Hace unos días os mostramos un vídeo del making of del documental The perfect runner en el que podíamos apreciar la técnica de carrera perfecta a cámara lenta. Hoy volvemos sobre esta producción para hablar de las adaptaciones que el cuerpo humano ha sufrido a lo largo de los años (muchos años) para convertirnos en los mejores corredores de la Tierra. ¿Estamos diseñados para correr?
En el vídeo podemos ver al antropólogo Niobe Thompson, cabeza pensante del documental, charlando con el Doctor Daniel Lieberman, profesor de biología evolutiva humana sobre los cambios del cuerpo humano destinados a hacernos corredores más eficientes. Se trata de cinco evoluciones puramente adaptativas para la carrera: la evolución quiere que corramos más y mejor.
Las adaptaciones evolutivas
Dedos de los pies más cortos: Lieberman nos indica que unos dedos de los pies largos no son un impedimento a la hora de caminar, pero sí para correr. De tener una mayor longitud, nuestras extremidades se verían sometidas a demasiada tensión, pudiendo llegar a romperse.
Arco plantar pronunciado: en el vídeo Lieberman realiza un símil del arco que tenemos en la planta del pie con un muelle en el que se almacena energía al impactar contra el suelo (esto solo ocurre al correr, no al caminar). Esta energía (un 17% del total) es liberada para dar un mayor impulso a la zancada.
Aparición del tendón de Aquiles: es el tendón más grueso y fuerte nuestro cuerpo, y un verdadero generador de energía: hasta el 35% de la energía mecánica de nuestro cuerpo en carrera proviene de él. La energía que expide cuando levantamos el talón del suelo es la encargada de impulsarnos hacia arriba en la fase de vuelo de la pisada.
Expansión del glúteo mayor: los primates cuentan con un glúteo mayor mucho menos desarrollado que el de los humanos. Es el músculo más grande y uno de los más fuertes de nuestro cuerpo, y se activa con cada zancada que damos en la carrera. Participa a la hora de impulsarnos hacia delante y para estabilizar nuestro tronco.
Hombros sueltos o relajados y ligamento nucal: es el ligamento que va desde el occipital hasta la vértebra cervical C7, y es el que impide que nuestra cabeza se bambolee durante la carrera. Se encuentra conectado al hombro por el supraespinoso (músuculo piramidal en la parte posterior del hombro) y está relacionado con el movimiento de nuestros brazos durante la carrera. Este movimiento delante/detrás es el que colabora a la hora de mantener la cabeza erguida.
Con todo esto, como nos dice Lieberman, lo que conseguimos es una estabilización pasiva de nuestro cuerpo mientras corremos: es algo que no se fuerza, sino que surge de forma natural al llevar una buena postura y gracias a estas adaptaciones evolutivas.
Vídeo | Smithsonian Channel
En Vitónica | La técnica de carrera perfecta en slow motion