La fatiga es una reducción transitoria del rendimiento pudiéndose entender esta reducción en el rendimiento cómo una disminución de la fuerza máxima. Es un fenómeno que se produce durante el entrenamiento pero que puede extenderse hasta 48 o 72 horas después del mismo.
En este artículo te explicamos cómo se comporta esta fatiga en el sistema nervioso central, qué implicaciones tiene y por qué, por lo tanto, no es buena idea entrenar con agujetas constantemente.
Cómo se comporta la fatiga de nuestro sistema nervioso
Como decíamos, la fatiga es una reducción transitoria del rendimiento que, de manera objetiva puede medirse como una reducción en la fuerza máxima.
El malentendido habitual que solemos tener es que tendemos a pensar en la fatiga como algo local o periférico, es decir, que si entrenamos nuestro bíceps lo único que se fatiga es nuestro bíceps y que esto no tiene ningún tipo de repercusión más allá de los márgenes de ese mismo músculo. No, no funciona así. La fatiga puede tener repercusiones no solo a nivel periférico sino también a nivel del sistema nervioso central.
De esta manera, la fatiga del sistema nervioso central puede implicar diferentes efectos en nuestro rendimiento, unos más significativos que otros. Tres de los efectos que van a producirse son los siguientes:
- Pérdida de la coordinación.
- Pérdida en la capacidad de producir una orden en la corteza motora.
- Reducciones en la transmisión de estas órdenes motoras.
La pérdida en la coordinación no reduce la fuerza muscular que se produce pero como sí afecta al control del movimiento, las pérdidas en el rendimiento pueden venir por esa vía.
No obstante, el estrago más grande que provoca la fatiga central , como decíamos, es tanto la reducción en la capacidad de producir una orden en la corteza motora como la reducción en la transmisión de esta.
Esto significa que menos fibras de alto umbral van a verse reclutadas durante los ejercicios y si no se reclutan no crecen. Recordemos que las fibras de alto umbral son las que se reclutan ante esfuerzos de alta intensidad y que, además, son las que más capacidad hipertrófica poseen. Por este tipo de razones los ejercicios que se realizan hacia el final de una sesión reciben un estímulo mediocre puesto que se realizan con fatiga acumulada que reduce el número de fibras musculares reclutadas y que por lo tanto soportan tensión mecánica.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que uno de los detonantes que explican esta fatiga central es la percepción que tenemos de nuestro propio esfuerzo. Nuestro cerebro recibe constantemente información del resto de nuestro cuerpo en general y de los músculos en particular. Lo que sucede a nivel local, como puede ser el estrés metabólico que sufrimos al terminar una serie de altas repeticiones por ejemplo, manda una "señal de esfuerzo" a nuestro cerebro.
Todos tenemos un umbral máximo tolerable de percepción de esfuerzo y cuando se supera nuestro sistema nervioso despliega mecanismos que de una forma u otra nos inducen a detener la actividad o a reducir la fatiga. De hecho, que se recluten menos fibras es un mecanismo que pretende reducir la fatiga si nos empeñamos en seguir entrenando. Menos fibras reclutadas implica menor fatiga y percepción de esfuerzo que estas pueden producir.
Y es por esto que encadenar entrenamientos constantemente teniendo agujetas no es buena idea, porque tu percepción del esfuerzo va a ser mayor a la que debería ser y por lo tanto tu sistema nervioso va a estar obstaculizando que puedas reclutar el máximo número de fibras musculares.
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Imágenes | Victor Freitas, Kyle Johnson
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