A estas alturas, seguro que este no es el primer artículo sobre comer insectos con el que te has topado. Hace ya varios años que la FAO, la organización de la ONU para la alimentación y la agricultura, divulga con intensidad no solo los beneficios de esta opción, desconocida y poco habitual en muchos países del mundo, sino también que en un mundo en el que cada vez hay más personas que alimentar, no está la cosa para muchos remilgos.
¿Y por qué habría de estarlo? Comer insectos nos parece una día desagradable o al menos extraña porque no estamos acostumbrados en absoluto, pero según los expertos, añadir este ingrediente a nuestra dieta tendría muchas ventajas.
1. Una variedad que parece no tener fin
¿Eres de los que se aburre cuando repite comida dos o tres días seguidos? ¿Te da la sensación de que tu repertorio de recetas es limitado y acabas comiendo siempre lo mismo? Pues agárrate a la silla porque vienen cifras.
Los insectos son el grupo de organismos con mayor diversidad: se conocen unas 900.000 especies diferentes, y se calcula que hay entre 5 y 7 veces más por descubrir aun, lo que supone el 80% del total de las especies que pueblan nuestro planeta.
Hoy en día se consideran que 2.000 de esas especies son comestibles, un número que puede ir ampliándose a medida que se descubran y analicen nuevas variedades. Para que te sigas quejando de que comes siempre lo mismo.
2. Su aporte de proteínas...
Las proteínas son indispensables para mantener una dieta completa y saludable. Los insectos son una magnífica fuente de proteínas, con un alto porcentaje en su composición de estos nutrientes.
El análisis de más de 300 especies revelaba a saltamontes, grillos y langostas como los insectos con más porcentaje de proteínas en su masa (un 61,32%) y a las termitas como los que menos (un 34,35%).
3. ...y vamos a necesitar muchas proteínas
La ONU prevee que en el año 2050 la población mundial haya crecido hasta los 9.700 millones de personas, la mayoría de ellos en países en vías de desarrollo. La demanda de alimentos crecerá un 70% de aquí a entonces, creando una enorme presión sobre los productores, especialmente los ganaderos que proporcionan alimentos de origen animal.
Por mucho que puedan aumentar su productividad, es difícil suponer que puedan hacer frente a la demanda por sí mismos. Los insectos pueden aparecer en escena como una opción extremadamente eficiente: según los expertos de la FAO, los insectos son capaces de convertir 2 kilos de alimento en 1 kilo de masa de insecto, mientras que el ganado necesita unos 8 kilos para generar 1 kilo más de carne.
4. Ácidos grasos y minerales, pero no carbohidratos
Las ventajas nutricionales de los insectos no se quedan solo en las proteínas. También son una buena fuente de ácidos grasos y minerales, a la vez que son bajos en carbohidratos, excepto en fibra, necesaria también para mantener una buena salud digestiva.
Los más ricos en ácidos grasos son los escarabajos y los gusanos (33,4%) y los que tienes menos porcentaje de este componente son las langostas (un 13,41%). En cuanto a fibra, los más ricos son los hemípteros (13,56%) y los más pobres las termitas (5,06%).
5. Especialmente indicados en ausencia de pescado
Los insectos pueden ser una buena alternativa, al menos parcial, al pescado en aquellos sitios donde no es fácil conseguirlo de buena calidad o para aquellas personas a las que no les gusta este alimento, debido a su alto contenido en ácidos grasos.
También tienen niveles elevados de micronutrientes como cobre, magnesio, manganeso, fósforo, hierro, selenio y zinc.
6. Bajo riesgo de enfermedades
La FAO destaca también que promover la alimentación con insectos supondrá un beneficio relacionado con salud pública: plantean un bajo riesgo de transmisión de enfermedades zoonóticas (por contacto entre animales y humanos) como la gripe aviar o la enfermedad de las vacas locas.
7. ¡Y están buenos!
Esto no tiene un respaldo científico porque es una apreciación subjetiva, pero entre tanta variedad, alguno encontrarás que te guste, ¡seguro!
Daniella Martin, autora de Edible, una guía gastronómica sobre los insectos como alimento, cuenta que su sabor es parecido al de un fruto seco, debido a la combinación de sus ácidos grasos y sus crujientes exoesqueletos.
Pero cada uno presenta sus propios matices: los grillos tienen un sabor más parecido al de una gamba, y las larvas, más parecido a un champiñón. Un plato de gusanos de cera con gírgolas se parecía, según un juez infantil en un concurso de cocina con bichos, a unos macarrones con queso, y un sandwich con abejas en lugar de bacon, sabía efectivamente muy parecido al bacon.
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