Casi todos los que asistimos al gimnasio lo hacemos para realizar una estimulación muscular que nos lleve a un crecimiento óptimo de nuestras fibras. Y es que el crecimiento muscular es lo que todos perseguimos y casi nunca solemos estar conformes con lo que conseguimos, que queremos seguir aumentando el volumen.
Sí que es cierto que el ejercicio y el entrenamiento es primordial para mantener un buen tono muscular y evitar el deterioro corporal, pero los excesos a la larga pueden pasarnos factura. Muchas personas son las que en su lucha diaria por conseguir un volumen muscular alto se obsesionan y quieren alcanzar cotas desproporcionadas, para lo que recurren a numerosas sustancias potenciadoras del crecimiento y a ejercitarse de forma desproporcionada, algo que puede ser peligroso para el organismo.
Mantener una musculatura fuerte es importante para proteger los huesos y conseguir una estructura corporal más fuerte, a la vez que logramos una postura correcta. El problema está cuando nos pasamos en el tamaño de los músculos. Muchos de nosotros nunca vemos el fin a las sesiones de entrenamiento y al crecimiento muscular que de ellas se deriva. Siempre queremos más volumen.
Es cierto que a medida que ganamos volumen muscular, éstos se vuelven más fuertes y permiten que levantemos más peso. Este crecimiento es bueno desde el punto de vista de realizar un esfuerzo rápido en el que necesitamos un gran impulso de repente. Este es el caso de corredores de velocidad o deportistas de élite que en poco tiempo tienen que sacar lo máximo. Pero para aguantar largas sesiones de entrenamiento un exceso de músculo no es demasiado recomendable.
El problema reside en que el músculo es demasiado grande y potente frente a unos tendones finos en comparación con esa masa muscular, ya que éstos no han crecido a la velocidad que lo han hecho los músculos. Esta desproporción de fuerzas puede provocar que los músculos resistan más la actividad mientras que los tendones no y se resienten hasta que acaban por lesionarse.
Pero no solamente se queda ahí un exceso de musculatura, sino que al tener más fibras el riego sanguíneo que éstas demandan es mayor, algo que puede derivar en un aumento de la presión sanguínea originando un problema de hipertensión que se puede agravar con el estrés propio de los entrenamientos y la ingesta de complementos estimulantes. Aumentar desproporcionadamente el volumen del cuerpo no es un proceso natural, por lo que a la larga puede ser igual de malo que la obesidad.
Todo esto puede acabar en problemas cardiacos, pero no solamente el corazón será el único órgano afectado, y es que la ingesta que un crecimiento muscular excesivo conlleva de complementos ricos en proteínas y demás sustancias, puede afectar al hígado o los riñones. Es por esto importante que no nos pasemos tanto en los entrenamientos como al echar mano de complementos. La medida justa es lo ideal, y los extremos son malos en todos los aspectos.
Imagen | SXC
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