En esta época del año es habitual que proliferen las búsquedas en Internet relacionadas con distintos tipos de dietas para perder peso, algo que a muchas personas preocupa después de los excesos navideños.
Sin embargo, recurrir a cierto tipo de dietas que prometen resultados inmediatos puede tener graves perjuicios para la salud. Por ello, en el post de hoy te hablamos de ocho remedios milagrosos que no cuentan con evidencia científica a sus espaldas para perder peso, y que pueden ser muy peligrosos para tu salud.
Dieta detox
La dieta detox o detoxificante basa su teoría en la premisa de que el cuerpo humano debe ser depurado de ciertas toxinas que ingerimos continuamente a través de la alimentación y el medio ambiente.
Sin embargo, esta afirmación no tiene respaldo científico, ya que en caso de estar intoxicados por algún tipo de sustancia necesitamos de atención médica urgente, y no consumir ciertos productos —que habitualmente se administran como zumos de frutas— con un precio desorbitado a largo plazo.
Además, ya contamos con distintos órganos que cumplen con estas funciones excretoras, como nuestro hígado y riñones , por lo que no tiene ningún sentido buscar un incremento imposible de una actividad metabólica que ya realizamos de forma habitual.
Beber agua con limón en ayunas
Este remedio es bastante recurrente dentro del amplio listado de soluciones para perder peso en tiempo récord.
Como ya te contamos en este artículo, el agua con limón podría presentar algunos beneficios saludables debido a que posee pocas calorías, y además puede aumentar nuestra sensación de saciedad.
Sin embargo, no es ni mucho menos un remedio milagroso, ni tiene ningún efecto extra si lo tomamos en ayunas o a cualquier otra hora del día.
El mayor beneficio que entraña el consumo de agua —sea con limón o no— es que realmente estamos desechando de la dieta otras bebidas que no son saludables y que tienen una carga calórica elevada, como por ejemplo los refrescos.
Saltarse la cena
Desde hace muchos años, existe dentro de nuestro pensamiento popular una creencia fuertemente arraigada en torno a los distintos tipos de comida a lo largo del día. De hecho, la cena —al igual que el desayuno— es uno de los periodos que cuenta con un mayor número de mitos y desinformación a sus espaldas.
Si analizamos este método, lo cierto es que tiene cierta lógica pensar que saltándonos la cena vamos a ingerir menos calorías, y por lo tanto tendremos una mayor predisposición a la pérdida de peso.
Sin embargo, estamos olvidando un factor muy importante dentro de la alimentación humana, que es la adherencia y el apetito.
Si nos saltamos la cena, probablemente tendremos un apetito mucho mayor en la siguiente comida, lo que finalmente provocará que ingiramos más calorías de las que en condiciones normales hubiéramos tomado.
No se trata de pasar hambre para adelgazar, ya que debemos adaptar el número de comidas diarias según nuestro propio apetito, buscando siempre en la medida de lo posible la inclusión de alimentos saludables.
No consumir hidratos por la noche
Continuando con los mitos relativos a la última de las comidas diarias, lo cierto es que el tema de los hidratos de carbono lleva mucho tiempo formando parte de un pensamiento erróneo bastante arraigado.
Seguro que has escuchado que los hidratos de carbono engordan por la noche, pero no hay ninguna evidencia que respalde que el consumo de este macronutriente va a ser más calórico en horario nocturno que en el diurno.
Además, cuando hablamos de hidratos de carbono seguramente pensemos en pasta, pan o cereales como el arroz. Sin embargo, a pesar de que estos alimentos están compuestos en su mayoría por hidratos de carbono, también contienen cantidades variables de proteínas y grasa. De hecho, el único alimento —o más bien ingrediente— que está compuesto exclusivamente por hidratos de carbono es el azúcar de mesa.
Todo esto hace que el consumo de hidratos por la noche no sea un problema, ya que debemos valorar siempre la salubridad de una dieta en su conjunto.
La dieta alcalina
Otra de las famosas dietas relacionadas con la pérdida de peso es la dieta alcalina. Este modelo de alimentación consiste en diferenciar el consumo de alimentos básicos y ácidos, según una clasificación bastante arbitraria por parte de sus defensores.
