Cada vez comemos más seguro, y eso es una realidad. Los distintos controles de calidad y seguridad alimentaria llevados a cabo por parte de la industria y autoridades sanitarias así lo acreditan.
Sin embargo, existen ciertas sustancias que pueden llegar a parar a nuestra comida y que pocas veces acaparan nuestra atención, como es el caso que trataremos a continuación.
Los microplásticos son aquellas pequeñas porciones de plástico que, por diversos motivos, se incorporan a la cadena alimentaria y llegan a parar a nuestro plato. De hecho, en base al tamaño de sus partículas existen dos términos para referirse a estos componentes: por un lado están los microplásticos que poseen entre 0,1 y 100 micrómetros y los nanoplásticos que tienen un tamaño, aproximadamente, 0,001 a 0,1 micrómetros.
Por si llevas las matemáticas un poco oxidadas, te recordamos que 1 milímetro equivale a 1000 micrómetros. En cualquier caso, conviene remarcar este dato en primer lugar, ya que estamos hablando de tamaños minúsculos que pasan desapercibidos a nuestra vista.
Los microplásticos se incorporan a través de la contaminación del mar
La entrada de microplásticos y nanoplásticos en nuestra cadena de consumo se produce mayormente a través de los alimentos de origen marino. En este medio, los crustáceos, peces y moluscos son aquellos seres vivos más expuestos a pequeñas cantidades de plástico provenientes de la contaminación, que son ingeridas, e incorporadas al organismo del animal.
Tras su ingesta accidental, los microplásticos pueden perdurar en mayor o menor medida según la especie en cuestión. Los peces suelen mostrar altas concentraciones, sin embargo, dado que los microplásticos se alojan principalmente en el estómago y los intestinos, estos no suponen una importante fuente de exposición para los consumidores ya que son desechados durante la limpieza del pescado.
Por otro lado, no sucede de igual forma en el caso de los crustáceos y bivalvos, ya que estas especies suelen consumirse sin retirar las partes que podrían contar con una mayor contaminación por microplásticos. Algo parecido al caso que ya contamos en relación a las cabezas de las gambas y el cadmio, por la acumulación de metales pesados en esta zona concreta.
Este problema lleva tiempo siendo analizado por autoridades de referencia, como la EFSA, ya que la presencia de microplásticos en nuestra alimentación todavía plantea muchas incógnitas. De hecho, este temática es una prioridad absoluta para la EFSA en los próximos años, ya que supone un riesgo emergente para el medio marino y una posible amenaza para la salud humana.
Sin embargo, en la actualidad la EFSA no considera alarmante la situación de los microplásticos en nuestra comida, tal y como concluyó en uno de sus últimos informes, ya que estas sustancias son objeto de una amplia y estricta legislación en la Unión Europea en relación a sus niveles máximos permitidos en los alimentación.
La reutilización de botellas de agua
Otro caso concreto donde podemos incorporar microplásticos al interior de nuestro organismo sin ser conscientes de ello, es mediante la reutilización constante de botellas de agua elaboradas con plástico.
Todos hemos guardado durante más tiempo del que nos gustaría admitir una botella de plástico con el líquido elemento por antonomasia, confiando en que la aparente inmortalidad acuática nos permitiera beber agua durante varios días o semanas sin problemas. Sin embargo, estos materiales suelen ser sensibles a la degradación mediante factores externos como la luz y la temperatura, por ello debemos respetar siempre las indicaciones de uso que nos marque el fabricante, intentando no reutilizar estos elementos en la medida de lo posible.
Por desgracia, reutilizar botellas de plástico no es para nada recomendable desde el punto de vista sanitario —el medio ambiental es otro asunto—, ya que la degradación del material va a favorecer una transmisión de contaminantes entre el envase y el líquido que lo contiene. Para analizar este tipo de cuestiones, la industria alimentaria utiliza los llamados estudios de migración de componentes tóxicos, donde se realizan diversos cálculos para averiguar cuál es la vida útil o duración total de un envase en contacto con alimentos.
Bisfenol A: otro compuesto polémico relacionado con plásticos
Si hablamos de sustancias relacionadas con microplásticos, probablemente el bisfenol A — o BPA de forma abreviada en inglés—, sea uno de los que más inquietud despierta entre los consumidores.
Esta sustancia lleva varios años en el punto de mira a raíz de diversas publicaciones científicas que señalan su potencial cancerígeno en el ser humano, además de ser considerado un disruptor endocrino con capacidad para alterar nuestro sistema hormonal.
Lo cierto es que el bisfenol A forma parte de la composición de multitud de elementos cotidianos como los tickets de compra, platos y vasos desechables e incluso el interior de las conservas, cumpliendo en este último caso con una función tecnológica bastante interesante ya que permite mantener en buenas condiciones el contenido de la lata, protegiendo al alimento del contacto directo con el metal.
La polémica de los biberones
Amparados bajo el principio de precaución, y teniendo en cuenta que la población infantil es mucho más sensible a las concentraciones de ciertos compuestos, el bisfenol A fue prohibido como componente de los biberones infantiles hace algunos años en toda la Unión Europea, lo cuál desató cierto recelo generalizado hacia este compuesto.
Esto ha provocado, entre otras cosas, un auge considerable del etiquetado 'libre de BPA' en cientos de envases plásticos, a pesar de no estar prohibido totalmente. Por ello, es bastante común que encontremos alternativas como el polipropileno y también el plástico duro o Tritán en los envases destinados a un uso deportivo.
Sin embargo, debemos saber que las concentraciones de bisfenol A utilizadas en envases que mantienen contacto con alimentos cumplen correctamente con la legislación vigente, no sobrepasando unos límites que están en constante estudio y análisis por parte de la comunidad científica. De hecho, la EFSA no considera el riesgo del bisfenol A lo suficientemente significativo como para ser motivo de preocupación actualmente.
Por ello, salvo que empieces a comerte los tickets de la compra por alguna motivación incomprensible, no debes temer la presencia del bisfenol A en nuestro entorno. Recuerda que, en los elementos donde puede utilizarse, el bisfenol A se encuentra en las concentraciones máximas marcadas por la legislación que no suponen un riesgo para la salud humana.
En Vitónica | Qué debes saber sobre el bisfenol A, la sustancia que la UE considera "altamente preocupante"
Imágenes | iStock