Los pies son en el corredor su base, su sostén y su principal herramienta de trabajo, por eso su cuidado debe ser importante para prevenir lesiones y molestias que después, impidan el correcto movimiento. Un problema frecuente en el corredor son las callosidades, de las cuales describiremos sus causas y cómo prevenirlas.
Las callosidades no son más que el producto del endurecimiento y engrosamiento de la piel. Aunque puede haber inflamación y mucho dolor, generalmente se ven de color grisáceo o amarillento y no son sensibles al tacto aunque sí se perciben abultados sobre el pie.
¿Por qué se producen las callosidades?
Las causas del desarrollo de callos son variables y múltiples, ya que pueden producirse callosidades por el roce y la presión constante de un calzado sobre el pie o bien, puede ser causado por la sobrecarga de una zona específica del pie al pisar. Es decir, puede deberse a un calzado particular o a un problema en la mecánica de la pisada, ya que los pronadores frecuentemente sufren de callosidades en los extremos de sus pies por su parte interior, en cambio los supinadores suelen tener callos a lo largo del lado exterior del pie.
Es decir, una mecánica incorrecta o desequilibrios en el peso que reciben los pies al apoyarse pueden ser la causa de la presencia de callosidades en el corredor, así como también, un calzado incorrecto que no permite que los dedos se movilicen, sino que los presiona en demasía.
Dado que con el tiempo la presencia de callos puede ser una consecuencia menor de la mala pisada al caminar o correr, siempre es conveniente corregir este problema.
También pueden presentarse callosidades como consecuencia de la presión repetitiva al correr o por poseer una estructura ósea anormal como por ejemplo, tener pie plano o espolones.
Cómo prevenir las callosidades
En primer lugar se debe analizar la pisada del pie y corregir todo tipo de anomalías que puedan desviar el peso hacia un sólo extremo, por ejemplo, corregir la sobrepronación, el pie plano o los desequilibrios en las extremidades inferiores.
Asimismo, resulta fundamental utilizar un calzado que por dentro permita la movilidad de los dedos de los pies de manera que no friccione a los mismos sobre la zapatilla, pero también debe sujetar el pie correctamente, no permitiendo su desviación hacia un lado o a otro.
Además, la zapatilla debe tener adecuada amortiguación y debe brindar estabilidad al pie. Si es necesario se debe corregir con plantillas o otros recursos ortopédicos las anomalías del pie.
Analizar la pisada y equilibrar la marcha es clave para que los pies absorban de manera uniforme el impacto que reciben en cada paso durante la carrera, así se podrán prevenir las callosidades y otros tantos males que pueden afectar el desempeño de un corredor.
Imagen | ADAM y Thisisbossi
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