Todos en el gimnasio queremos alcanzar nuestros objetivos, y para ello nos será muy útil la ayuda de un entrenador personal: un profesional del deporte con una buena formación que diseñe nuestras rutinas de forma personalizada para conseguir nuestras metas, que nos guíe para realizar la técnica de los ejercicios de una manera correcta y sin riesgo de lesión. Pero no podemos obviar una de las labores más importantes de un entrenador personal: la motivación de sus clientes.
No sólo diseñar rutinas, ni trabajar en la reeducación postural de los alumnos. No solamente enseñar ejercicios nuevos o corregir técnica. La función de motivador nato debe ser inherente al entrenador personal: realizar críticas constructivas, conocer las costumbres y actividad diaria de los clientes y enseñarles cómo incorporar hábitos saludables a su vida diaria para conseguir sus objetivos de una forma eficaz y segura. En definitiva: enseñar a pescar a la gente, en lugar de ofrecerles el pez.
Esta labor de motivador del entrenador personal pasa por tener una confianza plena en los alumnos, y que ésta funcione en ambas direcciones, y diseñar entrenamientos de acuerdo a ello. Para conseguir motivar de una forma efectiva el entrenador debe conocer a sus clientes y saber en qué punto se encuentran, dónde están sus límites y cómo puede ayudarles a sobrepasarlos.
Trabajar siempre desde la motivación positiva es importante en la labor de un entrenador personal: es mucho más efectivo hacer comentarios positivos sobre los logros conseguidos y la posibilidad de alcanzar aquellos que aún están por llegar que "regañar" al cliente por lo que "pudo haber sido y no fue".
Si tu alumno se ha saltado un día el entrenamiento es bueno hacerle entender que eso va en contra de si mismo y de los propósitos que intenta alcanzar, pero siempre desde una visión positiva: un buen entrenador personal te explicará los progresos que puedes hacer si llevas tus rutinas al día, o si no te saltas la dieta, y no se centrará en la oportunidad perdida por haber fallado un día.
Enseñar a pensar en el por qué, y no limitarnos a decir qué, cómo, cuándo y dónde. Los entrenadores personales no debemos olvidar que, ante todo, estamos trabajando con personas que necesitan un extra de energía para ponerse a trabajar, y que nosotros somos los encargados de confiar en ellos y convencerles de que pueden conseguirlo.
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