La siempre versátil merluza es un pescado al que podemos recurrir todo el año gracias a que casi siempre la encontraremos fresca en la pescadería o congelada en distintos cortes y formatos. Cocinándola en una salsa de tomate casera tendremos un plato muy saludable y sabroso estupendo para cenar bien o para llevar en táper al trabajo.
En este caso usaremos tomates en conserva natural, lo que acelera el proceso, pero cuando encontremos buenos tomates de temporada bien sabrosos podemos hacer la salsa casera, pelando la hortaliza primero y pasándola por un pasapurés después de cocinarla. Si no te gustan los guisantes solo tienes que omitirlos, o añadir otra verdura de cocción rápida como judías verdes troceadas, habas tiernas, etc.
Dejar a temperatura ambiente la merluza un rato y secar muy bien con papel de cocina. Podemos marcarla primero para que coja mejor textura y dar más sabor a la salsa, o saltarnos este paso -será más fácil si son piezas grandes y gruesas-. Para ello, calentar un poco de aceite en la cazuela y dorar el pescado por ambas caras brevemente. Reservar.
Calentar a fuego suave el ajo con el aceite hasta que suelte su aroma, entero y pelado. Añadir el tomate con todos sus jugos e ir cocinándolo a medida que se aplasta con la espátula o cucharón. Aderezar con un poco de sal y añadir el bicarbonato, como media cucharadita, para reducir la acidez si hiciera falta.
Cuando haya reducido el agua de la salsa y esté espesa, añadir un poco de cebolla en polvo si se desea y los guisantes directamente congelados. Cuando pierdan el hielo, reincorporar la merluza, menear con suavidad la cazuela para incorporarla a la salsa y dejar cocinar a fuego suave hasta que esté en el punto deseado.
Con qué acompañar la merluza con tomate y guisantes
En este caso hemos servido la merluza con una guarnición de arroz integral para convertirla en un plato más completo en la comida del mediodía, pero puedes acompañarla simplemente con una ensalada ligera de primer plato o sustituir el cereal por otro grano nutritivo, como mijo, trigo sarraceno, cebada, polenta, quinoa, o unas patatas nuevas cocidas.
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