"¡Lávate las manos!". ¿Cuántas veces lo habremos oído? Pero no es una recomendación baladí, ni mucho menos. La higiene es la primera y mejor de las defensas contra infecciones de todo tipo.
Lavarse las manos, de hecho, puede ser un medio sencillo y claro para protegernos contra todo tipo de problemas infecciosos. ¿Por qué es tan importante? ¿Cuál es la razón de que algo tan sencillo (para nosotros) sea tan efectivo. Entendámoslo.
La higiene, la mejor arma de la humanidad
Antes de 1860, las intervenciones quirúrgicas, hasta la más sencilla e inocua, eran una sentencia de muerte casi en el 50% de los casos. Hacerte una herida y que te operaran te aseguraba, como poco, una infección. Entonces llegó Ignaz Philipp Semmelweis, el apodado como "salvador de madres" y su idea revolucionaria: limpiar los instrumentos con jabón y alcohol antes de proceder en los partos (de ahí su apodo).
Poco después, Joseph Lister decidió que si era bueno para atender a los partos, la desinfección del instrumental quirúrgico debía de ser también una buena idea. El descenso de mortalidad tan drástico que supuso el uso antiséptico durante los tratamientos en la guerra franco-prusiana fueron la confirmación que el mundo necesitaba: la higiene salva vidas. La higiene es la primera, y una de las mejores armas contra las enfermedades que diezman a la humanidad.
Tanto el inventor de los métodos antisépticos, Semmelweis, como su divulgador, Lister, son a día de hoy dos de las celebridades más ilustres en la historia de la sanidad. Gracias a ellos la mortalidad descendió de forma espectacular, a pesar de la primera oposición existente por parte de la propia comunidad científica.
Se estima que, gracias a estas aportaciones, las vidas salvadas por las iniciativas de Lister y Semmelweis se cuentan por miles de millones. A día de hoy, entendemos que la higiene básica, lavarnos bien, especialmente las manos, es importante para evitar enfermedades. Pero, ¿sabemos por qué? Vamos a dar una pequeña lección de biología.
De virus y bacterias
Todos sabemos que existen virus, como el de la gripe, o bacterias, como la legionela, que se transmiten por el aire. De lo que nos acordamos menos a menudo es de la enorme cantidad de microorganismos que resultan peligrosos y solo se transmiten por contacto directo. Antes de seguir, tenemos que entender varias cosas. La primera de ellas es que vivimos rodeados, constantemente, de "microbios" (y virus): nuestra piel, los objetos que tocamos, el polvo que respiramos... todo tiene una pequeña capa de estos.
Es más, bastantes de los mismos tienen el potencial de ser peligrosos para nosotros. ¿Por qué no enfermamos más a menudo, entonces? La respuesta parece sencilla, pero no lo es. Todos sabemos que poseemos un sistema inmunitario capaz de protegernos. Pero la gran mayoría de veces no llegamos ni a tener que usarlo. La primera razón es que, para que un microorganismo llegue a un punto peligroso, debe alcanzar lo que se conoce como dosis infectiva.
La dosis infectiva es la cantidad mínima de estos que tiene que reunirse para que pueda infectar. Así, probablemente (y desagradablemente), ingiramos en más de una ocasión coliformes como E. coli pero, si no alcanza la dosis infectiva, no llegarán a suponer un problema. En segundo lugar, además de la dosis infectiva, los microorganismos tienen que ser medianamente virulentos y con capacidad infectiva. Así, encontraremos E. coli incapaces de infectarnos, por muchas que hayan. Los virus, en general, son más peligrosos porque su dosis infectiva es menor y su número mayor.
En tercer lugar, la carga infectiva (con un número suficiente) debe de estar activa, es decir, que no haya "muerto" o se haya desnaturalizado y sea inservible, y debe ponerse en contacto con la parte del cuerpo adecuada. Nuestras estimadas "Escherichias" poco podrán hacer plantadas en el brazo, rescándose al sol. Pero serán mucho más peligrosas si acceden a la húmeda y tibia boca.
Lávate las manos si no quieres morir
Ya hemos pintado un escenario y podemos intuir por qué la higiene es importante, pero terminemos el cuadro. Si los virus y bacterias en número suficiente y de forma adecuada llegan al sitio correcto, podrían desencadenar un desajuste y una infección. En tal caso será nuestro sistema inmunitario quien se encargue del problema. También podrían provocar otra consecuencia y, debido a alguna variación del ecosistema de la biota, otras bacterias que normalmente son inofensivas podrían volverse peligrosas.
Como vemos, los escenarios podrían ser muchos y peligrosos. ¿Cómo evitamos llegar a ellos y enfrentar nuestro sistema contra dichas cuestiones? Muy sencillo: atajando la infección antes de que ocurra. La manera, obviamente, es mediante la higiene. Por ejemplo, imaginemos, de nuevo, que nos ponemos en contacto con las dichosas colonias de Escherichia coli infecciosas.
Las tenemos en la mano, en cantidad no visible pero suficiente para provocar una infección. ¿Qué hacemos? Lavarnos las manos con jabón. Puede que no acabemos con todas, o puede, incluso, que toquemos otro objeto también infectado con E. coli, pero si no hay suficientes porque hemos eliminado la gran mayoría, jamás alcanzarán la dosis infectiva.
Por otro lado, aunque existan un montón de microorganismos potencialmente letales esperando su momento, al mantener ciertas medidas de higiene, como lavarnos las manos, insistimos, es dificilísimo que alcancen una vía de infección como sería la mucosa de la boca o de los ojos. Y es que, recordemos, muchos de estos microbios no se transmiten por el aire, sino que hay que transportarlos.
Por todo lo anterior, que está bastante simplificado, la higiene en su conjunto es la primera y mejor medida para evitar problemas infecciosos que podrían hasta matarnos. Y es que la higiene no solo implica nuestras manos: limpiar la casa, evitar la podredumbre y los mohos, lavar los platos, mantener los desechos lejos de la comida... todas estas costumbres nos ayudan a reducir el número y limitar la interacción de los "sanguinarios" microbios con nuestro cuerpo.
En Vitónica | Higiene, jabón y olores: una historia sobre los microorganismos que viven en tu cuerpo
Imágenes | Unsplash