En una sesión intensa, o tras un periodo sin hacer ejercicio, puede que nos topemos con una sensación muy molesta y algo dolorosa: ya se nos ha montado el músculo. Conocemos con esta expresión a un fenómeno más propiamente retratado en los calambres musculares.
Los calambres musculares pueden tener muchas razones para aparecer, aunque no suelen ser graves, pero sí que pueden presentarse en el momento más inoportuno o durar varios días. ¿Se puede prevenir esta situación? ¿Cómo?
Músculos montados y calambres musculares
Todavía existen muchísimas incógnitas en torno a los músculos, especialmente si hablamos de cuando se montan. Se denomina así a la contracción involuntaria que hace que el músculo se tense de manera dolorosa. Estos espasmos musculares pueden llegar a durar horas, produciendo un dolor agudo continuado muy molesto.
No es común que los calambres den lugar a otras consecuencias más que las propias molestias, aunque estas pueden ser moderadas y fastidiar una sesión de entrenamiento, por ejemplo. Una manifestación clara de estos calambres se da en el gemelo, cuando "se sube", es decir, se contrae y se agarrota, impidiéndonos caminar.
Hay que dejar claro que los calambres, aunque están muy relacionados, no son lo mismo que las contracturas musculares. Ambas son contracciones involuntarias continuadas en el tiempo pero, a diferencia del calambre, las contracturas pueden durar mucho más tiempo.
¿Por qué se montan los músculos?
El calambre muscular puede darse por diversas causas: la falta de oxígeno, la acumulación de electrolitos, la irritación nerviosa, el sobreestiramiento de la fibra o exceso de esfuerzo... Durante el ejercicio, cuando sometemos al músculo a un esfuerzo intenso, la falta de oxígeno o la acumulación de desechos metabólicos propician el espasmo. La contracción muscular está dirigida por una señal nerviosa que llega hasta la placa motora que conecta las fibras musculares.
Esta señal se incrementa y extiende, provocando el intercambio de iones y potenciales de activación en todo el músculo. En este proceso intervienen directamente el sodio y el potasio, la acetilcolina y otras sustancias. Sin entrar en detalle, al final se produce una acción por parte del calcio que hace que la fibra se contraiga.
El ATP, la moneda de cambio energética del cuerpo, incentivada por la señal, produce la contracción del haz. Pero, si no hay energía en forma de ATP, no se puede completar el movimiento. Esto se traduce en un calambre: un movimiento "a medias" o, en otras palabras, una contracción involuntaria. Cuando falta oxígeno, o cuando se acumula demasiado sodio o calcio, o falta potasio, se impide la contracción muscular, produciendo un calambre mediado por el antagonismo muscular.
Si sobreesforzamos el músculo podemos sufrir una contracción refleja muscular. Esta ocurre por una rotura de fibras (que aumenta la concentración de potasio y otros electrolitos en sangre) o por la falta de irrigación sanguínea. Esto también se da cuando llevamos mucho tiempo sin hacer ejercicio y, de pronto, lo sometemos a mucha intensidad.
Ya se me ha montado el dichoso gemelo
Un caso especialmente llamativo es el del gemelo. Por supuesto, este no es el único músculo que se "monta" cuando estamos descansando, pero sí el que todos tenemos más presente. ¿Cuál es la razón de los calambres cuando estamos relajados? Lo cierto es que nadie lo sabe con certeza, pero parece relacionado con la fatiga de las fibras musculares.
Esto provocaría que el tejido no pueda recuperar su estado natural. Si a esto le añadimos una situación anormal, con un enlentecimiento del ritmo cardíaco y un metabolismo ligeramente distinto a cuando estamos despiertos y activos, se podría explicar en parte la razón de estos calambres. Insistimos en que esto no solo sirve para hablar del gemelo, sino de casi todos los calambres musculares que se dan al relajarnos.
Existe una enfermedad conocida como calambres musculares nocturnos cuya manifestación podría ayudar a arrojar un poco más de luz. En estos casos, varios receptores celulares podrían desencadenar el movimiento involuntario que provoca el calambre. Por el momento no queda claro cuál es el mecanismo exacto para que ocurra. Pero sí que disponemos de algunas prevenciones efectivas.
¿Puedo prevenir que se me monte el músculo?
Sí. Y la cosa es tan fácil como calentar y estirar e hidratarnos bien previamente al ejercicio. Por supuesto, hacer ejercicio dentro de nuestros límites, aunque sea intenso, pero sin sobrepasar nuestro límite. Un esfuerzo excesivo provocará la reacción en cadena a nivel metabólico de la que hablábamos, y puede terminar en un calambre muy intenso.
Calentar permite que el músculo se rodee de las sustancias necesarias, que aumente el riego sanguíneo y se coordine todo el esfuerzo muscular. El estiramiento también ayuda a esta situación, evitando la descoordinación de las fibras musculares y aumentando su flexibilidad. Esto reducirá la rotura y, por tanto, la contracción refleja muscular, en parte. También ayuda a la la recuperación y distensión muscular tras el entrenamiento.
La hidratación y una buena alimentación aseguran que dispongamos de todos los metabolitos necesarios, especialmente los iones indispensables para producir los cambios celulares que controlan la contracción, así como la energía para poder terminar el movimiento muscular.
Huelga decir que en el caso de que se monte un músculo, hay que tener mucho cuidado para evitar una lesión mayor que termine en contractura o en desgarro muscular. Esto es mucho más común de lo que pueda parecer. ¿La solución? Dejar de hacer el ejercicio y proceder a tratar el calambre, si es que fuera posible.
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