La marca de fresa, la mancha de oporto, la tela de araña... existen muchos nombres para los angiomas. Es más, existen numerosos tipos de angiomas, pero todos relacionados con el sistema vascular.
Este tipo de tumores son, básicamente, benignos y no tienen mayores complicaciones. Vamos a ver por qué aparecen, cuál es su naturaleza y qué podemos hacer según el tipo de angioma al que nos enfrentemos.
¿Qué es un angioma?
Se conoce como angioma a un tipo de manifestación tumorosa benigna relacionada con los vasos sanguíneos. Normalmente se manifiestan con manchas de color rojo y carmesí debido a la sangre. Pueden ser planos, verrugosos, inflamados o como pequeñas petequias. No existe un angioma parecido a otro.
Y, sin embargo, todos tienen mucho en común. Los angiomas pueden ser de varios tipos. Los más comunes son los hemangiomas, o angiomas de sangre. Estos aparecen en un 8% de todos los recién nacidos, más o menos, con preferencia en las niñas. Los hemangiomas surgen de un crecimiento excesivo del tejido capilar sanguíneo, que crea pequeñas bolsas de sangre.
Estas pueden aglomerarse con el resto de tejidos, creando formaciones y manchas especiales. Normalmente, el 90% de los hemangiomas en neonatos desaparece entre los cinco y diez años, sin más. Estos vuelven a aparecer con la senectud. La piel de las personas mayores suele estar decorada con nevus y manchas debidas a este tipo de lesiones.
Además de los hemangiomas, existen otros más complicado y raros, como los linfangiomas, que pueden ser superficiales o llegar a convertirse en cuerpos cavernosos: tumores benignos pero voluminosos y molestos, que pueden llegar a ser peligrosos dependiendo de dónde surjan. Los lifangiomas aparecen de la misma forma que los hemangiomas pero debido al sistema linfático.
Existe un tipo de angioma llamado ectasia, que suele aparecer como consecuencia de un proceso patológico, como una infección. Estos angiomas sí que pueden resultar peligrosos dependiendo de la naturaleza que tengan o qué órgano afecten. Aun así, los angiomas son casi siempre benignos y, a no ser que ocluyan algún otro órgano, la visión o la respiración, no dan más problemas.
¿Por qué aparecen los angiomas?
Nuestro cuerpo está profusamente irrigado por vasos sanguíneos. Este tejido es especialmente prolífico y resistente. Es normal, necesita serlo para poder resistir los envites de la sangre, cuando bombeada con fuerza por el corazón; las lesiones cutáneas, que nos hacen sangrar; y los cambios rápidos de irrigación, según tenemos calor, frío, sudamos, etc.
Al ser un tejido tan prolífico, lo que ocurre con él es que es muy activo. A veces, esa ventaja puede convertirse en un problema, ya que se descontrola. Normalmente, este descontrol se traduce en la aparición de muchos vasos minúsculos que se unen en bolsas sanguíneas que siguen creciendo, rodeadas por la dermis y la epidermis.
Los angiomas son tejido tumoral, pero benigno, y rara vez suponen un peligro para los pacientes. Aun así, a veces, estos aparecen más profundamente, formando los angiomas cavernosos. Estos forman quistes más allá de la piel, que pueden rellenarse de sangre o líquido linfático. Esto, al final, se manifiesta como una bolsa hinchada que puede ser molesta o peligrosa.
No obstante, los angiomas cavernosos no son comunes. Además del sobrecrecimiento por cuestiones naturales. Los angiomas también pueden darse, como decíamos, por agentes externos. En tal caso, son las sustancias que producen los microorganismos o los propios virus los que promueven un crecimiento anormal de estos tejidos, ya que afectan al crecimiento celular de alguna manera directa o indirecta.
¿Cómo se trata el angioma?
En realidad, la gran mayoría de angiomas no se tratan. Como decíamos, más del 90% de los hemangiomas desaparecen por completo con el tiempo. Debido a que el problema mayor que tienen es la estética, se prefiere no tocarlos. En caso de tener que hacerlo, el equipo médico se encuentra ante un problema: el angioma es un tejido sanguíneo.
Esto, especialmente en los angiomas cavernosos, supone un problema más complejo. No se puede, simplemente, cortar el tejido, ya que hay que tener cuidado con cauterizar y manejar con cuidado unas partes que son, básicamente, líquido linfático y sangre. Si este tipo de problemas afecta a algún órgano o función, entonces, hay que tratarlo.
Los angiomas cavernosos comienzan tratándose con corticoides, para reducir la hinchazón. Esto pasa, por ejemplo, cuando el angioma tapa la visión u ocluye las vías respiratorias. También puede pasar si aparecer presionando algún órgano vital, algo extremadamente raro. En principio, los angiomas no se tratan, sencillamente se dejan desaparecer.
No existen evidencias de que el tratamiento estético de la piel, con cremas hidratantes ni nada por el estilo, sirva para mejorar el aspecto o la marca dejada por los angiomas. Si crecen siendo niños desaparecerán casi con total seguridad. Si es de adultos podemos consultar con nuestro médico, aunque casi seguro que nos dirá que no merece la pena tratarlo.
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