El sol de verano es muy peligroso, más de lo que imaginamos, teniendo en cuenta que nuestra piel lo recibe todos los días. A nuestro favor juegan los protectores solares, de los cuales hay una buena cantidad, y también calidad, de ellos. Pero no es suficiente.
De nada nos servirán si no los extendemos adecuadamente, lo que dejaría expuesta nuestra piel. Y esto puede parecer una cuestión sencilla, pero la importancia de la homogeneidad en la capa de protector afecta directamente a la eficacia protectora.
La preocupación está en cómo lo extendemos
No hace mucho, la preocupación de la OCU por la eficacia de ciertos protectores daba como resultado la respuesta inmediata de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Pero, además de dicha respuesta, como resultado de la investigación se ponía de manifiesto otra cuestión: la aplicación y el formato de las cremas solares puede suponer una diferencia vital en su protección.
No es la primera vez que se plantea esta cuestión. De hecho, existen diversos estudios que han tratado de medir la capacidad protectora de estos productos según la capa que queda sobre nuestra piel. Los resultados muestran una fuerte diferencia según las condiciones de aplicación y hasta con qué apliquemos la crema protectora.
Como ya hemos dicho en otras ocasiones, la protección solar nunca es perfecta y el sol siempre llega a afectar a la piel. Por ello, es conveniente saber que si no la protegemos bien estaremos aumentando las posibilidades del daño que puede producirnos la radiación, independientemente del factor de protección que escojamos.
¿Cómo se aplica la crema solar correctamente?
Existen tres puntos concretos a tener en cuenta: homogeneidad, cantidad y superficie. Es especialmente importante que los tengamos en cuenta, sobre todo, cuando apliquemos nebulizadores y sprays, los cuales pueden dejar expuestas algunas partes sin querer. Las cremas son más fáciles de extender, aunque también hay que hacerlo bien.
Cuando hablamos de homogeneidad, queremos decir que la crema ha de extenderse bien y de manera uniforme por todas las partes. La forma más común de aplicar la crema es por zonas. Algunas quedan mejor protegidas que otras, normalmente coincidiendo con la zona de primera aplicación, y perdiéndose cantidad hacia sus extremos. Esto se soluciona haciendo varias aplicaciones con menos cantidad, pero en más puntos. Otra forma de asegurar la aplicación es utilizar un guante especial, que se encarga de homogeneizar la cantidad aplicada sobre la piel.
Hablando de cantidad, como decíamos, es importante que exista una capa adecuada de crema protectora. Esta, conocida como film, debe ser de grosor adecuado. ¿Y qué grosor es ese? Sencillamente, debe ser una capa consistente. En algunas cremas, especialmente las de mayor factor, eso supone un tono blanquecino. No debemos preocuparnos ni obsesionarnos con este tono blanquecino, pues es más importante la protección. Eso sí, sin olvidar que el exceso puede ser malo para el medio ambiente.
Una cuestión terriblemente obvia, y aún así la más común: es importantísimo cuidar la superficie. Normalmente olvidamos partes que sí que están expuestas al sol. Por ejemplo, la cara, las orejas, nariz, labios... son, además, tejidos bastante delicados. Otras veces, la superficie simplemente pasa desapercibida por la forma de aplicación. Debemos prestar atención o terminaremos con una espalda bien bronceada y una nariz roja y quemada por el sol.
La importancia de escoger un buen protector solar
Además de todo lo anterior, no olvidemos que escoger la protección adecuada es una cuestión vital. La función de un protector solar consiste en recibir la energía radiativa del sol, especialmente la de los rayos UV, y bloquearla para que no produzca daño en la piel.
El factor de protección solar, o FPS, es un número que indica una medida comparativa del tiempo en que se producirían quemaduras solares si no se estuviera usando protector solar en comparación con el tiempo que se tardaría con protector solar. Es decir, un FPS 30 significa que usar la crema supone tardar unas 30 veces más en sufrir una quemadura solar.
No hay que confundir la capacidad protectora, aunque hable de tiempo, con "el tiempo que podemos estar bajo el sol". La crema solar tiene, como mucho, un par de horas de capacidad de acción efectiva. El FPS hace referencia solamente a las radiaciones ultravioleta B, y detiene malamente las A. Por otra parte, no es una medida absoluta, ni mucho menos. Esta manera de medir la eficacia de un protector solar es relativa a la protección que tiene nuestra piel, y esto es importante a la hora de decidir qué factor emplear.
A la hora de elegir, debemos escoger siempre el factor más alto o, en su defecto, al menos un factor 30 y no menos. Recordemos que aunque llevemos protección, el sol sigue incidiendo en la piel. Si no alcanzamos el factor adecuado estaremos exponiéndonos a un posible daño, y ningún buen bronceado merece la posibilidad de sufrir un melanoma.
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