La glucemia es una de las variables más importantes que regulan nuestro cuerpo. Con esta palabra hacemos referencia, en realidad, a la concentración de glucosa en sangre. Si los niveles se elevan por encima a un umbral determinado, ocurre una hiperglucemia. Si descienden, estaremos ante una hipoglucemia.
En cualquiera de los casos, esta variación puede suponer un problema. Pero el origen de esta hiperglucemia o hipoglucemia podría estar en una enfermedad como la diabetes, un problema alimenticio o una irregularidad metabólica. Hoy os contamos que hay detrás de estos términos.
Qué son la hiperglucemia e hipoglucemia
Se denomina glucemia a la medida de concentración de glucosa libre en la sangre, suero o plasma sanguíneo. Los niveles normales cuando no comemos, durante el ayuno, se encuentran entre 70 y 100 mg/dL (miligramos por decilitro). En caso de estar por debajo de este rango, estamos ante una hipoglucemia, del griego hypo- (debajo), glykys (dulce) y hema (sangre).
De la misma manera, hiperglucemia tiene como prefijo "hyper-" (encima) y ocurre cuando la concentración está entre los 100 y los 125 mg/dL. El cuerpo humano necesita energía, que obtiene mediante diversos mecanismos. El combustible para estos mecanismos está constituido por el azúcar y las grasas.
El azúcar es la base energética "rápida", de fácil acceso, y es esencial, por ejemplo, para alimentar nuestro cerebro, que consume casi seis miligramos de azúcar por cada 100 gr tejido. Por eso, en sangre siempre solemos tener una concentración base de azúcares disponibles, que viajan por el torrente sanguíneo. Cuando comemos ciertas sustancias, ricas en azúcares, la glucemia sube durante un tiempo. Los edulcorantes bajos en calorías también afectan a los niveles de azúcar en sangre. Estos productos desencadenan una serie de complicadas respuestas fisiológicas que hacen que nuestro cuerpo reaccione incrementando o reduciendo el nivel de azúcar en sangre.
El control de la glucemia es importantísimo y por esa razón, el cuerpo tiene unos mecanismos metabólicos y fisiológicos muy eficientes a la hora de variar la concentración sanguínea. Un fallo en este sistema, que pertenece a los mecanismos de homeostasis, encargados de mantener estable a nuestro cuerpo, puede tener graves consecuencias.
Cuáles son sus causas
Los niveles de glucemia varían a lo largo del día y dependiendo de nuestros hábitos. La hiperglucemia puede llegar a ser peligrosa, cuando sus valores están entre los 126 y 200 mg/dL, debido a una relación deficiente con la insulina. Esta hormona, producida en el páncreas, es la principal controladora de la concentración de azúcar en sangre. Cuando no hace bien su trabajo, bien porque no se sintetiza adecuadamente, bien porque el cuerpo adquiere cierta resistencia a ella, los niveles de glucemia pueden dispararse.
Una hiperglucemia es el síntoma principal de la diabetes, que en España afecta a casi el 12% de la población. El fallo de la insulina, y la hiperglucemia, pueden estar originados por un problema genético, metabólico o una resistencia adquirida. Este último es el caso más común, el de la diabetes tipo 2.
La resistencia a la insulina típica de la diabetes tipo 2 puede deberse, a su vez, a factores genéticos. Sin embargo, lo normal es que se deba a cuestiones de hábitos de vida. Algunos de los factores más relacionados con la aparición de este tipo de diabetes son la obesidad, consumo excesivo de grasas saturadas o la falta de ejercicio. En los pacientes de diabetes, no haberse inyectado suficiente insulina suele ser una causa de hiperglucemia.
La hipoglucemia, también suele darse asociada a la diabetes, aunque podría ocurrir debido a un ayuno prolongado o a un problema metabólico más grave pero poco común. El exceso de insulina en sangre debido a un tratamiento, una respuesta inadecuada a nivel fisiológico y un aporte nutricional insuficiente son las causas de la hipoglucemia, que suele resultar menos grave.
Síntomas de las hiperglucemia y la hipoglucemia
Ambos problemas se manifiestan, en primera instancia, con mareos y malestar. Los síntomas, cuando se agravan las condiciones, son distintos. Por ejemplo, la hiperglucemia suele manifestarse con poliuria (aumento de las ganas de orinar), polidipsia (incremento en las ganas de beber), polifagia (un hambre constante) y la pérdida de peso. Estos cuatro síntomas suelen ser un indicador conocido como las "cuatro P" de la diabetes, y que apuntan a un problema.
A la larga, la hiperglucemia asociada a la diabetes puede tener otras consecuencias mucho más graves: disminuye la resistencia a las infecciones, favorece la aparición de polineuropatías, el fallo orgánico... Otro síntoma severo es el shock hiperglucémico, también llamado coma diabético. Cuando la concentración en sangre alcanza unos niveles muy altos, de más de 600 mg/dl, puede ocasionarse este coma diabético, denominado también coma hiperosmolar hiperglucémico o síndrome hiperosmolar hiperglucémico.
El coma diabético puede causar daños graves a nivel cerebral y metabólico. En definitiva, en el peor de los casos, la hiperglucemia asociada a la diabetes, a la larga, es muy peligrosa e incrementa muchísimo la tasa de mortalidad. Por otro lado, la hipoglucemia puede resultar letal, también, pero no suele llegarse a ese extremo.
Aunque también puede ocasionarse un coma diabético por hipoglucemia, debido a la inanición cerebral, es más fácil combatirlo administrando soluciones de glucosa en sangre. Normalmente, la hipoglucemia más suave suele cursar con sudoraciones, dolores de cabeza, confusión, fatiga, pérdida de memoria, visión borrosa, mareos, malestar general. Los síntomas son muy variados y difusos.
Tratamiento para la hiperglucemia e hipoglucemia
Lo mejor para tratar estas condiciones es, sin duda, la prevención. Ambas situaciones pueden controlarse, con tiempo, adquiriendo una serie de hábitos saludables. Estos se relacionan sobre todo con la alimentación, pero también con el ejercicio físico. Tanto una cosa como la otra nos ayudará a mantener a raya a la diabetes, tal y como demuestran las evidencia científicas hasta la fecha. Aun así, existen factores de riesgo inevitables, como los genéticos, que no podemos controlar.
En el caso de padecer una enfermedad, para corregir tanto la hiperglucemia como la hipoglucemia, la única opción es la medicación. Para la hiperglucemia lo más habitual es la insulina, la cual suele administrarse en inyección subcutánea. Esta hormona ayuda a devolver los niveles normales de azúcar en sangre.
La hipoglucemia suele tratarse con sueros ricos en glucosa, bien a nivel oral (ya que se absorbe rápidamente a través del estómago) o bien mediante inyección intravenosa. También puede tratarse con glucagón, la hormona antagónica de la insulina, que promueve la liberación de azúcar a la sangre.
No obstante, insistimos, en estos últimos casos, el control de la glucemia debe estar supervisado por un especialista que dará instrucciones precisas. Par el resto, una buena alimentación saludable, y buenos hábitos alimenticios son más que suficientes para mantener un nivel de glucemia adecuado. Y es que nuestro cuerpo lleva millones de años preparándose para mantenernos vivos.