La mayoría de nosotros, al llegar a la edad adulta, sabemos perfectamente cómo cuidar de nuestro cuerpo porque nos llevan enseñando toda la vida: lávate los dientes, come bien, haz ejercicio, no fumes ni bebas, no te asomes tanto que te vas a caer, descansa, duerme bien, abróchate el cinturón...
También es común que si queremos mejorar algo de nuestro cuerpo, como su salud o su estado físico en general, acudamos a un profesional para que nos ayude y nos oriente: un médico, un fisioterapeuta, un entrenador... Sabemos cómo buscar ayuda.
No ocurre lo mismo con nuestra cabeza. A lo largo de nuestra vida, en pocas ocasiones recibimos consejos o ayuda sobre cómo cuidarla, y tampoco es fácil reconocer cuándo necesitamos ayuda y dónde encontrarla.
Hace ahora seis meses, yo llegué a ese punto: me di cuenta de que me iría bien un poco de ayuda y gracias a una buena amiga, la encontré. Como parece un tema tabú del que da vergüenza hablar, y porque creo que puede ser de ayuda a otras personas que se encuentren en una situación parecida, voy a contar aquí 13 cosas que he aprendido en estos seis meses acudiendo a la consulta de una psicóloga.
1. No hace falta estar "fatal"
Antes de dar el paso de llamar a la consulta de la que ahora es mi psicóloga, dudé muchísimo porque no hacía más que repetirme "Exagerada, no estás tan mal". Ahora me doy cuenta de que ese pensamiento es una tontería, ¿o es que acaso esperarías a estar a punto de morir para ir al médico?
No esperes a estar "fatal". Si por lo que sea no te encuentras muy allá de forma constante y crees que un poco de ayuda te puede venir bien, ya es suficiente motivo.
2. Busca alguien con quien te sientas cómodo
Esto es importantísimo. Igual que con un médico, es importante que te sientas a gusto con tu psicólogo. Si acudes a uno y no te sientes cómodo en su consulta, busca a otro, a otro, a otro y a los que haga falta.
3. A veces al principio ni siquiera sabes por qué vas
Según mi experiencia, la causa de tus problemas no siempre es obvia. En mi caso, después de pasar un año muy malo, y creyendo haber enderezado las cosas, me encontré con una sensación de tristeza que no conseguía superar. Era como estar en un agujero en el que nada me retenía pero del que no conseguía salir.
No sabía qué me mantenía triste y por tanto no podía arreglarlo. Hablando con mi psicóloga sigo poco a poco desenmarañando la madeja y poniendo a cada emoción su nombre y su causa.
4. Olvídate de tus ideas preconcebidas
Ir a terapia no es como lo vemos en las películas. Se parece más a una charla con un amigo. Ni diván, ni "qué ves en este dibujo", ni tests, ni nada. Solo eso, hablar.
5. Es liberador hablar con alguien que no juzga
Tu familia, tu pareja, tus amigos... Con suerte tienes muchas personas en tu vida con las que puedes hablar. Ese era mi caso, no me faltaban oídos. Pero eran oídos que tienen sus opiniones y que por el cariño que me tienen querían ayudarme diciéndome lo que debía hacer. Yo además estaba segura de que ya les tenía aburrida de tanto rollo.
Con la terapia sabía que tenía una hora para hablar de lo que yo necesitase sin juicios personales, sin "lo que tienes que hacer es esto" y si mi psicóloga se aburría, bueno, era su trabajo y qué se le iba a hacer. En cualquier caso, si alguna vez la he aburrido, nunca me lo ha demostrado.
6. Liberador, sí, pero no siempre es agradable
Precisamente porque mi psicóloga no me juzga, no siento la tentación de callarme cosas o disimularlas. Y contar tu cruda verdad a veces no es nada agradable. Muchas veces salgo de la terapia con la cabeza revuelta y habiendo llorado lo más grande.
7. Puede hacerse más duro con el tiempo
Como digo, la hora de terapia no siempre es agradable, y unas sesiones lo son más que otras. En mi caso, se ha ido haciendo más duro según avanzábamos, porque los problemas más obvios son los primeros que vas enfocando, pero una vez que les has hecho frente (que no solucionando, eso va a otro ritmo), van saliendo otras cosas que quizá no tenías identificadas.
8. La importancia de poner en palabras
Si algo he aprendido en estos seis meses es lo importante que es verbalizar lo que te pasa. Ponerlo en palabras, aunque sea para decírtelo a ti mismo. Ya luego puedes contárselo a los demás, o no, es tu elección. Pero ponerlo en palabras lo hace todo más manejable que cuando es una emoción oscura e indeterminada en tu cabeza.
9. Descubrirás cosas de ti que te gustan (y otras que no)
Al poner en palabras cosas que llevas tiempo pensando pero que nunca habías expresado, descubrirás detalles en ellas en los que no te habías fijado, y eso puede gustarte, o no gustarte. Sobre todo porque muchos de ellos tienen que ver con rasgos de tu personalidad. Algunos te harán sentirte orgulloso de ti mismo y otros te causarán rechazo. Parte del proceso es aceptar ambas.
10. Esto no va de ser feliz siempre
Que nadie crea que ir a terapia es la forma de alcanzar la felicidad eterna, porque no es así. Estar triste, enfadado, frustrado o apático es parte de la vida y pretender lo contrario es asfaltarse eficazmente el camino a la infelicidad.
11. Esto va de construirse estrategias
El objetivo más bien es encontrar la forma de gestionar nuestra cabeza en todas las situaciones, incluido cuando nos sentimos tristes o frustrados, de forma que seamos la mejor versión de nosotros mismos para nosotros mismos.
12. Esto lo haces por ti y por nadie más
Para nosotros mismo, digo, porque otra cosa que he aprendido es que esto va, sobre todo, de ti. Si yo no estaba a gusto en mi piel, no lo iba a estar con nadie más. Si el castillo de naipes se te desmorona, reconstrúyelo empezando por ti. Luego vendrán los demás.
13. Hay que hablar más de esto
En mis círculos cercanos he hablado de mis visitas al psicólogo como quien habla de ir al fisio: con naturalidad y siempre que ha surgido el tema. Y la reacción más común ha sido la curiosidad, empatía e interés personal, ningún rechazo ni incomodidad por parte de nadie, o casi nadie.
Me ha sorprendido descubrir cuánta gente a mi alrededor ha pensado en buscar ayuda profesional de este tipo alguna vez y nunca lo ha hecho, muchas veces por pudor y otras veces por las dudas de si realmente era algo para ellos o no. Espero que oírme hablar de ello les ayudase a decidirse.
No hay que avergonzarse: busca ayuda
Nadie es feliz todo el tiempo y eso no tiene nada malo. No hay que culparse ni avergonzarse por ser infeliz, o ignorar la situación pensando que es "lo normal" y pasarse el día apretando los dientes para sobrellevar la situación. Por suerte, hay personas que pueden echarnos una mano con ello, igual que los médicos nos ayudan a estar sanos. Es cuestión de buscar y aprovechar esa ayuda.
Este artículo fue originalmente publicado por Rocío Pérez en octubre de 2017 y ha sido revisado para su republicación.
En Vitónica | Un psicólogo nos cuenta todo lo que puedes hacer si estás teniendo un ataque de ansiedad o de pánico
En Vitónica | Así te ayuda un psicólogo cuando tienes una enfermedad crónica
Imágenes| iStock