ser un objetivo, también es una motivación: llegar a verse cómo uno quiere en un corto plazo de tiempo.
Es fantástico sentirse motivado. Si ya es innegable que el deporte aporta un chute de energía y optimismo en el momento en el que se practica, hacerlo persiguiendo una meta que se desea alcanzar puede significar una doble felicidad.
Queremos más porque hemos puesto el listón alto y por alguna inexplicable razón, esperamos llegar a él cuanto antes
Pero, ¿qué ocurre cuando esa fuente de motivación se acaba o se sufre un bajón? “Encarnamos nuestras preocupaciones”, decía el lama y runner Sakyong Mipham en su libro 'Correr y meditar'. Una preocupación que puede llegar cuando la motivación ha tocado su fin. El mismo lama añadía que la mente se acostumbra a ciertos estados, entre ellos, el de la preocupación y la tensión.
Cuando ocurre esto, incluso los pequeños avances nos estresan. Queremos más porque hemos puesto el listón alto y por alguna inexplicable razón, esperamos llegar a él cuanto antes.
La motivación es una estimulación con un principio y un fin. Por eso, la solución pasa por cambiar el comportamiento del deportista, o dicho de otra manera, no depender tanto de la motivación, deshacerse de la presión que uno se autoimpone para obtener resultados, y empezar a trabajar la mirada y la constancia que persisten cuando el interés desaparece.
La constancia, un arma (no) secreta para el deportista
Liberarse de la motivación tiene consecuencias: enfrentarse a la siguiente sesión de entrenamiento sin un acicate. Para quienes comienzan a hacer deporte, la mejor estrategia se basa en convertir el ejercicio en un hábito. Una vez se construye esta base, el deporte no sólo se convertirá en una fuente de bienestar absoluto, sino que además, se estará más preparado para plantearse objetivos realistas o incluso para que éstos lleguen solos.
No existen personas constantes, se trata de una aptitud que se trabaja tal y como se hace con el cuerpo. Para ello, la clave está en tomarse el deporte como un compromiso con uno mismo, sobre todo durante los inicios, ya que pasado un tiempo ese compromiso puede derivar en hábito.
La creación de un hábito va más allá de los famosos 21 días
Crear un hábito puede ser una tarea ardua, sobre todo, cuando implica romper con una vieja costumbre. Hay tantos ejemplos como situaciones: ir en bicicleta a trabajar en vez de hacerlo en coche, puede suponer que un día salga la excusa perfecta para no hacerlo. Otro ejemplo es el hábito de llegar a casa y tumbarse en el sofá a descansar. Esa tarde puede llover, con lo cual es fácil tomar la decisión de no salir a correr. Tal vez por eso hay mucha literatura científica en torno a la creación de hábitos, pero lo que sí está claro es que no nos faltan excusas para romper con ese proceso.
Durante mucho tiempo se dijo que eran necesarios 21 días para convertir una acción en costumbre. Sin embargo, los estudios más recientes han revelado que la creación de un hábito podía conllevar entre 66 días y 10 semanas. Dicho de otra manera, el deportista debe darse una oportunidad, confiar en que será capaz de sobrellevar su nueva tarea durante ese tiempo comprometiéndose a ser constante. Y es que la constancia es la mejor estrategia para no colgar nunca las zapatillas.
Entrenar la mirada para valorar las victorias
Mientras hemos hecho un pacto con nosotros mismos para no sucumbir a las excusas, hay que entrenar la mirada. Hay que abrir bien los sentidos a lo que nos aporta el deporte, desde que se comienza a entrenar hasta que paramos el cronómetro.
Si antes la felicidad dependía de un número —recorrer una distancia en un tiempo, levantar más peso o simplemente perder o aumentar el peso…—, ahora es el resultado de algo intrínseco a la actividad deportiva: por eso no se pierde.
Cuando se abren los sentidos, los pequeños placeres del deporte dejan de pasar desapercibidos
A fin de cuentas, este nuevo enfoque se basa en vivir el presente. En valorar la capacidad que uno tiene de estar lo suficientemente sano y completo para moverse. En ser consciente de que se dispone del tiempo y los recursos para practicar deporte, y de sentirse bien por cumplir con una parte importante de la vida que es la salud física y mental.
Cuando se abren los sentidos, los pequeños placeres del deporte dejan de pasar desapercibidos. La sensación de después de entrenar es uno de los mejores ejemplos en los que un deportista se puede empezar a fijar.
Se trata de sentir cada parte del cuerpo durante los estiramientos, de cómo las pulsaciones vuelven a su estado de reposo mientras el agua cae sobre la piel, y al final, rematar el día con otro humor y energías. Eso es una victoria que incluso los demás verán reflejada en nuestra cara.
Buenas prácticas para redefinir el éxito deportivo
Hemos pasado de dejar de medir los resultados y olvidarnos de la motivación a empezar a trabajar la constancia y la mirada. Entrenar y asumir este nuevo enfoque de vivir el deporte en plenitud y sin fecha de caducidad puede parecer tarea más que suficiente. Pero hay más. Unas pautas complementarias para que todo lo anterior no caiga en saco roto. Pequeños trucos cuyo objetivo es ser felices mientras llenamos los pulmones de aire.
- El deporte que te llena y no el que está de moda: hay muchas actividades donde elegir, a pesar de eso, muchos se dejan llevar por los deportes que están de moda y no por aquéllos que les hacen felices. Buscar la disciplina que te llena es clave para que todo lo anterior funcione, ya que no se trata de practicar aquélla que es capaz de sacar a relucir tus abdominales o de quemar más calorías en menos tiempos. Si no te gusta la práctica deportiva, difícilmente podrás ser constante.
El deporte se adapta a tu vida, no al revés: si no eres deportista de élite, tienes un trabajo normal y no vives de tus entrenamientos, probablemente no tiene sentido trastornar tu vida en torno a la disciplina que practicas. Esto se traduce en aspectos como encontrar el momento en el que puedes entrenar, y no en trastocar tu agenda para hacerlo a una determinada hora. No acoplar los entrenamientos a tu estilo de vida es otra forma de presionarse para cumplir con ambas tareas.
En compañía no se falla: incluso los deportistas más experimentados tienen claro que salir a entrenar con alguien es más llevadero que hacerlo solo. Dos deportistas ganan cuando se encuentran y comparten la misma afición. Ir al gimnasio, apuntarse a actividades en grupo, o salir a correr con amigos, familiares o en pareja son estrategias para tener una vida deportiva larga y sana.
Por último, los resultados llegan solos cuando hemos puesto paciencia y confianza en nosotros mismos y en cada uno de los entrenamientos que sumamos. Nuestro cuerpo se merece disfrutar de aquello para lo que está hecho, para el movimiento. Hacerlo sin presión forma parte de una vida plena y feliz y eso, al fin y al cabo, es lo que cuenta.
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