La de la alcachofa, la del gazpacho, la del yogur... muchas y muy variadas son las dietas con las que nos bombardean por todos los frentes y más aún en estas fechas. Desde revistas hasta nuestros padres, novias y vecinas... nos asegurán que una prima de una amiga siguió esta dieta y perdió kilos y kilos de una forma asombrosa.
Ya hemos hablado en Vitónica de que siempre, las dietas deben ir de la mano de un especialista que nos asesore, ya que cada uno de nosotros somos un mundo distinto. Pero lo que poca gente sabe es que una dieta es para siempre.
Ponerse a dieta no debe suponer seguirla a pie de la letra sufriendo sin descanso hasta alcanzar ese peso ideal o poder entrar e nuestro bañador del año pasado. Consiste en cambiar los hábitos alimenticios y físicos para que, de una forma definitiva, nuestro cuerpo empieza a ser tratado como se merece.
Como ya hemos indicado, las dietas deben ser personalizadas. Cada uno de nosotros tiene una serie de circunstancias que le hacen único y ahi entran en juego desde los gustos culinarios (una dieta no es sinónimo de comer mal), el peso ideal que quiere alcanzar, que debe ir en base a su constitución, masa muscular y una serie de factores personales como la cantidad de ejercicio que se realice y los alimentos que le engorden más o menos en base a su metabolismo.
A partir de esas sólidas bases la alimentación será variada y tendrá que incluir los nutrientes necesarios para evitar cualquier tipo de carencia que provoque problemas de salud.
Las famosas dietas milagro, que ni son dietas ni hacen milagros, se basan en una carestía total de determinados alimentos que son más que necesarios. Cerrar el grifo de las grasas y las proteinas, carbohidratos... solo desencadena problemas de salud provocando deficiencias vitamínicas.
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