El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar social indica en su Plan Integral de Alzheimer y otras demencias que, en 2015, en todo el mundo, había más de 47 millones de personas afectadas por la enfermedad de Alzheimer o alguna otra demencia. En Europa, concretamente, el Alzheimer afecta a 11 personas por cada 1.000 habitantes y se espera que estas cifras sigan aumentando.
No es de extrañar que buscar una cura y la manera de reducir esta incidencia son dos de los retos más importantes para la ciencia de los últimos años. Las personas que empiezan a presentar cierto deterioro cognitivo en base a su edad, presentan 10 veces más posibilidades de desarrollar Alzheimer o demencia que la población general. Además de una pronta detección de estas pérdidas de memoria y problemas de pensamiento que no se correspondan con su edad, también es importante dar con el tratamiento adecuado para reducir el riesgo de desarrollar demencia.
Una reciente investigación, publicada en Alzheimer's Research & Therapy, indica que la realización de ejercicio físico al menos una vez a la semana, podría ser una de las claves en esta fase para frenar el deterioro.
Para realizar la investigación se contó con información de casi 250.000 personas entre 2009 y 2015. Los participantes eran procedentes de Corea o residían allí y tenían entre 64 y 69 años de edad. Los participantes respondían cuestionarios en los que se consultaba cuánto se habían ejercitado durante los siete días anteriores.
Lo que encontraron fue que, entre las personas que presentaban cierto deterioro cognitivo leve, aquellas que hacían deporte - un mínimo de 10 minutos - más de una vez a la semana, presentaban un riesgo un 18% menor de desarrollar demencia o Alzheimer que aquellos que no se ejercitaban. Entre los que se ejercitaban al menos una vez a la semana, quienes entrenaban entre tres y cinco veces a la semana presentaban un riesgo un 15% menor que los que entrenaban menos de tres veces por semana.
Incluso aunque no hubieran hecho ejercicio antes de el diagnóstico de deterioro cognitivo leve, aquellos que comenzaron a hacer ejercicio tras la aparición del mismo tenían un 11% menos de riesgo de desarrollar Alzheimer que quienes no se ejercitaban. Y, de hecho, entre las personas que entrenaban antes, pero dejaron de hacerlo después del diagnóstico, se encontró que el riesgo de desarrollar Alzheimer era similar al de aquellos que no se habían ejercitado nunca.
En definitiva, esta investigación señala el papel tan importante que puede tener el ejercicio físico a la hora de reducir el deterioro cognitivo. En cualquier caso, debemos tener en cuenta que se trata de una investigación autoinformada, en una población muy concreta, y en la que no se tenía en cuenta el tipo de ejercicio, intensidad o duración del mismo. Por ello, los resultados deben ser tomados como preliminares y, a la espera de tener nuevas investigaciones al respecto, considerar que la realización de ejercicio físico parece tener claramente más ventajas que la vida sedentaria.
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