Deshidratación en verano: cómo detectarla, prevenirla y tratarla

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Santiago Campillo

Colaborador

Licenciado en Biología, divulgador científico y autodidacta a tiempo parcial. Gentilhombre del S. XXI. La Comunicación Científica es mi pasión y también mi profesión cuando se deja. Inquieto por naturaleza, cómodo por vicio y creativo por enfermedad.

La deshidratación es un problema que puede tornarse grave rápidamente, especialmente en verano. El calor, la actividad fuera de casa, el descuido... pueden jugarnos una mala pasada. Pero podemos tratar de prevenir este problema prestando un poco de atención a las señales adecuadas.

¿Por qué ocurre la deshidratación?

Como su nombre indica, la deshidratación ocurre por una falta de líquido en el cuerpo. Pero no solo ocurre por el agua, sino también por la falta de sales minerales en el plasma sanguíneo. La deshidratación ocurre cuando la pérdida de agua corporal supera el 3% del total. Esta se puede producir por el exceso de calor, sobre todo si hay mucha humedad, ya que impide al cuerpo reducir la temperatura corporal. También debido a un ejercicio intenso o por no beber lo suficiente. Normalmente, por una combinación de estos factores.

También ocurre en aquellas enfermedades donde está alterado el balance hidroelectrolítico. El plasma sanguíneo es un líquido complejo en el que hay todo tipo de sustancias minerales y orgánicas disueltas, siendo transportadas de una parte a otra del cuerpo, según nuestras necesidades. Cuando hay un descenso de líquido o de sales, el equilibrio plasmático se desplaza, provocando diversos problemas que se manifiestan como una deshidratación.

Es importante entender que en la deshidratación juega un papel esencial el balance de sales minerales. En raras ocasiones ocurre un fenómeno de envenenamiento por hiperhidratación. Este pasa por un exceso de agua con baja cantidad de sales minerales. Aunque, normalmente, estos casos son leves, beber muchísima cantidad de agua en poco tiempo puede provocar un trabajo excesivo del sistema renal, terminando en un colapso letal.

¿Cómo podemos detectar la deshidratación?

Los síntomas que indican que está ocurriendo una deshidratación son variados y dependen tanto de la persona como del grado que se esté sufriendo. Los primeros síntomas son la sed y el malestar, posiblemente acompañado de pérdida de apetito y piel y mucosas (boca, nariz) seca. Poco después aparece el dolor de cabeza, un repentino episodio visual (mareos, pérdida de visión, desenfoque...), vértigo, náuseas, desmayo...

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También se detecta una disminución de la presión sanguínea. En el caso de los desvanecimientos, estos pueden ocurrir al ponerse la persona en pie, rápidamente. Esto se debe a una hipotensión ortostática. Si la deshidratación continúa y no se pone remedio, aparecen los delirios y la inconsciencia.

Como decíamos, estos síntomas son perceptibles después de haber perdido un 3% del volumen de agua total. En el caso de los atletas, la deshidratación puede ser más intensa. En este caso aparece rubor, una caída brusca de resistencia, un aumento del pulso cardíaco, de la temperatura corporal y la fatiga repentina.

¿Qué consecuencias tiene la deshidratación?

Por suerte, una deshidratación tratada a tiempo no tiene consecuencias graves ni persistentes, normalmente. Nuestro cuerpo está relativamente bien preparado para sobrellevar la falta de líquidos y sales. Sin embargo, si no lo tratamos a tiempo, estas se pueden convertir en fatales. Un desmayo puntual, que supone llevar la deshidratación a un nivel peligroso, puede terminar en un tremendo dolor de cabeza.

Pero si no ponemos remedio, ese desmayo continuará con un descenso de las constantes vitales y una parada cardiorrespiratoria. Volviendo a las consecuencias no letales, la deshidratación suele saldarse con un estado parecido al de la resaca y poco más. No se conocen casos claros en los que una deshidratación (que no haya estado cerca de resultar fatal) haya dejado secuelas severas.

Es importante no confundir los síntomas y las consecuencias de los golpes de calor y las insolaciones con los de la deshidratación, aunque a veces estos dos problemas van muy relacionados. Al fin y al cabo, el calor es uno de los factores principales de las tres. Además, un caso puede provocar el empeoramiento o el agravamiento de los otros.

Cómo la prevenir la deshidratación

Como decíamos, la deshidratación, por suerte, tiene una solución relativamente sencilla: beber lo suficiente. En algunos casos, será conveniente usar bebidas isotónicas, pero son casos bastante concretos de pérdida de sales minerales. Con beber suficiente líquido, entre litro y medio y dos litros diarios, sería más que suficiente. Comer alimentos con alto contenido en agua también ayuda.

Si se tiene pensado pasar mucho tiempo al aire libre en un día caluroso, será conveniente usar ropa adecuada para la actividad que se vaya a desarrollar. Especialmente importante es en los días calurosos pero con viento, ya que la sensación térmica puede engañarnos y la brisa puede acelerar la deshidratación.

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Usar prendas holgadas y protección contra el sol, pero que transpiren, puede ayudar a evitar el problema. En caso de mareos o sed, las primeras señales, será necesario descansar durante varios minutos, sentarse a la sombra o en un lugar fresco y beber bastante líquido, aunque con tranquilidad.

En el caso de practicar algún deporte o a participar en una actividad física intensa, es necesario hidratarse bien bebiendo algo de líquido antes de iniciar la actividad, además de hacerlo a intervalos regulares, de 20 minutos aproximadamente. Por supuesto, organizarnos es también necesario. El mejor momento para entrenar o hacer deporte es a primera hora de la mañana o a última de la tarde para evitar las horas más calurosas del día y, con ello, la posible deshidratación.

Imágenes | Unsplash

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