Según la dieta alcalina, el pH de nuestra sangre se acidifica a través del consumo de alimentos, lo cual se relaciona con el desarrollo de múltiples enfermedades. Por supuesto, es totalmente falso que el pH de nuestra sangre puede ser modificado a través de la ingesta de alimentos, ya que una mínima variación podría provocar desórdenes muy grandes en las funciones metabólicas de nuestro organismo.
Además, nuestro cuerpo ya posee sistemas reguladores o tampón que se encargan de mantener el pH constante para poder desempeñar todas nuestras funciones de forma correcta.
Sin embargo, es cierto que la dieta alcalina generalmente se relaciona con una pérdida de peso. Pero esto se produce porque es un modelo de alimentación basado en el consumo elevado de vegetales, como hortalizas, frutas y verduras, es decir, alimentos saludables. La pérdida de peso no se produce por ningún tipo de variación en el pH, ni mucho menos.
Dietas con nombres y apellidos
Alimentarse de forma saludable cada vez puede resultar más confuso, ya que el número de dietas que se hacen virales a través de los medios de comunicación y las redes sociales no deja de crecer.
Debemos pensar si una dieta se promociona como la única salvación que existe para perder peso es que algo no va demasiado bien. Cada persona necesita unas recomendaciones individualizadas, por lo que no podemos aceptar que el mismo tipo de dieta va a ser eficaz para todo el mundo.
De ahí reside la importancia de acudir a un dietista o a un dietista-nutricionista, es decir, un profesional altamente cualificado y formado de manera oficial para poder llevar un plan de alimentación adaptado a tus necesidades y objetivos.
Una dieta con nombre propio, que solo busca enriquecer a su creador, no tiene como objetivo adaptarse a las necesidades del paciente. Su única solución será una pérdida de peso rápida, que casi con total seguridad conducirá al llamado 'efecto rebote' donde recuperaremos el peso perdido. Además, en el peor de los casos, pueden llegar a producirse problemas de salud más graves si existen déficits nutricionales debido a una restricción dietética extrema.
Dietas de un solo alimento
Últimamente se han puesto muy de moda algunas dietas cuyo fundamento se basa en consumir únicamente un alimento, pero en grandes cantidades y de forma continua.
Un ejemplo es la dieta de la piña, un tipo de recomendación basada en el consumo único y exclusivo de esta fruta tropical.
Como ya te contamos en Vitónica, la dieta de la piña no funciona a largo plazo para perder peso ni es saludable. Ya que, tal y como sucede con otro tipo de remedios milagrosos, en este caso estaremos ampliamente expuestos a carencias de ciertos nutrientes esenciales como diferentes tipos de ácidos grasos, minerales y vitaminas como el hierro o el calcio.
Además, la escasa carga calórica y el excesivo consumo de piña provocarán una nula adherencia a este tipo de dieta, lo que resultará en un mantenimiento imposible a largo plazo que conducirá casi seguro a un aumento posterior de peso por el efecto rebote.
Pastillas adelgazantes, batidos y productos en polvo
Cada vez está más extendida la venta y consumo de batidos y pastillas adelgazantes, sobre todo en algunos establecimientos de contacto frecuente como son los supermercados.
Sin embargo, aunque estos productos se publiciten con una frecuencia masiva en farmacias, supermercados o herbolarios, lo cierto es que no son recomendables para una pérdida de peso a largo plazo.
En la mayoría de ocasiones, la pérdida de peso se produce de forma notable en las primeras semanas. Después, es común encontrar dificultades en mantener este tipo de estrategias nutricionales a largo plazo, ya que la pérdida de peso no se produce por la propia acción del compuesto en sí, sino porque las recomendaciones que acompañan a este tipo de dietas están basadas en un consumo mínimo de calorías.
Para que un modelo alimentario funcione a largo plazo, debe basarse en la adherencia —es decir, en la facilidad que tendremos para seguirlo en el futuro—, y no la pérdida de peso. El peso es un factor que varía según el individuo, y jamás debe tomarse como referencia primordial a la hora de valorar nuestro estado de salud.
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