Ya hemos comentado alguna vez lo puñetero que es el estrés como factor con influencia sobre nuestra salud: puede provenir de distintas causas que no siempre sabemos reconocer, y a cada uno nos puede producir un efecto distinto, lo que dificulta identificarlo como problema y tratarlo con eficacia.
Solemos pensar que el trabajo es la principal y única fuente de estrés que padecemos: echar muchas horas, estar sometido a mucha presión, alcanzar los objetivos que se nos imponen, no saber exactamente qué se espera de nosotros o trabajar en un ambiente peligroso son quizá las principales fuentes de estrés que conocemos.
Pero hay otros motivos por los que podemos padecer estrés.
Causas exteriores que nos pueden producir estrés
Algunos de ellos se encuentra en nuestras relaciones personales o familiares. La muerte de un familiar, problemas económicos, un divorcio, cuidar de un ser querido que haya sufrido un accidente grave o una enfermedad seria o degenerativa son situaciones desagradables y tristes, además importantes fuentes de estrés.
Los grandes cambios en nuestras vidas pueden tener un efecto similar, incluso aunque sean cambios para bien: casarse, mudarse a otra ciudad o simplemente a otra casa o tener hijos.
Haber padecido eventos traumáticos, ya seamos nosotros mismos o algún ser querido, puede llevarnos a una situación de estrés: un desastre natural, un robo, un asalto, una violación o cualquier otro tipo de violencia.
Fuentes de estrés dentro de nosotros
A veces el estrés no proviene de nuestro entorno sino que tiene que ver con circunstancias estrictamente personales.
Por ejemplo, algunas enfermedades mentales como la ansiedad o la depresión. También otros problemas, que no alcanzan la categoría de enfermedad, como la ira, el dolor o la baja autoestima.
A veces, podemos padecer estrés a raíz de preocuparnos mucho por algo. Estos son algunos factores que pueden llevarnos a padecer estrés.
1. El miedo y la incertidumbre sobre la actualidad y el futuro. Cuando oímos hablar constantemente de amenazas como el terrorismo, el cambio climático, la contaminación o la crisis económica, eso puede estresarnos, especialmente porque no tenemos ningún control sobre estos factores.
Aunque los acontecimientos relacionados con ellos son estadísticamente escasos (los atentados o los desastres naturales), la amplia cobertura en los medios los magnifica y los hace parecer más habituales.
2. Nuestras actitudes y percepciones. Cómo reaccionamos ante una situación determinada puede ser la diferencia entre que nos estresemos o que no. Ante un robo en nuestra casa, por ejemplo, podemos reaccionar pensando que "No pasa nada, el seguro se hará cargo de todo" o que "¡Nunca recuperaré lo robado! Además, ¿y si los ladrones vuelven a entrar y me hacen daño a mí o a mi familia?".
Igualmente, si te percibes a ti mismo como un trabajador competente, te enfrentarás a la presión o a nuevos proyectos más relajado y con menos estrés.
3. Expectativas poco realistas. Nadie lo hace todo bien todo el tiempo. Si esperas eso de ti mismo, es más probable que el estrés te domine cuando algo no te salga bien.
Qué hace el estrés a tu cuerpo
Cuando te encuentras en una situación que te produce estrés, tu cuerpo desata una reacción física: tu sistema nervioso entra en acción, liberando hormonas que te preparan para plantar cara o salir corriendo de lo que sea que te genera esa sensación. Es lo que en inglés se llama la respuesta fight or flight (pelea o huye).
Esta es la causa de que en ese momento sientas que se te acelera el corazón, que tu visión se concentra en un punto concreto y dejas de ver bien a tu alrededor (efecto túnel), que se te tensan los músculos, se te acelera la respiración y comienzas a sudar. Es la respuesta ante el estrés agudo, y el cuerpo se recupera en unos pocos minutos una vez solventada la situación.
Pero si el estrés se mantiene durante un periodo de tiempo prolongado o se modifica, pueden aparecer problemas serios. El efecto continuado de las hormonas afecta al cuerpo haciendo que envejezca prematuramente y esté más predispuesto a enfermedades.
Por eso, si has padecido estrés durante un tiempo prolongado puedes empezar a presentar síntomas como dolor de cabeza, falta de sueño, fatiga, dificultad para concentrarte, irritabilidad y malestar en el estómago.
Si el estrés continúa y no se trata adecuadamente, pueden aparecer problemas de salud más serios, como depresión, hipertensión, enfermedades cardíacas, problemas estomacales, como úlceras, e intestinales, problemas dermatológicos (eccemas, acné, psoriasis...), pérdida o ganancia de peso, problemas respiratorios como el asma...
Por eso, tratar el estrés y aprender a manejarlo en el día a día es importante para la salud. Es aconsejable acudir a un especialista que nos ayude a determinar qué es exactamente lo que nos causa estrés y qué estrategias podemos seguir para que no se convierta en un problema de salud.
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