La muerte súbita en el deporte es uno de esos problemas que no podemos pasar por alto y que nos afecta a todos por igual. Se trata de una parada cardíaca repentina e inesperada que afecta a personas que, aparentemente, se encuentran sanas y que puede llevar al fallecimiento del individuo. Es causada por una fibrilación ventricular que hace que el corazón no pueda contraerse de forma organizada, y deja de latir.
La muerte súbita tiene una mayor incidencia en el caso de deportistas que en el de personas sedentarias, y suele producirse durante la práctica deportiva o inmediatamente después de haber terminado la misma. Entre los menores de 35 años el riesgo es muy pequeño, pero aumenta entre los mayores, aunque su incidencia sea solo de un caso entre cada 18.000 deportistas al año. Una forma de prevenir la muerte súbita en deportistas es realizarnos una prueba de esfuerzo.
La prueba de esfuerzo llevada a cabo por un médico deportivo nos informa de si estamos en condiciones óptimas para hacer deporte, ya que puede detectar anomalías en la actividad cardíaca. Aún con el visto bueno del médico, debemos ser conscientes de nuestros límites, no sobre pasarlos y poner los medios para que el ejercicio se realice de una forma segura y sin riesgos. Acudir regularmente al fisioterapeuta, mantenernos hidratados, recuperarnos de forma efectiva o utilizar un pulsómetro durante nuestro entrenamiento son gestos simples que pueden marcar la diferencia.
También debemos estar atentos a los factores que escapan a nuestro control, como por ejemplo los atmosféricos. Competir o entrenar en condiciones climatológicas no esperadas (demasiado calor, demasiada humedad, etc) puede jugar en nuestra contra.
Ayer, a raíz del terrible episodio de la muerte de un corredor en la Behobia, leía en twitter una frase de los Drinking Runners: "Una vida vale más que cualquier carrera, medalla o reto".
A las competiciones y entrenamientos, siempre con cabeza.
Imagen | Thinkstock
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