El poder del sonido es tan grande que no podemos ignorarlo. Basta pensar en cómo en una película o en cualquier contenido audiovisual, una música puede condicionar completamente el punto de vista del espectador y apropiarse de la escena.
La música, dicen, amansa las fieras, pero también puede incitarnos a movernos a un ritmo u otro (yoga o HIIT) en función del tempo de la propia música. ¿Qué factores entran en juego para que la música nos influya tanto en nuestro estado de ánimo y anímico?
Bailar es un primer ejercicio
Abel Hernández Pozuelo es coordinador del Curso de Experto en Producción Creativa de Música Electrónica de la Universidad Europea. Este experto en producción musical explica que, aunque no hay canciones creadas específicamente para hacer deporte, sí que la mayoría de las canciones que se pueden englobar en “el gran saco del POP” tienen un claro fin: que bailes.
“Esta música está especialmente pensada para el ejercicio físico del baile, en especial la música electrónica y todas sus derivaciones (techno, house, electro…). Son músicas que están muy pensadas para sincronizarse con el cuerpo, en especial con la frecuencia cardíaca”, detalla.
Por eso, los tempos de este tipo de música son bastante marcados. “Cada estilo tiene su propia horquilla muy reducida de tempos”, explica Abel Hernández. Estos ritmos son los que deben sincronizarse con el ritmo cardiaco y con la respiración, estableciendo un diálogo entre el el cuerpo y su respiración.
Los graves que te desplazan
Hay que tener en cuenta la función tan particular que desempeñan los graves, cuyas frecuencias “repercuten en nuestro cuerpo, ya que es aire que se está moviendo y el sonido se transmite través de ondas”, nos cuenta este profesor universitario.
Cuando la frecuencia son graves y se encuentran por debajo de un cierto umbral (sobre los 100 o 120 hercios), entonces influyen muy notablemente en nuestro cuerpo. Algo que notarás perfectamente si te acercas mucho a un gran altavoz y suena una música que tiene muchos graves. “Notarás incluso que te desplaza y que mueve tu ropa”, pone como ejemplo Hernández.
No en vano, estas frecuencias graves están pensadas para afectar a nuestro cuerpo de una manera física. “Todas las música salidas de Jamaica en los años 60, como el reggae, están fundamentadas en la cultura de bajos, de los sonidos graves, dado que son claves para provocar efecto en el cuerpo”, asegura este experto.
A partir, pues, de este concepto que une baile, música, ejercicio y movimiento, podemos aplicar estas nociones a otros deportes, como correr, para encontrar la música que se ajuste bien a tus ritmos. “Cuando encuentras la sincronización entre la música y tu marcha, resulta más placentero y te ayuda a mantener el ritmo”, sentencia este experto.
Cuestión de BPM
Seguramente te habrás dado cuenta que, a la hora de hacer ejercicio (sobre todo si son de alta actividad), se imponen músicas con ritmos acelerados mientras que cuando hablamos de estiramientos o de actividades más pausadas (como la relajación), la intensidad disminuye.
Entran en juego los conocidos como BPM (beats por minuto), que marcan las pulsaciones que puede llegar a alcanzar tu corazón. A partir de los 110 BPM, se puede empezar a pensar en un ritmo y en un tiempo alto, que incitaría a ese ejercicio de alta intensidad. Por eso, suelen sonar músicas tecno, que rondan los 140 BPM.
“Hay músicas de baile más extremas, como el drum and bass o el jungle, más frenéticas. Mientras, el hip hop y todos los derivados (como el R&B), tienen tempos más bajos que no suelen superar los 100. Aunque están dentro de la electrónica, invitan más al trance, a un efecto más sedante”, detalla Abel Hernández.
Monotonía en Yoga o Pilates
En el caso de una actividad más tendente al reposo (como el yoga) o un actividad más suave de meditación, lo normal es que busquemos música contraria a aquella que nos activa.
La ausencia de percusión o una música que sea lo suficientemente monótona para marcar una estabilidad en la respiración es idónea para este tipo de deportes. “Para bajar el tempo se tiende a las costumbres ancestrales del ser humano. Por ejemplo, para la meditación en las culturas orientales se usa el bong. Es una forma de inducir, mediante el sonido, a un estado de trance”.
Por eso, hay música que se fundamenta en ese principio del mantra y que se basa en el drone, resultando en música repetitiva y con un bajo pedal que induce a la tranquilidad.
La importancia del volumen
Evidentemente, este tipo de música relajante está pensada para escucharse en voz baja, mientras que las músicas más duras (tanto dentro del ramo de la electrónica como del rock) están pensadas para subir el volumen casi a tope, ya sea en un festival, en un concierto, en un club o en una casa. “Poner heavy metal a un volumen de sala de espera de dentista es perder en experiencia”, pone como ejemplo el profesor universitario.
Por eso, en este tipo de música para hacer deporte el volumen es fundamental para una escucha más activa. Además, y dado que con los auriculares se pierde mucho porque el volumen está limitado, ya que podría dañar tus oídos, lo mejor es poder hacer deporte con un sistema que esté dotado de un gran altavoz.
Un móvil como el Asus ZenFone 3 permite hacer deporte con la música a gran volumen y lograr que se active tu cuerpo y tu mente cuando así lo necesitas. No en vano, el terminal incorpora SonicMaster y la certificación High-Res Audio.
Además, dispone de un altavoz de cinco imanes, bobina de voz metálica y la cámara de sonido expansiva, lo que permite reproducir el sonido en 24 bits/192 kHz. Es decir, a nivel de un estudio y con una calidad cuatro veces la del CD.