Que el deporte es bueno para nuestra salud todos lo sabemos, pero nunca debemos sobrepasarnos con su práctica, ya que tenemos que tener especial cuidado en algunas partes delicadas que pueden verse afectadas por la intensidad del ejercicio. Un claro ejemplo es la rodilla, lugar en el que se produce una de las lesiones más habituales, la rotura del ligamento cruzado.
Para saber en qué consiste esta lesión es importante que la conozcamos a fondo. El ligamento cruzado se encuentra en el interior de la articulación de la rodilla, ya que es el encargado de dar estabilidad a esta parte de nuestro cuerpo. Este ligamento evita que la pierna se traslade hacia adelante con respecto al muslo, ya que es el que mantiene los huesos de nuestra pierna en perfecta alineación. Pero no es un ligamento demasiado fuerte, por lo que su rotura es más habitual de lo que pensamos, sobre todo en deportistas.
Las rodillas son un parte del cuerpo que más sufre el impacto de la actividad deportiva, sobre todo en aquellos en los que ésta sufre fuertes golpes o es víctima de posturas forzadas. Un ejemplo de lesión de ligamento cruzado es la que sufren los futbolistas, ya que las rodillas aguantan todo el empuje y la tensión a la que están sometidas las piernas durante toda la práctica de esta actividad.
Esta lesión trae consigo un aserie de síntomas, ya que muchas veces al mantener caliente la articulación no nos damos cuenta de lo que acabamos de sufrir hasta que no paramos de realizar el ejercicio, aunque esto depende mucho del grado de importancia de la lesión. Cuando el ligamento cruzado se rompe el organismo expulsa mucha sangre que se concentra en la zona afectada y que nos va a evitar andar, además de producirnos infinidad de dolores.
Lo primero que debemos hacer es eliminar esta sangre y líquidos acumulados con la utilización de una jeringa, así como mantener la rodilla inmovilizada para que el organismo repare el daño. Estas medidas nos ayudarán a aliviar el dolor al igual que el uso de antiinflamatorios. Si la lesión es muy grave, en muchos casos se recurre a la operación en la que se transplantará un nuevo ligamento que hará las veces del dañado y que ya no va a reconstruirse.
Pero podemos evitar que nos suceda esto siempre y cuando tengamos presente la debilidad y fragilidad que esta parte puede llegar a tener, por ello es importante que preservemos su salud en todos nuestros entrenamientos. Antes de nada debemos comenzar por fortalecer esta parte mediante sencillos ejercicios que nos ayudarán a tener unas rodillas más fuertes. Nunca debemos realizar movimientos bruscos ni cargar esta articulación en exceso con sesiones interminables de entrenamientos.
Un consejo es mantener inmovilizada la zona si notamos alguna molestia que no llega a lesión. Lo mismo sucede con el reposo, ya que si comenzamos a notar molestias en esta parte del cuerpo es aconsejable utilizar vendajes que sujetan esta zona y mantener la rodilla lo más inmóvil posible hasta que se recupere del todo.
Imagen | Ulrik
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