Sin duda la calidad de lo que comemos influye considerablemente en nuestra salud y un estudio reciente así lo demuestra, concluyendo que basar las comidas principales en frutas y verduras reduce la mortalidad, mientras que las comidas occidentales producen el efecto contrario.
Menos harinas refinadas, carnes procesadas y azúcares para vivir más y mejor
La dieta de la población mundial marca una tendencia a la occidentalización, es decir, a incluir procesados y ultraprocesados de forma habitual, deteriorando el perfil nutricional de los platos.
La investigación publicada recientemente en la Journal of the American Heart Association analizó los patrones dietéticos de mas de 21.500 participantes de 30 años o más y su relación con la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, por cáncer y por todas las causas.
El desayuno se clasificó en desayuno rico en frutas, rico en almidón u occidental. El almuerzo y la cena se clasificaron en occidental, de verduras o de frutas.
Los bocadillos también se clasificaron en bocadillos de granos, bocadillos de almidón, de frutas o de lácteos.
Tras analizar los diferentes patrones dietéticos registrados entre el 2003 y el 2014 se registraron las muertes por diferentes causas hasta el 31 de diciembre de 2015. Al relacionar estos datos se observó que consumir un almuerzo occidental eleva en un 44% el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular, siendo esta ingesta basada encarnes curadas, cereales refinados y queso.
Por el contrario, un almuerzo rico en frutas reduce un 34% el riesgo de muerte por causa cardiovascular, incluyendo este cereales integrales, frutas, yogur y nueces.
Asimismo, se observó que la cena a base de verduras que incluye hortalizas de todo tipo y legumbres, reduce un 23% el riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares y en un 31% el riesgo de muerte por todas las causas.
Por último, se concluyó que ingerir un snack rico en almidón después de cualquier comida eleva el riesgo de muerte por todas las causas en un 50% aproximadamente.
Es decir, el estudio confirma que la calidad de lo que comemos es determinante de nuestra salud y esperanza de vida y que, si queremos vivir más y mejor es clave evitar harinas refinadas, azúcares, sodio y grasas de mala calidad en la dieta habitual.
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